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Efemérides 4 de febrero

Guardavidas argentinos, muy lejos de Baywatch y las “brigadas explosivas”

Cada año, los guardavidas del país recuerdan a Guillermo Volpe, el único compañero que perdió la vida, a los 22 años, durante un rescate en Mar del Plata. Requisitos de una profesión riesgosa.

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Día nacional del Guardavidas | Agencia Shutterstock, Cedoc Perfil y Sindicato de Guardavidas de Mar del plata

Cada 4 de febrero, en Argentina se celebra el Día Nacional del Guardavidas, en homenaje a Guillermo Volpe, un guardavidas de 22 años que perdió la vida para salvar la de un chico indefenso en el balneario Oasis de Playa Grande, en Mar del Plata. Fue el 4 de febrero de 1978.

A pesar de que las sagas argentinas de la Brigada Explosiva (Los bañeros más locos del mundo, Bañeros II y varios números más) o las californianas de Baywatch simplificaban, cuando no parodiaban, el perfil físicoculturista, el desenfado y el sex-appeal de los bañeros, ser guardavidas es cosa seria. Un guardavidas es un socorrista que ayuda a los bañistas en ríos, mares, lagos, piscinas públicas y privadas, clubes, terrazas, costas e incluso en tierra. 

Un guardavidas recibe un entrenamiento físico especial; se capacita para mantener con vida a una persona que tuvo un accidente repentino; contiene a alguien que vive un trauma; maneja con muñeca situaciones de conflicto entre veraneantes o deportistas; evalúa riesgos geográficos y crea alertas para que nadie se exponga al peligro… Y, por supuesto, también arriesga su propia vida para salvar a alguien que se internó en un río o en el mar y no puede regresar.

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El guardavidas Guillermo Volpe 

La muerte de Guillermo Volpe, el 4 de febrero de 1978, fue un shock. Fue el primer y único caso de muerte de un guardavidas argentino en cumplimiento de su trabajo.

Hacía mucho calor y un chico de 10 años se había metido en el mar. Y se metió… y cuando se quiso dar cuenta, ya no podía regresar, estaba lejos de la orilla. 

Guillermo Volpe y otros seis guardavidas que lo acompañaban enseguida se dieron cuenta de la situación y no dudaron en iniciar el rescate. Se tiraron al agua. 

Hasta hacía dos días, Guillermo había sido socorrista en otra playa cerca de Punta Mogotes. Este era su nuevo trabajo. 

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Guillermo dio unas cuantas brazadas, llegó hasta el chico, lo agarró y mientras sus compañeros lo preparaban para regresar a la orilla, comenzaron los aplausos y los gritos de alegría desde la costa. El chico estaba a salvo y la historia tenía un final feliz. Pero sólo fue en parte. Guillermo no había regresado con ellos. 

Los compañeros de Guillermo regresaron al agua y lo buscaron durante horas. Nada. Se montó un operativo de búsqueda, se pidió por su paradero y la desesperación y el desconcierto aumentaban.

Dos días más tarde, unos pescadores encontraron su cuerpo en la Escollera Norte, con su silbato colgando del cuello. Llamaron a los guardavidas y sin dudarlo se tiraron al mar esperando lo imposible, era demasiado tarde. La autopsia determinó que había sufrido un infarto en el momento del rescate.  

El caso Guillermo Volpe conmocionó a Mar del Plata, a los sindicatos de guardavidas y a un país entero que comenzó a preguntarse si los aspirantes a esa carrera recibían toda la formación necesaria, si contaban con el equipamiento adecuado para su tarea, si ganaban como Dios manda. 

Día nacional del Guardavidas

En entrevista concedida a RePerfilar, el enero de este año, Fernando Espinach, secretario adjunto de la Federación Argentina de Guardavidas, el salario básico de un guardavidas sin antigüedad, que trabaja seis horas diarias seis días por semana, es de $115.000 netos.

Por eso, gracias a una gestión del Sindicato de Guardavidas y Afines y de la Unión de Guardavidas Agremiados, cada 4 de febrero se recuerda la profesión del guardavidas y se le rinde homenaje a Guillermo Volpe. En la playa donde trabajaba, hay un monolito recordatorio de su gesta. 

Un Paseo marplatense frente al mar lleva su nombre y hay incluso una competencia de natación en aguas abiertas que recuerda el altruismo de los socorristas, la Copa Guillermo Volpe. 

En julio del año 2021, Daniel Lugea, un colega que lo acompañaba en el momento fatal, cumplió con el deseo de la familia de entregar sus cenizas mar adentro, hacia donde se dirigieron sobre tablas de surf y botes semi-rígidos atravesando la rompiente.

Está en marcha el proyecto de exhibir, en el Archivo Museo Histórico Municipal Roberto Barili, el silbato y la malla que usó Guillermo Volpe durante su último rescate.