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VALE LA PENA

Con Empieza con D, Campanella vuelve a emocionar y conmover en el teatro

Escribió (junto a Cecilia Monti) y dirige una nueva obra en el Politeama, en la que demuestra que su sensibilidad por lo cotidiano sigue vigente y toca al espectador. Los intérpretes complementan el combo entregando personajes reales y muy queribles. Esto explica que ya es uno de los grandes éxitos del verano porteño.

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Empieza con D, el flamante estreno escrito y dirigido por Juan José Campanella, es el nuevo éxito del teatro porteño. | Empieza con D.

La sensibilidad de Juan José Campanella es bien conocida y hasta buscada por el espectador ávido de textos que los conmuevan. Tanto en su faceta de director cinematográfico como teatral suele cosechar elogios y ganar seguidores de su obra. Tiempo atrás se volcó al teatro y el público volvió a ganar con la versión que hizo con Parque Lezama, protagonizada por Luis Brandoni y Eduardo Blanco, que tuvo 10 años de éxito en diferentes plazas. Ahora acaba de estrenar en el Teatro Politeama (Paraná 353, CABA) una historia propia, escrita en colaboración con su mujer Cecilia Monti, a la que le puso el singular nombre de Empieza con D, siete letras. Y volvió a llenar esa hermosa y moderna sala de personas deseosas de encontrar una obra que toque su sensibilidad más profunda. De más está decir que nunca salen defraudados.

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Es verdad que, si tiene la firma de Campanella, uno va a buscar esa cosa tierna, humorística y muy real que llena el espíritu. Una historia que puede pasarle a cualquiera en estos tiempos modernos en los que nos vamos adaptando a las novedades como podemos: un hombre y una mujer se conocen en la sala de espera del dentista. Charlan e inmediatamente descubrimos la personalidad de cada uno. Ella está divorciada y él lleva seis meses de viudo. Se palpa la soledad, se nota la empatía. Y lo bueno es que se permiten conocerse, entablar una amistad que luego lleva a algo más. Claro que también entran a tallar el entorno de cada uno, que no contribuye a la armonía de la pareja, lo mismo que las propias inseguridades. Especialmente la masculina.

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El delineado de los personajes es tan perfecto que la platea puede reconocerse, o reconocer a alguien cercano. El trabajó tanto que descuidó a su familia. Ella sabe lo que quiere, es una mujer empoderada de hoy. Y lo bueno es que, a lo largo de dos horas de obra (quizás sea demasiado larga) les vemos las flaquezas y fortalezas, incluso darse cuenta de sus propias equivocaciones. Y para encarnarlos están dos actores maravillosos, capaces de mostrar su vulnerabilidad tanto como su alegría: Eduardo Blanco es casi un fetiche de Campanella, pero jamás defrauda y aquí se lo ve pasar por todos los estados de ánimo, a veces simplemente con un gesto, dando cátedra de actuación y entrega. Por su parte Fernanda Metilli aprovecha la soltura y los gestos acumulados en horas de stand up para demostrar que también es una gran actriz, tal como descubrimos en el musical Matilda. Tanto en la composición de una profesora de yoga para la cual aporta el physique du rol perfecto, como en la corporización de las emociones que atraviesa su personaje, la vemos resolver su cometido de manera excelente y funcionar como dupla perfecta con Blanco.

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Párrafo aparte merece Gastón Cocchiarale. Un gran actor joven, que en esta puesta encarna a dos personajes y lo hace de manera impresionante, cambiando de personalidad en décimas de segundo, pasando del llanto al enojo con un parpadeo. Sin dudas ese momento de lucimiento es un acierto del texto y de la dirección, que además juega con todos los recursos que brinda el teatro para dar una puesta original y divertida. Completa el cuarteto de intérpretes la efectiva Mariu Zapata.

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La escenografía de Monti es hermosa, moderna en recursos y muy adecuada para darle marco a las vidas de estos dos solitarios. Tal como hizo con parque Lezama (donde recreó a la perfección esa zona del sur porteño), aquí también se pone al servicio de la historia y de sus intérpretes completando la credibilidad de la propuesta. Aquí todo juega en armonía para que el espectador salga con una sonrisa: el diseño de luces y video de Matías Canony, la música original de Emilio Kaureder y el diseño gráfico de Nahuel Lamoglia. Es un todo compacto, completo.

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Por eso el espectador (con funciones a sala llena) sale con una sonrisa, satisfecho por haber disfrutado de una historia que podría ser cotidiana y que fue puesta de resalto para demostrar que todos podemos equivocarnos, que nunca es tarde para amar, que vale la pena vivir la vida cada uno desde su lugar, que no todo está perdido. Porque por suerte, lo tenemos a Campanella para hacernos este llamado de atención, y lo agradecemos. Las funciones de Empieza con D son miércoles, jueves y viernes a las 20, sábados a las 19 y 21.30 y domingos a las 19. Encontrá acá más info sobre las entradas.