El histórico Carruaje Dorado en el que la argentina Máxima Zorreguieta viajó el día de su casamiento con el príncipe Guillermo Alejandro se convirtió en el centro de un debate tan intenso que el gobierno decidió dejarlo fuera de uso “hasta que Holanda esté lista para ello”.
Veinte años después de su boda con Máxima, el rey Guillermo Alejandro anunció que ya no utilizará el “Gouden Koets” hasta nuevo aviso porque este regalo de Ámsterdam a la reina Guillermina es visto por muchos holandeses como un símbolo del colonialismo y el racismo.
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“Nuestra historia contiene mucho de lo que estar orgullosos”, dijo el rey en un video este 13 de enero al referirse al carruaje de 123 años de historia. “Al mismo tiempo, también ofrece material de aprendizaje para reconocer errores y evitarlos en el futuro”.
Y prosiguió: “No podemos reescribir el pasado, pero podemos tratar de aceptarlo juntos. Esto también se aplica al pasado colonial. No tiene sentido condenar y descalificar lo que ha sucedido a través de la lente de nuestro tiempo. La simple prohibición de objetos y símbolos históricos ciertamente tampoco es una solución”.
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El rey afirmó que el Carruaje Dorado solo podrá volver a ser conducido cuando Holanda esté lista. Y ese no es el caso ahora. “Mientras haya personas viviendo en los Países Bajos que sientan el dolor de la discriminación a diario, el pasado aún proyectará su sombra sobre nuestro tiempo”, afirmó.
El dibujo de una mujer blanca rodeada de personas negras que ponen regalos en sus pies es parte de la decoración del carruaje. El llamado “Tributo de las colonias” ha sido muy criticado en los últimos años y algunas personas reclamaron que sea eliminado.
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El carruaje se utilizaba en ocasiones muy especiales, como entronizaciones de nuevos reyes, bodas reales y antes antes del inicio de la pandemia se utilizaba en el recorrido de los monarcas por la ciudad de La Haya durante el tercer martes de cada septiembre y uno de los días más importantes en la política de Países Bajos, también conocido como el Prinsjesdag.
Y aunque inicialmente el rey había dicho que no dejarían de usarlo porque “forma parte del patrimonio cultural neerlandés”, finalmente sucumbió a la presión. Desde mediados de 2021, el Carruaje se exhibe detrás de cristales blindados en el Museo de Ámsterdam.
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El carruaje fue creado en 1898 y fue un regalo de los habitantes de Ámsterdam a la reina Guillermina (bisabuela de Guillermo Alejandro) cuando ascendió al trono a los 18 años. Cuando era construido, el activista socialista Louis Maximiliaan Hermans pidió a sus compañeros de la ciudad que boicotearan las tiendas que ayudaron a recaudar dinero para colaborar.
Hermans señaló la amarga pobreza de la ciudad: “Cuando en un hogar la mayoría de los miembros están en necesidad a nadie se le ocurrirá ofrecer un regalo precioso a una persona que no necesita nada”. “Además: ¿qué hará Guillermina con un carruaje? En verdad, la señora posee alrededor de ciento cincuenta de estos vehículos", escribió Hermans”.
Los holandeses que impulsaron la iniciativa quisieron que el carruaje enfatizara un carácter puramente patriótico: el lino para las almohadas de los asientos procedía de Zelanda, el cuero para las correas de transporte para la cabina era fabricado en Brabante.
También participaron los territorios holandeses de ultramar: la madera de teca de la que se hizo la construcción había sido transportada desde Java; el marfil para los adornos llegó desde Sumatra. Los niños del orfanato de Burgerweeshuis, actual ubicación del Museo de Ámsterdam, ayudaron a bordar las almohadas del carruaje.
Guillermina recibió el carruaje en 1898, aunque tampoco lo utilizaría de inmediato simplemente porque no le gustaba. Y pasarían tres años, hasta su boda con el príncipe Enrique, hasta que hizo su primer paseo público a bordo del Carruaje Dorado.
Después de eso, el transporte exclusivo de la realeza solo sería utilizado una vez por año, en la apertura de los Estados Generales en La Haya, y en las bodas de su nieta, la princesa Beatriz en 1996 y de su bisnieto, Guillermo Alejandro, en 2002. La propia Guillermina, que consideraba el carruaje un enorme exceso, consideró incluso guardar el vehículo en el Rijksmuseum unas cuantas veces, temiendo que fuera visto como una provocación al pueblo.
Muchos holandeses preferirían ver a su soberano en bicicleta que sobre un carruaje de grandeza casi oriental.