El Carnaval de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy, es sin duda uno de los de mayor personalidad en el país. Desde luego, no es el único en toda la provincia de Jujuy.
Uno de los ritos más emblemáticos que comparte con el resto de los carnavales del noroeste jujeño es la ceremonia del desentierro y el entierro del diablo de carnaval o Pujlla, una voz quechua que significa “baile” y “juego”.
En esta celebración, mestizaje de la cultura aborigen y las prácticas heredadas de los españoles, un muñeco simboliza la liberación de los deseos reprimidos. Es por tanto una especie de dios de la celebración y la lujuria. Durante el carnaval todos pueden ser "Pujllay"(que significa "juego, baile o alegría").
El Pujllay es un “diablillo”, pero simboliza al sol, que para los locales es el responsable de fecundar a la tierra (la Pacha Mama).
Una semana antes de que comience el carnaval los festejos se inician con carnavalitos y bailes tradicionales. Este año será el 18 de febrero.
En Jujuy todo huele a albahaca
Durante la celebración del carnaval “grande”, los participantes acompañan a las comparsas y se congregan en los alrededores de Humahuaca para llevar a cabo la ceremonia de "desentierro del carnaval" y finalmente, una semana después, el "carnaval chico" (el entierro que tiene lugar el “domingo de Tentación”).
Las comparsas –con integrantes vestidos como diablos- y participantes se reúnen alrededor de mojones de piedra, generalmente ubicados en las afueras de la ciudad y se procede a desenterrar al Diablo Carnavalero que simboliza al sol rojo sol, para que fecunde a la Pacha Mama (la madre tierra) con su energía, el origen de las semillas, las raíces, los troncos, las hojas y los frutos de la región.
Carnaval afrodisíaco en Humahuaca
Cuando se realiza el desentierro, estalla la alegría en Humahuaca. Mientras “explotan” las bombas de estruendo o los eventuales fuegos artificiales, todos bailan un carnavalito jujeño animados por los redoblantes, bombos, trompetas, trombones e incluso el saxo de los integrantes de la comparsa.
Cuando la ceremonia concluye, todos regresan al centro y recorren las calles cantando coplas, tirándose agua, harina o talco e incluso serpentinas de colores. Pero también sosteniendo ramitas de albahaca (en Jujuy dicen que es una planta afrodisíaca, ideal para un rito de fertilidad) y toda la ciudad huele a huerta fresca. En algunas casas, también invitan a los bailarines a seguir bebiendo.
Cuando el desfile callejero se da por terminado, no significa que el pueblo se llama a silencio. Las murgas se reúnen en “fortines” -puntos de encuentros programados y se arman peñas con más música y baile.
Este año, el Domingo de Tentación tendrá lugar el 26 de febrero.
Ese día, las comparsas vuelven a los cerros para que el diablillo regrese a su escondite, pero no estará del todo solo ya que unas cuantas botellas de alcohol, hojas de coca e incluso cigarrillos que le dejarán son para el pueblo jujeño una buena compañía.
Y cuando la fiesta realmente acaba, todos regresan a casa un poco ensordecidos por el estallido de nuevas bombas de estruendo. Si a alguien le sorprendió alguna vez el silencio de la puna, verá que las cosas pueden cambiar.
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