Mi línea recta se enreda, siento que me falla el trazo,
y el dibujo es ahora una cuerda que yo misma me ato alrededor
del cuello. El pasado, el presente y el futuro, todo revuelto
en la misma máquina apachurradora de la memoria,
en la misma batea desinfectante.
Fernanda Trías, Mugre rosa.
Hace no mucho tiempo llegué a leer un pequeño cuento titulado "Aquel lugar" que encontré dentro de una colección titulada Antología de narrativa nueva/joven uruguaya que me atrajo por su forma de narrar y la manera de concebir una narrativa asfixiante. Me entró la intriga sobre esta autora que, para mi sorpresa, no tardó en ganar el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Mugre rosa poco después. Mi yo obsesivo se puso en marcha por ese mundo que se configura de espacios que, aun cuando parecen ser amplios, terminan por encerrarte en un entorno que te acongoja y te vuelve un extraño a él. Los elementos planteados por la autora uruguaya son de suma importancia para comprender la representación de lo urbano desde una mirada ajena a lo conocido, como un extranjero en tierras inhóspitas donde la resignación a pertenecer aparenta ser la única opción.
Una curiosidad me acontece al contemplar una nueva representación de lo urbano dentro del panorama literario uruguayo, ya que este tipo de escrituras iniciaron con el conocido Juan Carlos Onetti, quien configura una necesidad de escribir sobre la realidad fuera de los entornos rurales para contemplar las problemáticas de lo que se considera civilizado. Sin embargo, la narrativa de Onetti termina por configurar una territorialidad ficticia que llamó Santa María para dar lugar a personajes que se mueven constantemente por sus deseos y pecados donde lo marginado tiene lugar para ser observado como parte de la urbanidad y dejando de lado diversas reglas consideradas como morales, para entrar en un entorno de angustia y decadencia que viene con la vejez del cuerpo y echar de menos el pasado de una juventud perdida.
De igual forma, existió otro caso previo a la escritora uruguaya que se ha enfocado en lo urbano, es decir, Mario Levrero. Este autor uruguayo configura entornos urbanos que consumen a sus narradores dentro de una violencia que asfixia y llega a ser inevitable. Un entorno absurdo que termina por consumir como aquella gelatina que consume poco a poco a la ciudad (referencia a su cuento "Gelatina") o esa guerra que se acerca de manera amenazante hacia un París que será consumido por la destrucción (referencia a su novela París). Este segundo autor, mencionado como maestro de Trías en talleres de escritura, logra concebir lo urbano como un monstruo que consume y del que no tenemos un control. Un lugar al que pertenecemos como un ente más dentro de la inmensidad urbana y donde la idea de civilidad termina siendo puesta a un lado por la barbarie humana enfocada en los deseos carnales.
Lo urbano como un monstruo que no podemos controlar
Así surge la posible línea de lo urbano dentro de la literatura uruguaya, donde su tercer pilar, dentro de lo que he leído y hasta mi conocimiento, podría ser la actualmente aclamada Fernanda Trías. Quien se ha preocupado por retratar lo urbano de manera excepcional dentro de dos novelas que no deberían pasar desapercibidas como La ciudad invencible y Mugre rosa, dos propuestas diferentes donde lo urbano es representado desde lo extraño. El primer caso, da a conocer una cartografía de la vida en Buenos Aires desde la mirada de una narradora que se siente perseguida por un pasado asfixiante que no puede dejar atrás y la complejidad de un nuevo inicio en otra ciudad. Se logra armar una ciudad desde una mirada personal que desemboca en una sensación de constante extrañeza y donde persiste un entorno que aparenta ser hostil ante la narradora al ser observada constantemente por ese exnovio al que llama "la Rata".
