El pasado 27 de julio, Fernando Marino, de 28 años, fue asesinado a manos de dos motochorros. El hecho ocurrió en Adrogué, mientras realizaba la entrega de un pedido de la empresa en la que trabajaba.
La secuencia duró apenas unos segundos, alrededor de las 13 hs., y quedó registrada en la cámara de seguridad de una casa sobre la calle República de Italia al 900. Jonatan Tabares, vecino del barrio, escuchó una explosión y salió de su domicilio para ver qué sucedía. Allí vio a Fernando, sobre el asfalto. "Pensé que había sido el motor de una moto, pero me encontré con algo peor, tremendo", dijo en diálogo con Reperfilar. La imagen que lo esperaba del otro lado de la puerta fue desgarradora. "Salgo y me encuentro con Fernando tirado en la calle, primero pensé que había sido un accidente", relató.
Jonatan fue la última persona que vio con vida a Fernando. Es que mientras lo subían al patrullero para llevarlo hasta el hospital, se desvaneció en medio de la calle. "Fue un momento muy triste y desolador", recordó con lágrimas en los ojos. Sin embargo, el dolor creció cuando conoció a los familiares de la víctima, quienes le agradecieron incansablemente por lo que había hecho. "Les pedí perdón porque siento que fracasé porque quería ayudar, pero no lo logré porque Fernando no está. El consuelo que yo quería que ellos tengan era que su hijo no murió solo, sino que hubo alguien que se quedó hasta último momento con él", cerró.
A raíz de una declaración de un testigo de identidad reservada, la Fiscalía N°6 de Lomas de Zamora -donde está radicada la causa- detuvo para indagar a Johanna Anabella Quevedo, de 29 años, y Mauro Sebastián García, de 25. Fueron encontrados en Burzaco y son los principales sospechosos luego de un hallanamiento en su domicilio: allí había zapatillas, un casco, un chaleco y una pistola 9 milímetros que coincidían con lo visto en las cámaras de seguridad y con lo relatado por el testigo. Además, secuestraron tres celulares.