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Efemérides 2 de febrero

Máxima y Guillermo de Holanda se casaron hace 20 años

Con el fondo musical de “Adiós Nonino”, tiara de diamantes y un Valentino, se llevó cabo la ceremonia. El brillo de la novia, la historia de amor genuina le dieron una popularidad creciente a la pareja. Máxima pasó a ser “la Lady Di” de los holandeses.

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El 2 de febrero de 2002, el príncipe de Orange se casó con la ejecutiva bancaria argentina y católica, un casamiento que despertó pasiones encontradas en Holanda. | CEDOC

Hace 20 años, el 2 de febrero de 2002, la argentina Máxima Zorreguieta se casaba con el príncipe Guillermo Alejandro, heredero de la Corona de los Países Bajos. 

Desde ese día, Máxima Zorreguieta fue Su Alteza Real la princesa de Orange, título que conservaría hasta el 30 de abril de 2013, cuando su suegra, la entonces Reina Beatriz, abdicó al trono a favor “de las nuevas generaciones”. 

Con sonrisa inquebrantable, un vestido de novia creado por Valentino, una tradicional tiara de diamantes que la novia aggiornó a su gusto y una puesta en escena de cuento de hadas sobre alfombra roja, ese 2 de febrero de 2002, Máxima Zorreguieta logró que su sueño dorado se hiciera realidad. Ni siquiera se permitió que el río de lágrimas que le recorría las mejillas opacara el maquillaje y el momento inolvidable que los holandeses seguían a través de las pantallas gigantes del Dam.

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El príncipe Guillermo sostenía su mano y el 97% del pueblo holandés aprobaba su unión con el heredero de la Casa Real de los Países Bajos

Radiante, escuchó en silencio y con cierto desafiante amor filial Adiós Nonino, de Astor Piazzola, el tema envolvente que ella misma había elegido. Era el tema musical preferido de su padre, Jorge Zorreguieta.

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Lágrimas por el gran ausente: su padre; el precio que debió pagar por su felicidad.

Unos días antes, el primer ministro socialdemócrata holandés Wim Kok, del Partido del Trabajo (PvdA), había prohibido que Jorge Zorreguieta estuviera presente en la boda “nacional”, debido a su vínculo con la dictadura de Jorge Rafael Videla. 

El Parlamento del país que recibía a Máxima con los brazos abiertos acompañó la solicitud y Zorreguieta no pudo asistir al casamiento de la hija mayor de su segundo matrimonio con María del Carmen Cerruti Carricart, que se quedó junto a él para seguir la boda de Máxima desde un televisor, en Londres. Fue Máxima quien había tenido que decirle que no fuera.

Ese día, Job Cohen, el alcalde de Ámsterdam, ofició la unión civil en la Bolsa de Valores (Beurs van Berlage) y luego, el reverendo Carel ter Linden presidió la ceremonia religiosa en la Iglesia Nueva (Nieuwe Kerk), de la misma ciudad.


Máxima y Guillermo, hace más de 20 años

Máxima era vicepresidenta de la división de mercados emergentes de Dresdner Kleinwort Benson en Nueva York, cuando una amiga del colegio secundario, el Northlands, le presentó al príncipe Guillermo de Orange en el stand del Real Club de Andalucía, durante la Feria de Abril de la ciudad de Sevilla. Como tantas personalidades de Europa, Guillermo era socio “de honor” del aeroclub sevillano. Corría el año 1999. 

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Una boda real y el guiño de los líderes mundiales.

Luego del encuentro y del flechazo, Máxima regresó a su escritorio en la Gran Manzana. Sin embargo, la relación continuó y parecía ir en serio.

Tiempo después y puertas adentro, toda la monarquía naranja, con la reina Beatriz a la cabeza, las tías y los primos, la corona aceptó el noviazgo. 

Sin embargo, para el Parlamento y varios sectores críticos, la elección de una plebeya argentina que trabajaba en un banco (hasta marzo de 2001, cuando la pareja anunció públicamente su compromiso, Máxima conservó un puesto de relativa jerarquía en el Deutsche Bank, en Bruselas) había pasado a ser una cuestión de estado.

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El día en que anunciaron el compromiso; la aceptación popular fue inmediata.

Los novios anunciaron públicamente su compromiso el 30 de marzo de 2001 y Máxima, frente a cámaras, habló a los holandeses en un perfecto y fluido holandés, un gesto que el pueblo nunca olvidaría: fue una señal de respeto y compromiso por el paso que estaba dando.

Cuarenta y siete días más tarde, se le otorgaba a Máxima la ciudadanía neerlandesa

 

Máxima hace 20 años: el verdadero escándalo 

El 3 de julio, las dos cámaras del parlamento neerlandés aprobaron un proyecto de ley presentado por el gobierno para consentir el matrimonio, ya que había otro escollo: Máxima era católica y Guillermo protestante. 

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Máxima, hija del segundo matrimonio de su padre; tiene seis hermanos; la menor se suicidó en 2018 y le partió el corazón.

A los holandeses les importaba poco que Máxima fuera plebeya, católica y además argentina; el escándalo era que su padre hubiera sido, primero, subsecretario y, luego, secretario de Agricultura y Ganadería durante el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla. En los Países Bajos era un rango equivalente al de secretario de Estado

Jan Marijnissen, líder del Partido Socialista, y representantes de “Los Verdes” de GroenLinks exigían a la joven de 29 años que hiciera una declaración expresa de "demócrata". 

