—En el tomo primero del libro “La verdad los hará libres”, publicado el año pasado, hay casi treinta páginas dedicadas al caso de los jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, el periodista argentino Horacio Verbitsky criticó su comportamiento con ambos durante la dictadura, primero en el año 2013 y luego aún después de que Jalics había dicho que se había reconciliado con usted en el año 2018, a partir de una carta de la hermana de Yorio, ¿qué balance realiza usted de sus propias actuaciones durante la dictadura?
—Fueron diversas las actuaciones. En el caso de ellos, les dije: “tengan cuidado”, les advertí, los cuidé. A veces todo gira a negociar con la libertad de la gente, con Massera estuve tres veces, negociaron la libertad de algunos presos políticos que tenían ellos. Con el general Pianta, me entendí muy bien y era honesto, me ayudó mucho. Y el que era superior de Pianta, que no me acuerdo el nombre, vivía cerca de la cancha de River. Incluso fui un día a cenar a su casa. Yo sabía que él no era torturador, pero era de la rosca, y para tratar con gente política, a veces se ha logrado. Me acuerdo una vez, en San Miguel, que tomaron preso a un muchacho que conocía, amigo mío, que trabajaba en el Observatorio y vivía en una de las villas de San Miguel, y fui a la Base Aérea donde sabía que estaba, a hablar con el comandante, y me dijo: “nosotros no lo tenemos”. Le dije: “mire, yo sé que usted se hace responsable de esto”. Era un hombre muy bueno, era todo el sistema. “Sepa que hay un infierno y que si usted a ese muchacho lo mata, es responsable de una vida y va a ir allí”. Me salió esa cosa.
—Usted dijo: “Irá al infierno”.
—Sí, sí, tal cual. Usé la palabra para que me entendiera, nada que ver con lo que hablamos antes. A la noche me vino a ver y me dijo: “Ya descubrí dónde está, a la 01.30 lo vamos a dejar en tal esquina, avise a la familia que lo vayan a buscar”. Ese chico vive ahora en Italia, estaba casado ya, tenía un bebé en aquel momento. Ahora tiene otro hijo también y me viene a ver con su mujer acá de vez en cuando, viven en el norte de Italia. A veces había que luchar cuerpo a cuerpo para salvar gente, y a veces había que hacerse el zonzo para lograr de otra manera una negociación. La última vez que estuve con Massera me levanté y me fui bastante maleducadamente. Con Videla estuve dos veces en la casa de Campo de Mayo, cuando era el comandante en Jefe y algo se logró, había que ir a negociar y tratar de sacar la mayor cantidad de gente posible. Me acuerdo una vez un uruguayito que me escribió ahora, hace poco, Mosca se llamaba, que entró del Uruguay escapado de allá, y acá estamos peor, y que hubo que despacharlo al Aeroparque pocos días después. Me lo llevé a San Miguel ahí escondido. Toda una aventura para sacarlo del país, se logró. Eran momentos nada fáciles.