Dentro de La ciudad invencible se dedica a retratar la realidad de una Buenos Aires que surge en fragmentos sin lograr llegar a su complejidad total, pero denotando sus demonios urbanos dados en un panorama que se asemeja a nuestra actualidad. Este panorama fragmentario logra posicionarse en una individualidad que aparenta provenir de una memoria de la gran urbe en la que fue inspirada al igual que la dificultad que llegan a ser las relaciones para un foráneo. De igual forma, este primer esbozo da pie a contemplar una evolución en la narrativa de Trías, ya que lo urbano vuelve a presentarse en su galardonada novela Mugre rosa, desde una mirada distópica que se aleja de la primera propuesta urbana, pero conserva algunos elementos que denotan un punto en común: la sensación de extrañeza, las complejas realciones y una asfixia que consume de alguna forma.
Dentro de la segunda novela mencionada, la urbanidad entra en una epidemia que azota a una ciudad portuaria, donde la narradora convive con un ambiente con el que, actualmente, nos podríamos relacionar todos en esta época postpandémica. La novela, escrita tiempo antes de la pandemia del 2020, logra representar la angustia que causa una enfermedad desconocida que surge a partir de síntomas. En este caso, lo urbano se representa no sólo por la soledad que acontece en las calles, sino que se refleja en los cuerpos de los personajes que acompañan constantemente a la narradora. Como el niño Mauro y su síndrome que lo obliga a sólo pensar en comer, un amor que va de la mano del disgusto de tener que ser la niñera de un niño enfermo. Al igual que la relación con su exesposo que pertenece a los pacientes crónicos y le toca estar postrado en cama bajo la esperanza, casi nula, de poder curarse.
La mirada perseguida de la autora y una cartografía de la vida en Buenos Aires
Los espacios configurados por Trías en esta novela son abrumadores, causan la sensación de lo ambiguo, de la no certeza del contagio y el constante miedo que se genera de manera colectiva. Surge una soledad a partir del espacio que se asemeja a la que percibe la foránea narradora en la otra novela. Esa soledad que siempre acompaña a todos lados por el distanciamiento que hemos generado con lo social. Por otro lado, también existe la decadencia constante, el cansancio, la pena, momentos que se perciben como una tragedia que nunca termina por culminar, que aparenta tocar a la puerta y se pierde con el viento que carga con la enfermedad.
La perspectiva que tiene la narradora de Mugre rosa es compleja y a la vez cotidiana, la ciudad se vuelve parte de una realidad que, quizá por vivencias colectivas, hemos asemejado como probable dentro de esa era distópica armada con suposiciones acertadas. La urbanidad representada por Fernanda Trías se vuelve moldeable a lo inesperado, se aparente conocida pero siempre podrá volver a ser siniestra y desconocida con el paso del tiempo. Este mundo distópico es abandonado constantemente, perdiendo el contacto con el exterior para quedar en una simple supervivencia, se narra la decadencia de lo civilizado sin llegar a la violencia, pero sí a la desesperación de una búsqueda por lograr seguir con poca comida y sin la certeza de un futuro establecido.
Trías logra plasmar en sus líneas la idea de ciudades que consumen
Ambas novelas reflejan la noción de lo urbano desde perspectivas diferentes, la noción del acto de rememorar en el caso de La ciudad invencible y la posibilidad distópica que actualmente dejó de ser distante para los que lean esta breve reflexión y la novela de Trías. Sin embargo, la ciudad de Trías se asemeja a la concepción actual para alejarse de sus pares anteriores. Es decir, la escritora uruguaya logra plasmar en sus líneas la idea de ciudades que consumen y son entes que asemejan extrañeza. Territorios amenazantes y asfixiantes, lugares que no te aceptan del todo y te alejan de comprender del todo su totalidad.
Trías podría convertirse en un pilar de la literatura uruguaya al lograr establecer representaciones certeras con las problemáticas que acontecen a la sociedad actual, refleja los miedos de lo enfermo, las constantes de la memoria y sus complejidades, Trías representa con naturalidad elementos que pertenecen a la sociedad en la que vivimos para moldearlos a su forma y perspectiva, donde lo urbano, la memoria, sus narradoras, son parte de un trazo que, haciendo alusión al epígrafe que abre esta breve reflexión, puede terminar siendo una soga al cuello.
Publicado originalmente en La Desvelada / @LaDesveladaMX