Avenida Q hace gala de un elenco impresionante que se entrega por completo cada martes

Este estreno fue precedido por mucho trabajo. Sí, un musical siempre requiere de mucho trabajo porque implica para los intérpretes cantar, bailar, y llegar a tiempo con su participación. Pero acá sumaron también la necesidad de aprender a manejar títeres, y a duplicar los gestos entre actor y muñeco. Es que los protagonistas de Avenida Q son justamente muñecos que representan el paso a la adultez. Y lo hacen con canciones y de una manera casi satírica que arranca risas en los espectadores jóvenes que lo ven. En una versión del texto muy actualizada de Nati Del Castillo, Tato Fernández y Edu Morales, que se apoya (quizás demasiado) en referencias que calan hondo en los treintañeros, se desarrolla la historia de Princeton llegando al barrio pobre de la Avenida Q (porque la A era muy cara), donde va entablando amistad con los vecinos y tratando de arreglárselas de la mejor manera posible para vivir y encontrarse a sí mismo.

Y ahí es cuando aparecen las interpretaciones que resultan un imán para el espectador. Especialmente a partir del momento en el que quien mira se olvida de que esos actores están hablando a través de un muñeco. Curiosamente la más simpática y que se gana inmediatamente el corazón de quien la ve y la escucha es Andy Cho, encarnando a una coreana inmigrante (Kimchi, no se podía llamar de otra manera), práctica y graciosa, y que no necesita de un muñeco para cautivar. Está espléndida y así lo demuestran los aplausos que recibe en cada participación. En la versión original este personaje es japonés, pero en la Argentina está de moda todo lo coreano, desde las series a la comida, especialmente entre los jóvenes, así que esta referencia es perfecta para actualizar la trama. Y Andy lo aprovecha al 100 %.

Acá no terminan los destacados del elenco, que maneja sus intervenciones como un preciso mecanismo de relojería, y lo que más sorprende (vuelvo a decirlo) es que los gestos de los intérpretes son idénticos a los de sus muñecos. Gran trabajo de la directora Melania Lenoir, una veta que explora desde hace pocos años pero en la que se mueve como pez en el agua. Hablaba de los otros intérpretes y son muchos para nombrar y destacar: sin dudas Nacho Pérez Cortes es el gran protagonista; está casi todo el tiempo en escena encarnando a dos personajes/muñeco (Princeton y Rod), a veces cantando oculto mientras otro maneja a la marioneta, con esa versatilidad que tiene para mimetizarse con cada uno en cuestión de segundos y entregar con su maravillosa voz momentos especiales. Lali Vidal también tiene doble rol en marioneta y sale airosa en ambos papeles (las rivales Kate y Lucy), en uno con ternura y emoción, y en el otro transmitiendo sexualidad simplemente desde la voz.

El versátil Manu Victoria también encarna a dos marionetas y, como siempre, les aporta su encanto y gracia pues es el intérprete perfecto para Nicky y Trekkie. Y dos magníficos cantantes atraen sin necesidad de componer personajes de felpa: Manu Ntaka y Julián Rubino. El primero, ex Mambrú, comparte su voz maravillosa aunque tenga que padecer tantas referencias a la boy band que integró, algo que cansa; y el segundo, también con una voz privilegiada, aporta simpatía a su personaje buenazo y un poco tonto. Acompañados por un ensamble de voces muy bien seleccionadas y con orquesta en vivo de seis intérpretes (parecen más) que se suma a esta propuesta integral, se termina de armar este combo que sólo sube a escena del Teatro Maipo (Esmeralda 443, CABA) los martes a las 20.30 en función con intervalo. Son pocas representaciones y descontamos que el público joven los seguirá acompañando, ya que es probable que los más mayores no capten del todo las referencias que entrega el texto. 

Esta propuesta, que representa el trabajo de una cantidad enorme de personas, refleja sobre el escenario a una comunidad comprometida con el teatro musical. Encontrá acá más info sobre las entradas.