Varios intelectuales se mostraron también poco partidarios de que, mediante una boda, Los Países Bajos quedaran vinculados a un país que practicó la “guerra sucia” y la violación de los derechos humanos

La escritora Mies Bouhuys, por ejemplo, que había colaborado con organismos que expatriaban a familiares de amenazados o desparecidos durante los años de plomo del régimen militar, fue una de las más tenaces. “Que Guillermo se case si quiere, pero que renuncie el trono”, dijo sin más.

Sin embargo, la espontaneidad de Máxima, siempre sonriente; su personalidad correcta, pero desacartonada; y el brillo que emanaba de cada uno de sus looks y apariciones junto al príncipe heredero, redundaron en un aumento de lectores para la prensa y una mayor popularidad para la corona holandesa

El dolor de Máxima de Holanda: lágrimas en su última aparición oficial
Siempre se mostró como una reina sensible y eso la acercó a los holandeses.

Todo título que incluyera la palabra “Máxima” se leía. Así sucedía con la revista Prive, que se distribuía con De Telegraaf, el segundo periódico de mayor tirada en Los Países Bajos. 

En el Palacio de Huis ten Bosch, de La Haya, la residencia real, las cuentas cerraban. 

La compañía de Máxima había limado las aristas toscas de la imagen pública del Príncipe Guillermo quien, cuando sólo tenía 11 años, había mandado a un fotógrafo fastidioso a freír churros. Ahora sonreía en público y, como sucedía con Máxima, esa felicidad parecía genuina.

 

La boda inolvidable de Máxima y Guillermo


El 2 de febrero de 2002, los acordes de Adiós Nonino llenaban Nieuwe Kerk de tango argentino. Máxima vivía el momento más feliz de su vida y estaba sola, casi en la orfandad, sin la compañía de los padres que le dieron la vida y que, como toda hija espera, la entregaran con pompa a una de las coronas más antiguas de Europa. 

Mientras las cámaras se enamoraban del rostro emotivo y la felicidad auténtica de Máxima, el bandoneón de Carel Kraanyenhof, parecía subrayar su orfandad. Siempre sonriente, enjugando sus lágrimas con un pañuelito y sentada junto al novio enamorado, el pueblo holandés no necesitó más para “darle refugio” y convertirla en uno de ellos. Ya tenían a su Lady Di.

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En las cuentas oficiales de la casa real publica selfies, fotos familiares y escenas "domésticas".

Máxima había soportado estoicamente que, durante los últimos tres años, la reina Beatriz hubiera investigado su pasado y el de su familia (incluso con informes solicitados a Amnesty International). De todos había salido ilesa, no la hacían heredera de la responsabilidad moral que le cabía al padre.

Mientras eso sucedía, a lo largo de tres años Máxima demostró tener un orgullo y una ambición a prueba de balas. Donde le ordenaron, se encerró a estudiar todo lo que debía saber de Los Países Bajos para estar a la altura de las circunstancias. Cada una de sus breves apariciones y expresiones públicas fueron sutiles y más lingüísticamente correctas que las de algunos nativos -dicho por los mismos holandeses-. 

Y así fue como la boda se consumó. En la primavera del 2003, los príncipes se mudaron a la finca «De Horsten», en Eikenhorst, Wassenaar. En 2013, cuando la reina Beatriz abdicó al trono, se mudaron a Huis ten Bosch y encararon una reforma y modernización del palacio de 1645, que costó € 63 millones.

 

Máxima, la reina sensible


En 2011, cuando Máxima era “solo” princesa, pero ya habían nacido sus tres hijas, las princesas Catalina Amalia (7 de diciembre de 2003), Alejandra (26 de junio de 2005) y Ariadna (10 de abril de 2007), los familiares de Leonardo Samuel Slutzky, desaparecido durante la dictadura militar argentina, presentaron ante la Justicia holandesa una querella contra Jorge Zorreguieta, por su participación en el gobierno de facto. Finalmente, no se le dio lugar por falta de pruebas.

Cinco años antes, de paso por Buenos Aires, Máxima había solicitado una reunión con Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. 

“Fue una reunión muy positiva. Demostró que la violación de los derechos humanos no le es indiferente. Tiene mucha sensibilidad y me pareció muy inteligente, mucho más ligada a la Argentina de lo que imaginaba”, recordó Estela de Carlotto durante una entrevista con Soledad Ferrari y Gonzalo Álvarez Guerrero, autores de Máxima, una historia real; vida y secretos de la reina de Holanda.

El 30 de abril de 2013, Máxima Zorreguieta dejó de ser la princesa de Orange y se convirtió en Su Majestad la reina de los Países Bajos, cuando Beatriz abdicó al trono y volvió a ser “una princesa”. Fue como si se hubieran intercambiado los roles.

 

Máxima y el peso de ser "la nueva Lady Di"

Varios “traspiés” hicieron de los últimos dos años de Máxima y Guillermo los menos favorables en la construcción de su imagen pública: las vacaciones en Grecia, durante la pandemia mundial; el salario de € 1,6 millones anuales para la princesa Amalia, que ya cumplió 18; y los paseos emperifollados en la “Carroza dorada” de la corona, con decoraciones esclavistas. 

Reina Máxima de Holanda, durante la entrevista.
Para la televisión holandesa; leyó un poema de Pablo Neruda en español y habló del suicidio de su hermana Inés.

“No somos infalibles”, fue el descargo a lo primero; “ya no lo quiero”, la respuesta obligada de Amalia; “se exhibirá en el Museo de Amsterdam hasta nuevo aviso”, la decisión de Guillermo sobre el desafortunado carruaje.

Aun así, la imagen positiva de los reyes de Los Países Bajos demuestra que siguen siendo aceptados en su país (ella, 63%; él, 57%, según datos que publicó ISOS en 2021). 

La corona apuesta que los festejos por los 20 años juntos, renueven los votos populares.