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Por qué Roma es "la ciudad de las siete colinas"

Los textos hablan de Roma como “la ciudad de las siete colinas”, por eso puede redescubrirse en una caminata vertical. Cómo llegar a lo más representativo de ese pasado glorioso desde la cima de los montes. Galería de fotos

Roma para radio 1
Roma. La ciudad de las siete colinas | Shutterstock

Roma es más una caminata vertical que horizontal. Vertical, porque cada paso en el presente significa caerse a plomo en algún momento del ayer. Y a la vez, Roma creció ganando altura, acercándose al cielo. Muchos textos clásicos hablan de Roma como “la ciudad de las siete colinas” y recorrerlas es la manera de ver todo lo más importante a lo largo del tiempo.

Comencemos por el monte Palatino, la más céntrica de las siete colinas, y la más baja: se alza 50 metros sobre el Foro Romano y está a un paso del Circo Máximo. Es el área más antigua, con piedras y pedazos de muchas cosas que vienen del siglo XI antes de Cristo. Dice la leyenda que es el lugar en donde Rómulo fundó Roma y vivieron los primeros emperadores. Incluso Augusto tenía su casa en esta colina. De hecho, la palabra “palacio” deriva de “palatino”. Aquí se encuentra el Arco de Tito, que sería el modelo para todas las gestas bélicas que merecían su arco triunfal, incluido el de París. Se hizo para recordar a Tito, el guerrero que profanó el Templo de Jerusalén y se llevó el Arca de la Alianza que contenía las Tablas de la Ley que Dios había entregado a Moisés, y que todavía está buscando Indiana Jones. En el Foro Romano, también preste atención a la Curia, en donde fue asesinado Julio César mientras estaba sentado presidiendo una sesión del Senado.

La Plaza del Capitolio, en la cima de la Colina Capitolina, es la primera plaza moderna que tuvo Roma. La hizo Miguel Ángel mirando hacia la Basílica de San Pietro, el verdadero centro político de Roma en 1536. En la esquina está la escultura de la mítica Loba que se cree que alimentó a Rómulo y Remo.

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Sobre Viminale, la más pequeña de las colinas –y ya van tres- Diocleciano hizo construir las mayores termas del mundo antiguo, en las que podían bañarse 3000 personas a la vez. Allí murieron miles de cristianos que eran tratados como esclavos. En el 1500, el Papa Pio IV le pidió también a Miguel Angel que construyera dentro de las termas la Basílica de Santa María de los Angeles, para honrar a esos mártires.

Esquilino, el cuarto monte fundacional, fue el elegido para construir la Estación Termini, de donde parten los trenes que recorren todo Italia. Disfrute de cerca el bochinche del mercado de Piazza Vittoria, y busque buenos precios en las tiendas de Via Merulana. Mire el reloj y haga planes, porque desde Termini, el Metro A conecta con el Vaticano, la Piazza di Spagna y la Piazza del Popolo. La línea B lo llevará hasta el Coliseo. Y si no le queda tiempo para nada, aunque sea entre un momento a recordar qué era la paz interior en la Basílica Santa Maria Maggiore.

Si anda por la Piazza del Quirinale, ya puso un pie en la quinta colina romana, la más alta, la del palacio presidencial. Desde allí, el mandatario tiene vista privilegiada a la Plaza Barberini y la Fontana del Tritone. Seguro que ya está preguntándose por la Fontana Di Trevi. Tome Vía de’ Lukesi y llegará en cinco minutos. Hágase lugar entre los turistas para arrojar unos centavos al agua clara y contribuya con los millones de euros que recauda el municipio gracias a la melancolía que nos dejaron Anita Ekberg y Marcelo Mastroiani. Espero que haya pedido regresar a Roma, porque La Dolce Vita recién comienza y aún le quedaron dos colinas: Celio y el Aventino.

Mónica Martin, para Radio Perfil, desde la Redacción del Diario Perfil.