COLUMNISTAS
abusos en los intereses de las tarjetas de crédito

Milei interviene un mercado desregulado (por él) y busca bajar las tasas de los bancos

El anuncio de la baja de tasas de interés del martes pasado vino con una cuota de heterodoxia. Milei y Caputo entienden que, frente a la demanada casi nula de dinero desde el sector público, se demora la aparición de crédito a tasas razonables para los privados. Cuestión que consideran crucial para la recuperación de la economía. Con la intervención directa del Presidente, las tasas de interés de las tarjetas de crédito deberán ahora estar en un dígito. O, como advierte, habrá represalias.

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| Pablo Temes

El Estado se hizo presente. Por orden de Javier Milei. Y para intervenir en un mercado que el propio Presidente había desregulado en enero, siguiendo su ideología de desregular trabas para que los privados (y públicos en este caso) determinen el valor de los precios. Sucedió el martes pasado, minutos después del anuncio del índice de inflación de abril de 8,8% y la consecuente reducción de las tasas de interés de referencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA) del 50 al 40%; siguiendo la línea editorial consensuada entre Milei, su ministro de Economía Luis “Toto” Caputo y el titular de la entidad, Santiago Bausili. Los tres resolvieron hace dos meses que la aspiradora de pesos debe funcionar a toda máquina, licuando moneda doméstica al máximo potencial posible. Considera, con cierto éxito hasta aquí, que esta fosa de moneda doméstica donde caen billetes que hasta hace pocos meses se multiplicaban por arriba del 220% anual, es la clave para evitar corridas, concentrar la política cambiaria en operaciones de embudo hacia las divisas disponibles y, así, fortalecer el primer músculo necesario para estabilizar la economía y bajar la inflación. La otra política es el superávit fiscal; que, según ya saben Milei y Caputo, se mantuvo en abril. Tanto el primario como el financiero. Hasta aquí, sólo políticas libertarias vinculadas a la aspiración de pesos y disminución de riesgos monetarios. Todo dentro de la estricta ortodoxia, de una política que se viene manifestando desde marzo y que se profundizó en abril y continúa en mayo. Sin embargo, el anuncio de la baja de las tasas de interés del martes pasado vino con valor agregado heterodoxo.

Entre los muchos gráficos que Milei analiza día a día, hay uno que comienza a preocuparle. Seriamente. La falta de reactivación de la economía real, algo que el jefe de Estado y su ministro de Economía vinculan, entre otros factores, a la falta de crédito. Ambos se preguntan, por qué si hay una política de reducción drástica de las tasas y el costo financiero, no hay una política consecuente de contracción de las tasas de interés al público privado. Los gráficos que analizan Milei y Caputo son los de créditos a empresas de todo tipo, sector y color político, prendarios y personales. Y no encuentran relación entre la evolución negativa de la demanda de dinero desde el sector público (hoy casi nula en moneda doméstica, al no haber déficit) y la voluntad de préstamos a los privados. Cree Milei que la aparición del crédito a tasas razonables y consecuentes con los pases de 40% impuestos el martes pasado por el BCRA, es imprescindible para que comience a acelerarse la recuperación de la economía privada. Y que, desaparecido el Estado como demandante, los bancos deben cumplir el rol fundamental en toda sociedad capitalista de ser los socios financieros de los emprendimientos empresarios. Considera el Presidente que los bancos se malacostumbraron en los últimos años, en descansar en las Leliqs y similares, ganando tranquilamente y sin esfuerzo (aunque con obvios riesgos) rentabilidades fenomenales con tasas que le ganaban por varios puntos a la inflación. Y que ahora ese negocio terminó y no volverá. Y que llegó el momento de prestarle a los privados.

Hay un gráfico que mira el Presidente con preocupación: la falta de reactivación de la economía real

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No fue, sin embargo, esta situación lo que generó el principal motivo del malhumor del Ejecutivo sobre las entidades financieras. El Presidente observó con pavor el nivel de tasas de interés que los bancos cobran por los descubiertos en las tarjetas de crédito, cuando los clientes que no pueden pagar la totalidad de lo adeudado deciden financiarse por esta vía. Algo que en los primeros cuatro meses de gestión de Milei se multiplicó, al ritmo del fogonazo inflacionario de diciembre-marzo, y la consecuente recesión. Los porcentajes que llegaron al jefe de Estado eran pavorosos. Los bancos de primera línea le cobran a sus clientes más de 200% de interés, cuando la tasa de referencia se ubicaba hasta la baja del martes pasado en 50%. El equipo económico sufrió una fuerte desilusión al observar que el mercado de tasas de interés de las tarjetas de crédito, fue uno de los muchos mercados desregulados por el DNU que, hasta que se determine su suerte final en Diputados (o la Corte Suprema de Justicia actúe), tiene vigencia en algunos rubros con el del costo de financiarse con los plásticos. Pero que a diferencia de otros experimentos, como el de los alquileres (Milei maneja datos concretos de todo el país donde se indica que los precios bajaron, la oferta subió y los contratos se multiplicaron), en el caso de las tarjetas de crédito se dio el proceso contrario.

