Aunque ya habían pasado varios siglos desde su instalación, la España de 1847 no era el lugar ideal para publicar un libro criticando la Inquisición (que, de hecho, había estado funcionando hasta hacía poco en América). Pero un autor y político español se atrevió a lamentar en público la persecución y expulsión de los judíos de la península.
Se trató de Adolfo de Castro y Rossi, un experto en la obra y la vida de Miguel de Cervantes y en la historia de la ciudad de Cádiz, donde nació en 1823 y falleció en 1898 y de la que llegó a ser alcalde.
Todavía hoy, la Academia Real de la Historia (RAH) española lo sigue tratando con cierto desdén, señalando que Castro fue “un autodidacta en el sentido literal del término, adquiriendo una formación muy desigual: muy profunda y erudita en algunos temas, y muy superficial en otros”.
En un artículo, la RAH prefiere destacar, por ejemplo, un pecado de juventud del historiador gaditano: en 1848 publicó un folleto con el título El Buscapié, que atribuyó “intencionadamente” a la pluma de Cervantes. Eso, apunta el perfil de Castro, “le acarreó, una vez descubierto el engaño, cierto descrédito el resto de su vida”.
Al parecer, el experto cervantino protagonizó “múltiples polémicas en el mundo de las letras” que “le granjearon grandes enemistades, lo que le llevó en muchos casos a firmar con seudónimos”, siempre según repasa el perfil preparado por la RAH.
Sin embargo, la academia española reconoce que “su insaciable afán de conocimiento y su amor por las letras le convirtieron en un bibliófilo dedicado a la adquisición de cuantos libros caían en sus manos”.
“Ni soy judío, ni vengo de judaizantes”
Entre sus libros se destacan habitualmente una Historia de Cádiz (1845), la Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II (1851), Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades del habla española (1879) y Una joya desconocida de Calderón (1881).
Pero poco se habla de su obra de 1847, Historia de los judíos en España, desde los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo, publicada en Cádiz y preparada por la Imprenta, librería y litografía de la Revista Médica.
Hay que tener en cuenta que el resurgimiento de la vida judía en España es un asunto de apenas unas pocas décadas, y que todavía en el país que era gobernado por el dictador Francisco Franco era muy común el antisemitismo cultural y religioso, aunque no físico, ya que prácticamente no quedaban familias abiertamente hebreas en la nación europea.
Por eso llama la atención que Castro corriera el riesgo de preparar y publicar este volumen en el que se critica la expulsión de los judíos. Una señal de esos peligros para su carrera intelectual fue una “advertencia” que incluyó en su libro: “ni soy judío, ni vengo de judaizantes”, le recordaba por si acaso a sus lectores.
«Escribo esta historia sin pasión, ni artificio, como de cosas que nada me tocan», señaló el historiador en el prólogo de su libro. «Solo es mi propósito sustentar la verdad» y «no acostumbro ver con ojos apasionados lo que está lejano de mis opiniones», remataba.
Las matemáticas y la náutica
“Mi intento -resumía- es tratar la variada y casi siempre trágica suerte de los judíos en España”, una historia marcada por “persecuciones (…), robos, incendios, destierros, muertes a fuego en públicos cadalsos (…), encarcelamientos, oprobios» y otros «rigurosísimos castigos”.
Castro apuntó también contra “aquellos escritores que, corrompiendo la verdad, tuvieron y aun tienen a los antiguos judíos españoles por hombres tan solo dados a la usura y a esconder en las entrañas de la tierra el fruto de sus trabajos» y comercios”.
En cambio, “a ellos debe España grandes adelantamientos en la medicina, en la filosofía, en las matemáticas y en la náutica”, respondía Castro a esos autores antisemitas.
Los reyes en España, les recordaba, consultaban a los judíos “en las más arduas materias de estado, y acometían, con el favor de sus consejos y dinero, las más dificultosas, las mayores y las más arriesgadas empresas”.
Con su libro, Castro dijo querer “mostrar el gran error” y sobre todo, “injusticia que cometieron los Reyes Católicos al ordenar su extrañamiento de los reinos de España”, (en referencia a la expulsión de los judíos) ordenada en 1492 a través del Edicto de Granada.
“Más fácil cosa sería poner antes frenos a los vientos”
La obra de Castro sobre los judíos españoles evidentemente llamó la atención, y no solamente en el país, si se tiene en cuenta que fue traducida al inglés (por el reverendo Edward D.G.M. Kirwan) y publicada en Cambridge, en Inglaterra, en 1851.
De esa manera, también los lectores angloparlantes pudieron conocer su decidida crítica a la Inquisición, aunque sin nombrarla, apuntando sobre la inutilidad de “las persecuciones, castigos y otros rigores en materias religiosas”.
Es que, aseveró Castro, “los monarcas bien podrán regir con las leyes de la fuerza los cuerpos de sus vasallos, pero no podrán sujetar los ánimos, porque más fácil cosa sería poner antes frenos a los vientos, y hacer que volviesen atrás las corrientes de los ríos”.
Publicado originalmente en Israel Economico / El texto completo de Historia de los judíos en España, desde los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo se puede consultar en gutenberg.org.