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El regreso a casa del Papa

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Padre Luis Dri, confesor de Francisco, recientemente nombrado cardenal, un símbolo del perdón. | vatican news

Cuando en febrero se cumplieron los diez años de papado de Francisco y concedió una serie de reportajes a periodistas argentinos, tuve la sensación de que el regreso de Bergoglio a Argentina había comenzado. Hubo otros reportajes por sus diez años de papado a medios internacionales: Inglaterra: la BBC, Estados Unidos: Associated Press e hispanos norteamericanos: Telemundo/NBC. Pero cinco reportajes a medios argentinos (Télam, La Nación, PERFIL, Infobae y C5N) indicaban que no solo se cumplían diez años de su papado sino, quizá tan importante dentro de sus emociones personales, diez años de no estar en Argentina.

Vivir mucho tiempo fuera de la patria no es fácil para nadie, todos los que atravesaron esa experiencia lo saben. El universalismo de la Iglesia católica formó siempre clérigos globales, ser papa aun en la propia patria, como la mayoría de los italianos, igual significa vivir cierta extraterritorialidad; además, Francisco es especialmente autosuficiente emocionalmente y todo el tiempo tiene argentinos visitándolo, pero una década sin volver a oler el terruño deja alguna huella mnémica que pareciera ahora estar dispuesto a rellenar.

El viernes en Portugal, durante la Jornada Mundial de la Juventud, anunció: “Puedo confirmar que (Argentina) está en programa. Veremos si se puede hacer, una vez que pase el año electoral”. Y ante el reclamo de los españoles por no haber visitado nunca su país, agregó: “No voy a ir a ningún país grande de Europa hasta que no termine con los pequeños (planea una visita a Kosovo). En estos momentos solo pienso en Argentina y quizás Uruguay”.

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Más allá de cuáles hayan sido, incluso para él mismo, los insondables motivos del destino para demorar tanto tiempo su visita, la interpretación más asignada en la Argentina fue que se trataba de una forma de llamar la atención a la sociedad sobre su disconformidad con las divisiones y la violencia simbólica con que se desarrollaba la política.

Nombrar cardenal al confesor más perdonador sería un mensaje previo de reconciliación social

De ser plausible esta lectura, el reciente y sorpresivo nombramiento como cardenal del padre Luis Dri el pasado 9 de julio (justo el Día de la Independencia) estaría catexizado por el perdón que, como medicina de sanación social, nos merecemos todos, y sus oponentes, aquel que haya participado de la polarización.

El padre Luis Pascual Dri, quien ha sido en varias ocasiones confesor de Francisco, tiene hoy 96 años y sigue siendo confesor en el Santuario de Nuestra Señora de Pompeya.

Francisco habló de él varias veces desde que se convirtió en papa, la más reciente fue en el encuentro con los sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán y con los confesores del Jubileo. Al hablar de la confesión y de la acogida de los penitentes en el confesionario, el pensamiento del Papa siempre se dirige a él.

El padre Dri nació en 1927 en Federación, Entre Ríos, en una familia en la que todos los hijos menos uno se consagraron a Dios en la vida religiosa. Desde muy joven trabajó en el campo y asistió a la escuela rural local. Ingresó en el Seminario Capuchino en enero de 1938, cuando solo tenía 11 años, y allí completó sus estudios primarios y secundarios. En la ciudad de Montevideo, ingresó en el noviciado y tomó el hábito capuchino en 1945, con solo 19 años, los hizo la profesión perpetua, y en 1952 fue ordenado sacerdote en la catedral de dicha ciudad. Fue director del Seminario Menor San Francisco de Carrasco y luego director del Seminario Seráfico de Villa Gobernador Gálvez.

En 1961 se especializó en Europa como formador de novicios. Comenzó su misión como educador en el Colegio y Liceo Secco Illa de Uruguay. Posteriormente fue párroco y maestro de novicios en diferente localidades de Uruguay. A comienzos de los 80 fue destinado a la parroquia de San Enrique de Villa Gobernador Gálvez. En 1987 fue nombrado párroco de Santa María de la Ayuda, en El Cerro de Montevideo. A principios del año 2000, fue trasladado como párroco al Santuario Nuestra Señora de Pompeya, en Buenos Aires, donde permaneció tres años. Luego fue nombrado párroco en Mar del Plata. En 2007 regresó al Santuario de Nuestra Señora de Pompeya.

Hoy, a sus 96 años, sigue sirviendo al Señor desde el confesionario, donde pasa horas cada día administrando el sacramento de la reconciliación.

El padre Dri, alguna vez catalogado como “de pastor de vacas a confesor del Papa”, fue a ver a Bergoglio cuando vivía en Buenos Aires preocupado porque perdonaba mucho, y pecados graves. En el reportaje largo de hoy de PERFIL, el padre Dri (extraño caso donde llamarlo cardenal casi que lo achica) cuenta que solo una vez no pudo perdonar a un pecador. En el Santuario de Nuestra Señora de Pompeya, en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, se hacen filas de personas, entre ellas muchos clérigos, que vienen a confesarse solo con él.

Quienes lo asisten en sus largas horas de misa y confesionario tienen devoción por el padre Luis. Al terminar el reportaje, uno de ellos le dijo a un productor: “Tienen un testimonio histórico, acaban de hacer un reportaje a quien algún día será declarado santo”. El padre Dri mismo encierra una historia milagrosa: se curó de un cáncer de colon muy severo a los 40 años, luego de un tratamiento y al repetir los estudios el médico que lo atendía se sorprendió porque se había curado sin que quedaran rastros de ese cáncer.

La familia del padre Dri también simboliza la tormentosa historia argentina: su primo hermano, con quien no comparte sus ideas, Rubén Dri, fue sacerdote también por los deseos de su madre, participó en la fundación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) pero en 1974 dejó de ser sacerdote para pasar a la clandestinidad, luego de escapar a un cerco que el Ejército tendió a la guerrilla de las FAP se exilió en México. Regresó a su país en 1984 y fue profesor universitario e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Fue nombrado profesor consulto en 1999 y en diciembre de 2001 participó activamente en una de las asambleas barriales de la Ciudad de Buenos Aires.

El libro publicado en 2016 Non aver paura di perdonare, de los escritores italianos Andrea Tornielli y Alver Metalli, desarrolla en profundidad el “método” Dri de perdón. “No tengan miedo de perdonar” y de perdonarse parece ser el mensaje del papa Francisco como anticipo de su viaje a la Argentina en 2024.

 

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