La interpretación de “Adiós nonino”, de Astor Piazzolla, significó el momento más emotivo de aquella boda, celebrada en la principal catedral de Ámsterdam, que unió al príncipe heredero de los Países Bajos con la argentina Máxima Zorreguieta.
Ocurrió el 2 de febrero de 2002, hace 20 años, y hoy sus protagonistas ya no son príncipes, sino reyes, pero el camino hacia el trono fue complicado, especialmente por los orígenes de Máxima: el que fuera plebeya no era un problema para los holandeses. Pesaba el hecho de que su familia hubiera estado ligada a la dictadura de 1976-1983, una de las peores que vivió Latinoamérica.
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Guillermo Alejandro de Orange era el heredero de la popular reina Beatriz. A los 34 años, con un largo historial noviazgos con jóvenes de su país y el apodo de ‘Prins Pils’ (príncipe de la cerveza) por su fama de fiestero, el príncipe de Orange se casó en la Nieuwe Kerk de Ámsterdam con la economista y ejecutiva bancaria nacida en Buenos Aires.
La novia era hija de Jorge Horacio Zorreguieta Stefanini, quien ejerció como Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca en el gobierno del general Jorge Videla entre 1979 y 1981, un trasfondo familiar peliagudo que suscitó abundantes recelos en la opinión pública y en la clase política holandesas, y el debate llegó hasta el Parlamento holandés.
Eran los años más oscuros de la historia argentina. La represión se realizó a lo largo y ancho de todo el país, en más de 300 campos y centros clandestinos de detención, tortura y exterminio. El objetivo eran sobre todo los activistas sindicales y militantes de izquierda y del peronismo, que representaron el grueso de los 30.000 desaparecidos que produjo el terrorismo de Estado.
Máxima Zorreguieta tenía 5 años cuando su padre fue nombrado secretario por Videla, pero diferentes sectores de la sociedad holandesa llegaron a exigir que pidiera disculpas públicamente por la participación de su padre en la dictadura. El golpe final fue la decisión de que los padres de la novia no pisaran Holanda si llegaba a concretarse el casamiento.
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Guillermo y Máxima se conocieron en 1999 en Sevilla, en una fiesta de ambiente flamenco al calor de la Feria de Abril, cuando ella ejercía como vicepresidenta de ventas institucionales en el Deustche Bank de Nueva York. El 30 de marzo de 2001, tras casi dos años de noviazgo discreto que colmaron las tapas de la prensa a uno y otro lado del Atlático, la reina Beatriz y el príncipe Claus anunciaron en TV el compromiso de su hijo que al mismo tiempo fue la presentación pública de Máxima al pueblo holandés.
Por primera vez, Holanda tendría una reina plebeya que, además, sería la primera reina europea nacida en Latinoamérica, pero la argentina sorprendió al hablar un perfecto holandés. “Con gran placer puedo anunciar el compromiso de nuestro hijo Guillermo Alejandro con Máxima”, dijo la reina, que definió a su futura nuera como una “mujer inteligente y moderna” y pidió a los holandeses que aprendieran a apreciar sus cualidades.
El 3 de julio siguiente las dos cámaras del Parlamento, los Estados Generales, aprobaron, si bien no por unanimidad, el permiso legal solicitado por el primer ministro Wim Kok. El Parlamento debatió apasionadamente después de recibir un informe confidencial encargado a un especialista en América Latina donde se concluía que quedaba prácticamente descartado que Jorge Zorreguieta hubiera participado personalmente en la represión o en la violación de los Derechos Humanos durante el período en que fue ministro de la Junta Militar.
Esplendor real y manifestaciones públicas
Jorge Zorreguieta y su esposa, María del Carmen Cerruti aceptaron a no asistir a la boda de su hija para ahorrarle problemas y las autoridades holandesas los vetaron. Por su parte, Máxima, que el 17 de mayo obtuvo la nacionalidad neerlandesa, explicó que ella mantendría su fe católica, aunque los hijos que pudiera tener con Guillermo serían bautizados en la Iglesia Reformada Neerlandesa.
La doble boda se celebró bajo intensas medidas de seguridad, meses después de los ataques terroristas del 11S en Estados Unidos. Una sobria ceremonia civil oficiada por el alcalde de Ámsterdam, Job Cohen, en el Beurs van Berlage (edificio del siglo XIX que alojó la Bolsa de la ciudad), fue seguida de la ceremonia religiosa en la Nieuwe Kerk, el principal templo gótico de la ciudad.
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Después, durante el paseo de la pareja por la ciudad a bordo del histórico Carruaje Dorado, Guillermo y la flamante “princesa argentina” escucharon silbidos, abucheos e insultos de quienes repudiaban a Jorge Zorreguieta, Cientos de manifestantes se mezclaron entre la multitud y uno de ellos arrojó pintura blanca el carruaje.
No se veía tan amplio nivel de repudio desde la boda de la reina Beatriz con el príncipe Claus, cuando fueron arrojadas bombas de humo, huevos y hasta pollos muertos al paso del carruaje y se registraron choques con la Policía, que practicó detenciones. Los holandeses repudiaban el origen alemán de Claus, quien formó parte de las Juventudes Hitlerianas cuando Holanda se encontraba bajo invasión nazi.
Los holandeses tardaron poco en olvidar los orígenes de Máxima, en quien valoraron la capacidad de adaptarse a la vida y la cultura de su país. La pareja se estableció en una villa en la finca De Horsten de la localidad de Wassenaar, donde criaron a sus tres hijas: Catalina-Amalia -segunda en la línea de sucesión al trono, quien cumplió 18 años meses atrás-, Alexia y Ariana. Desde que se convirtieron en reyes, en 2013, viven en el Huis Ten Bosch.
El camino al trono no estuvo exento de escándalos
En sus años de casados, los príncipes de Orange, aunque muy populares en todo momento, no estuvieron blindados frente a las críticas. La primera polémica surgió en 2009, cuando se informó que habían invertido una gran suma de dinero en dos bungalows construidos, supuestamente con criterios de sostenibilidad ambiental y mirando por el desarrollo de la comunidad local, en la península de Machangulo, un centro vacacional de Mozambique.
El cruce de informaciones, que hablaban de una una sociedad inmobiliaria radicada en la isla de Jersey, un conocido paraíso fiscal, llevó el asunto al Parlamento, donde los legisladores pusieron en duda la moralidad de una inversión privada de estas características en un país eminentemente pobre como era Mozambique.
Al final, el entonces primer ministro Jan Peter Balkenende, comunicó a la Cámara que los príncipes, sensibles a la controversia suscitada, habían decidido revender los inmuebles en cuanto estuvieran terminados. Posteriormente el príncipe Guillermo Alejandro reconoció que se habían "equivocado" al "no vender antes" las casas playeras compradas en Mozambique.
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Durante la pandemia, la popularidad de Guillermo y Máxima cayó como nunca antes. En octubre de 2020 tuvieron que pedir disculpas públicamente después de que la prensa informara que habían ido a vacacionar a Grecia cuando los Países Bajos vivían en un confinamiento parcial y se había advertido a la población en general que no viajara al extranjero, pero los reyes y sus hijas lo hicieron de todos modos.
Meses después, una fotografía durante el Campeonato de Europa de Fútbol de la UEFA mostró al rey saludando a los fanáticos del fútbol en la calle sin barbijo ni distanciamiento social desató nuevamente la crítica de los holandeses. Una gran fiesta por el cumpleaños 18 de la princesa Amalia, a finales de 2021, volvió a golpear la popularidad de los reyes, quienes tuvieron que reconocer, a través del primer ministro, que otra vez se habían equivocado.
