El mundo pasaría menos hambre y sería más productivo si se acortara la brecha en los sistemas agroalimentarios, sector productivo en el que las mujeres ocupan, en promedio, un 36% de los espacios.
La conclusión se desprende del informe “La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios” que elaboró sobre este tema y por primera vez la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En el documento, que contiene datos y cifras sobre el sector agroalimentario en el mundo, se afirma que actualmente existe una brecha de género del 24% en lo que respecta a la productividad de la tierra en explotaciones del mismo tamaño administradas por mujeres y por hombres.
Esta menor productividad se explica por múltiples factores: el menosprecio y menor pago en comparación con el trabajo realizado por los hombres (que además es más precario e inestable), la brecha en el acceso a la tenencia de tierras y la posibilidad de obtener créditos, y el tiempo destinado por el género femenino a las tareas de cuidado no remuneradas.
En números, el informe asegura que las mujeres que trabajan por un salario en la agricultura ganan 82 centavos por cada dólar que ganan los hombres, una cifra significativa si se tiene en cuenta que en muchos países los sistemas agroalimentarios constituyen una fuente de sustento más importante para las mujeres que para hombres. De hecho, en el sector, la participación está casi equiparada en nivel de representación (36% frente a 38% en promedio).
Por otro lado, “el porcentaje de hombres con derechos de propiedad o de tenencia segura sobre tierras agrícolas es el doble que el de las mujeres en más del 40% de los países que han comunicado sobre la proporción de mujeres entre los propietarios de tierras”, detalla el escrito.
Debido al importante papel que cumplen las mujeres en este sector productivo, la FAO considera que, si se logra achicar o cerrar la brecha de género en la productividad agrícola, y se suprime la diferencia salarial existente en los sistemas agroalimentarios, “el producto interno bruto mundial aumentaría un 1%” y con ello “la inseguridad alimentaria mundial se reduciría en alrededor de dos puntos porcentuales”, algo que beneficiaría a 45 millones de personas en un corto plazo.
Si bien la participación de las mujeres en la agricultura tiende a crecer y es importante en casi todos los países del mundo, hay diferencias importantes en cuanto al nivel de representación. En países del África subsahariana, y en varios países del sudeste asiático, entre ellos Camboya y Vietnam, representan en torno a la mitad del total.
En estos países, en general, “las mujeres representan una mayor proporción del empleo agrícola en los niveles inferiores de desarrollo económico”, debido a que la falta de acceso a educación, infraestructuras básicas, y a otros empleos rurales fuera de la agricultura, lo que “limita en gran medida sus oportunidades de realizar trabajos no agrícolas”.
En Argentina, según los datos del Indec y del último Censo Nacional Agropecuario, solo el 20,5% de las explotaciones agropecuarias están gestionadas por mujeres productoras.
La incorporación sin brecha de las mujeres al mundo de los agroalimentos, además de aumentar la productividad, también ayudaría a luchar contra el cambio climático, afirmó la FAO. Las mujeres son, por la falta de acceso a tierras, créditos y un trabajo estable, las más vulnerables a las consecuencias del deterioro medioambiental que sacude a muchos países en forma de catástrofes climáticas.
“La carga de trabajo de las mujeres, incluidas las horas dedicadas a la agricultura, tiende a disminuir menos que la de los hombres durante las perturbaciones de origen climático, como el estrés térmico”, asegura el documento. “Además, las mujeres suelen estar subrepresentadas en la toma de decisiones sobre políticas climáticas en todos los niveles”.
La importante participación del género en todas las etapas del sistema (como productoras, empresarias, vendedoras y consumidoras) implica que cualquier cambio positivo también tendrá un alto impacto en el resto de la población.
“Si la mitad de los productores en pequeña escala se beneficiaran de intervenciones de desarrollo centradas en empoderar a las mujeres, se incrementarían notablemente los ingresos de 58 millones de personas”, cierra el documento.
Además, “se aumentaría la resiliencia de 235 millones de personas adicionales”.