En la mañana del 25 de mayo de 1979, Etan Patz fue visto por última vez mientras iba a la parada del bus escolar a 200 metros de su casa. 43 años más tarde y con un condenado, aún se desconoce su paradero. Su historia marcó un antes y un después a nivel nacional e internacional en la forma de buscar menores desaparecidos.
Etan vivía junto a sus padres, Julie y Stanley Patz, y sus dos hermanos en el barrio neoyorquino de Soho, donde la mayoría de los residentes eran gente de clase media trabajadora.
Durante las primeras horas del 25 de mayo, el niño se dirigió por primera vez solo a la parada del autobús luego de insistirle a su madre. Julie le había indicado que fuera cuidadoso, a lo que el menor respondió: "Está bien mamá, puedo hacerlo solo". Ella lo acompañó hasta la puerta y lo siguió con la mirada, hasta que perdió a su hijo de vista. Sin embargo, Etan jamás subió al autobús ni regresó a su hogar.
La preocupación por el menor comenzó ocho horas después de haber desaparecido, cuando Etan no había vuelto de la escuela. Julie realizó una serie de llamadas para descubrir el paradero de su hijo y fue así como se enteró de que el menor no había tomado el transporte escolar a la mañana. Desesperada, llamó a su marido y realizaron la denuncia de desaparición.
Se destinaron cien policías con perros para encontrarlo, varios helicópteros sobrevolaron la zona e investigadores fueron puerta por puerta preguntando por el chico.
El caso conmovió a la nación y su desesperada búsqueda impactó en las medidas para tratar estos hechos. A causa de la presión social se imprimió su foto en los cartones de leche, uno de los productos más populares de la época, convirtiéndose así en la primera desaparición difundida de esta manera. Su rostro se mostraba también en las primeras páginas de los diarios, noticieros y en carteles alrededor de toda la ciudad.
La historia de Etan no pasó desapercibida en el ámbito político. En 1983, Ronald Reagan, el entonces presidente de Estados Unidos, declaró el 25 de mayo como el “Día Nacional de los Niños Desaparecidos” en honor al chico.
Desde el 2001, la fecha tomó carácter internacional y consagra el “Día Internacional de los Niños Desaparecidos”. Además, su caso ayudó a impulsar la creación, en 1984, del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC por sus siglas en inglés).
En 2001, a 22 años de su desaparición, Etan fue declarado oficialmente muerto a pesar de nunca haberse encontrado su cuerpo. Con esperanzas de que algún día volviera, su familia no se mudó del departamento ni cambió el número de teléfono porque el niño lo sabía de memoria.
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El primer sospechoso fue José Ramos, quien era pareja de una mujer que los padres habían contratado en el pasado para acompañar a Etan a la parada.
Ramos era un abusador de niños que había sido condenado, pero nunca se hallaron pruebas en su contra respecto al caso Etan. En el 2000, los investigadores excavaron durante ocho horas el sótano de un edificio en Manhattan donde Ramos había vivido. Lo único que se encontró fueron huesos que resultaron ser de animales.
El misterio sería parcialmente resuelto en 2012. A comienzos de ese año las autoridades estaban investigando a Othniel Miller, un obrero que conocía a Etan y que había realizado un piso de concreto poco después de su desaparición. Durante la nueva búsqueda, la policía recibió el llamado de José López. López denunciaba que su cuñado, Pedro Hernández, le confesó que había asesinado a un niño en Manhattan.
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La policía interrogó a Hernández durante seis horas. Hernández, quien al momento de los hechos tenía 18 años, relató que persuadió a Etan ofreciéndole una bebida para que entrara en la bodega donde él trabajaba. Una vez allí, lo atacó.
“Lo agarré del cuello y comencé a ahorcarlo”, declaró. Luego, puso al menor, que aún respiraba, en una bolsa plástica que guardó dentro de una caja y que descartó a una cuadra de distancia.
El primer juicio contra Hernández en 2015 fue anulado por falta de pruebas y porque no se había encontrado el cuerpo de Etan. El caso fue retomado en octubre de 2016 y la prueba clave fue una descripción de la escena que dio el acusado: una puerta que había en el lugar y que él mencionó que no estaba cuando ocurrió el asesinato, dato que las autoridades comprobaron con los planos viejos del lugar.
En febrero de 2017, concluyó el segundo juicio y fue condenado a 25 años de prisión por el secuestro y asesinato del niño.