Aunque por culpa de la celebridad del Oso Yogui -un auténtico Grizzly del parque Yelowstone- los osos negros del Parque Yosemite tengan menos prensa, igualmente tienen lo suyo. De pie sobre sus patas traseras pueden llegar a medir 7 metros de altura y tienen siete veces más olfato que un perro. Por eso, uno de los más enfáticos pedidos antes de ingresar a la inmensidad del Yosemite es “cuidado con los osos”.
Vegetarianos, rompen los vidrios de unos 100 coches por año, siempre en busca de comida, aun cuando lo que huelan sea un simple tubo de pasta dental o una bolsa vacía que alguna vez contuvo una galletita. Lo cierto es que unos 500 osos al acecho no intimidan a los casi cuatro millones de personas que cada año exploran algún rincón de los 3.081 kilómetros cuadrados de territorio californiano que Unesco distinguió como Patrimonio Mundial, en 1984.
Una aldea "sitiada" por osos polares agresivos que huyen del cambio climático
Gracias a que el 95% del área es zona salvaje y la mayoría del territorio ni siquiera ha sido explorado por el hombre, allí crecen indómitas unas 7 mil especies vegetales. Recostado sobre el lomo oriental de la Sierra Nevada, dos potentes cursos de agua dibujan cañones que se sepultan unos 1.200 metros hacia las entrañas de la tierra y dejan aquí y allá 3.200 lagos y 2.700 km de arroyos. Las cifras harían tiritar si no fuera porque el clima mediterráneo suaviza lluvias y nevadas.
El valle del Yosemite, con sus cataratas de 782 metros –las más altas de América del Norte- es lo que más visitan los turistas. Además de los bosques Mariposa, Tuolumne y Merced, que hospedan las sequoias gigantes y longevas, los paredones de granito hacen del destino la meca de los escaladores. Así fue con El Capitán, el acantilado de 2.307 metros que escaló sin cuerdas y en soledad Alex Honnold, el protagonista de la hazaña que fue registrada con suspenso y dramatismo por National Geographic, en el film Free solo, que este año ganó el Oscar al mejor Documental.
Cambio climático lleva a osos a comer delfines
Aunque las nevadas provocan el cierre del parque en invierno, el valle de Yosemite permanece siempre abierto para que los caminantes dejen huella en los 1.300 km de senderos. Con permiso previo, se permite a los mochileros acampar y a los ciclistas disfrutar un circuito pavimentado de 24 km. Hay rafting en el río Merced, natación, cabalgatas en verano y esquí en invierno. ¿Qué más se podría pedir? Mantener la calma si se topan con un oso, porque son carnívoros y, es cierto, adoran la miel.