CULTURA
Aniversario

Astor Piazzolla, 100 años: el bandoneonista que abrió la grieta en el tango

Por qué Astor Piazzolla, el músico que comenzó en las orquestas típicas de la década de oro del tango, fue duramente cuestionado por los tradicionalistas. Origen de un enfrentamiento estético que no termina.

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Astor Piazzolla. | NA-Familia Piazzola-redes-Piazzola.org

Astor Piazzolla. Como en todo movimiento cultural, género musical o ideario estético, hay diferentes corrientes, gustos o ideas. Sus generadores y sus seguidores pueden estar más o menos de acuerdo, tomar caminos alternativos y hasta alejarse del grupo, sin perder el sentido de pertenencia. Tal es el caso del lugar que Astor Piazzolla ocupó dentro del tango.

El músico que nació el 11 de marzo de 1921 tuvo un origen bien tanguero, como uno más, aunque siempre tuvo más curiosidad e inquietudes que la mayoría de sus pares. Nacido en Mar del Plata, pero criado en Nueva York, recbió un bandoneón a los seis años, pero soñaba con tocar la armónica, un instrumento más acorde para sus correrías en las calles más bravas de la ciudad norteamericana en la década de 1930 y solía reconocer que allí “me hice peleador. Y quizá eso haya marcado también mi música”.

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Empezó a estudiar música a regañadientes, con dificultades. Solfeo, violín, mandolina, con el bandoneón en el ropero y su padre “machacándolo” con los discros de la orquesta de Julio de Caro. Según cuenta Piazzolla, se enamoró escuchando al sexteto de Elvino Vardaro, algo improbable, porque aquella mítica formación apenas grabó un disco sin difusión comercial. “Yo quiero hacer esto”, se dijo y comenzó a escuchar a otras orquestas: Pedro Laurenz, Pedro Maffia, Aníbal Troilo, Miguel Caló

 

Solía reconocer que en su infancia en Nueva York “me hice peleador. Y quizá eso haya marcado también mi música”.

 

Muy joven tuvo la oportunidad de entrar a la orquesta de “Pichuco”, que prefería músicos experimentados, pero se deslumbró con el virtuosismo de aquel jovencito que conocía a la perfección todo el repertorio de la orquesta. Troilo lo adoraba, aunque a sus arreglos tenía que tacharle la mitad de las notas, y muchas veces quiso “matarlo” por las bromas pesadas que hacía el joven bandoneonista, al que bautizó “Gato” porque no se quedaba quieto nunca.

Pero la inquietud de Piazzolla en la formalidad de una orquesta exitosa, lo llevó a buscar nuevos horizontes. Tras seis años con Troilo, pasó a dirigir la orquesta que formó el cantor Francisco Fiorentino, donde rompió el molde grabando dos temas instrumentales en una orquesta de un cantante. Después de un año, armó su propia orquesta, que también duró poco tiempo y la disolvió por falta de trabajo.

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El punto de quiebre en su vida fue ganar un concurso de composición en 1954, “Fabien Sevitzky”, lo que le permitió tener recursos económicos para instalarse en París y estudiar con Nadia Boulanger, la mujer que le cambió la vida. Para ser aceptado como alumno le tuvo que mostrar algo de lo que había compuesto, pero Boulanger sintió que le faltaba algo a esa música. Un día, Boulanger le preguntó qué música hacía en Buenos Aires y Astor le “confesó” que componía tangos y que tocaba el bandoneón. La gran maestra le pidió que tocase al piano uno de sus tangos y Astor arremetió con “Triunfal”. Antes de terminarlo,Boulanger le tomó las manos y le dijo: “No abandone jamás esto. Esta es su música. Aquí está Piazzolla”.

Nadia Boulanger le pidió que tocase uno de sus tangos y Piazzola tocó “Triunfal”. Antes de terminar,su maestra le dijo: “No abandone jamás esto. Esta es su música. Aquí está Piazzolla”.

Astor le hizo caso para siempre. A partir de entonces, decidió jugarse a fondo con sus ideas, y bancarse la que le toque. Pudo rescatar aquello que había discutido con Troilo cuando todavía formaba parte de aquella mítica orquesta, sobre si sus seguidores querían escucharlos o bailar. Troilo entendía que había que tocar para que “bailen los muchachos”, pero Piazzolla pensaba otra cosa.

 

"Tango o no?"

 

A partir de su regreso de París, en 1955, decidió meterse a fondo con sus ideas. Atrás quedaron para siempre sus intentos de orquestas típicas y empezó con formaciones innovadoras: el Octeto Buenos Aires, el Quinteto y más adelante el Nuevo Octeto y el Noneto, entre otros. Definitivamente, nadie iba a bailar con Piazzolla. Pero sus innovaciones fueron mucho más allá de lo que la tradición de los tangueros aceptaba.

Sus arreglos de tangos clásicos y sus composiciones tangueras generaron muchas críticas y detractores, con la absurda etiqueta de “Esto no es tango”. Y se abrió una grieta entre sus fanáticos y sus “enemigos”, como si lo que hacía Piazzolla mereciera una condena penal, más que una mera cuestión de gustos. El bandoneonista pasó a ser el enemigo de muchos tangueros, y, fiel a su esencia peleadora, Piazzolla no dejó de provocar, ni con su música ni con sus declaraciones.

No fue suficiente que Osvaldo Pugliese tocara sus temas y en una absurda definición pedida por los propios músicos de Piazzolla, sentenciara con su generosidad y su amplitud de siempre “Esto es tango”.

 

La grieta del tango

 

La grieta del tango le costó a Piazzolla que no pudiera entrar con su música a ciertos ambientes tradicionales, que fuera discriminado en radios y programas de tango y que sea considerado “mala palabra” en el tango. De un lado quedaron los tradicionalistas, que no le perdonaron nunca sus osadías y siguen defendiendo el tango de la época de oro, los años ’40, y del otro, Piazzolla y sus herederos.

Aunque Astor haya sido amigo toda la vida de Troilo. Aunque haya compartido escenario con Pugliese en un mítico concierto en Amsterdam en 1989. Piazzolla cumplió uno de sus sueños:que su música siga siendo escuchada en el año 2020. Lo fue, y lo sigue siendo en este 2021. Ahora falta ver si se cumple el otro: que se escuche en el año 3000.