Decidió entonces el Gobierno actuar como ya lo había hecho con las prepagas, los alimentos y bebidas no alcohólicas y las tarifas de gas y agua. Intervenir, al mejor estilo heterodoxo. Quemando libros e ideales, y presionando de manera directa para que un mercado liberado comience a retractarse bajo el escenario de una escalada de precios y costos. Para el Ejecutivo no se trata de renunciamientos, sino simplemente de intervenir en aquellos mercados donde los actores oferentes de algún producto o servicio “No la Ven”; perjudicando su estrategia general de estabilización de la economía. Una especie de instrucción cívica libertaria vía intervenciones directas, para que algunos actores que no entienden sobre la competencia se tomen un tiempo de reflexión. Lo cierto es que desde el próximo lunes, las tasas de interés de las tarjetas de crédito deberán estar en un dígito. O habrá represalias. Comenzará el Banco Nación, que de casi 150% de interés por descubiertos en los plásticos, pasará a un 90%.

Otra preocupación son las tasas de interés de las tarjetas, el lunes deberán bajar, según el Gobierno

La entidad financiera pública que Milei no pudo privatizar, le trajo al Presidente un dato positivo. Ayer recibió el Gobierno la información que aún antes de comenzar a concretar las nuevas líneas de créditos hipotecarios UVA, lo que ocurrirá oficialmente el 20 de mayo, hay una catarata de interesados que se comunican por todas las vías de comunicación posible. Otro banco privado de dueños locales que hizo punta con sus propias líneas habla de 20 mil carpetas ya presentadas; mientras que una entidad de capitales privados extranjeros decidió que abrirá oficinas especialmente destinadas a tratar las futuras operaciones UVA. El Gobierno lo interpreta de manera efusiva y sin vueltas, como el primer gran éxito ante el público masivo de la política económica de estabilización. Deberá sin embargo, moderar el entusiasmo. Una primera mirada de las presentaciones trae aparejada una realidad algo dolorosa. Muchos son los que se presentan, pero pocas familias las que califican para acceder a las líneas. Sucede que la demanda de créditos para acceder a una casa propia en un país donde se calcula que unos cinco millones de personas no tienen su hogar y los ingresos disponibles para lograr calificar para un crédito hipotecario son dos curvas, que difícilmente se crucen en un punto de equilibrio. Y que sólo una pequeña parte de los demandantes tienen los ingresos suficientes como para justificar el pago de una cuota alta, que también, indexará con la inflación futura. Esto además de los muchos demandantes con papeles algo flojos ante el Veraz, algo comprensible en un país que hace diez años que no crece y que hace cinco vive en una severísima crisis.

Milei considera que sólo con la presentación de semejante demanda, se trate de un éxito. Y que lo obliga a profundizar sus políticas activas. Ya tomó una decisión. En mayo y junio no habrá aumentos en las tarifas de gas, las que permanecerán planchadas hasta nuevo aviso. Quizá hasta que pase el invierno. Esto es, septiembre. La razón es simple. Y hasta comprensible. La inflación no debe pasar del 6% ya en mayo. Y, en lo posible, seguir la tendencia negativa aunque sea de una manera simbólica. El objetivo de mínima es un 4% para agosto. El de máxima que navegue flotando por arriba del 2%. Se verá. Pero si para que esto sea posible, Milei debe quemar libros e intervenir en mercados que él se imaginó fácilmente desregulables, así se hará. Hay algo de bronca contenida que Milei tiene dentro suyo. La actitud de muchos empresarios de grandes empresas nacionales, críticos acérrimos del kirchnerismo y sus barrios políticos lindantes, que desde que comenzó su gestión no sólo no apoyaron abiertamente sino que además operaron en contra. Según su visión. Habla permanentemente de las grandes empresas productoras de alimentos, prepagas, seguros y otros rubros, que entre diciembre y enero fijaron sus precios con un dólar a 2 mil pesos; apostando, según la visión presidencial, a que él no lograría dominar la nave y llevarla al puerto de la estabilidad. Esto, en un jefe de Estado memorioso, es una herida que tardará en cicatrizar.