Economía popular en Córdoba: el lente que revela a los nuevos trabajadores pobres
La economía popular ya reúne al 27,6% de la población económicamente activa de Córdoba y sostiene a más de un tercio. La antropóloga e investigadora del Conicet Julieta Quirós propone mirar ese universo como un “lente privilegiado” para entender cómo cambió el mundo del trabajo en el siglo XXI.
“Yo suelo decir que la economía popular –o este sector de las economías populares; podemos incluso hablar en plural porque son muy heterogéneas– es un lente privilegiado para mirar problemáticas y realidades del mundo laboral y del mercado de trabajo en su conjunto. Nos permite mirar mejor problemáticas que también están presentes en otros segmentos laborales, aunque en este sector se presentan con ciertas características particulares”, plantea Julieta Quirós, antropóloga e investigadora del Conicet en el Instituto de Antropologías de Córdoba.
La frase condensa el sentido del Informe Técnico N.º 2 “Se trabaja mucho y se gana poco. Dinámica y problemáticas de la economía popular en la provincia de Córdoba”, que coordinó Quirós junto a un equipo interdisciplinario.
El estudio muestra que el 27,6% de la población económicamente activa cordobesa se gana la vida en la economía popular y que esos trabajos sostienen hogares donde vive el 37% de la población de la provincia. Ya no se trata de un “margen informal”, sino de un componente estructural del mercado de trabajo.
Los que quedan fuera del empleo asalariado
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de economía popular? El informe la define como el “cuentapropismo popular del siglo XXI”: oficios, pequeños comercios, servicios y emprendimientos productivos por cuenta propia, familiares o asociativos, orientados a garantizar ingresos para la subsistencia, pero por fuera del sistema de empleo asalariado.
En Córdoba, eso se traduce en cientos de miles de personas que trabajan en unidades productivas de muy baja escala, muchas veces en su propia casa o en espacios prestados. La investigación –realizada con encuestas y trabajo de campo cualitativo– muestra que en los últimos 20 años este sector no dejó de crecer y se consolidó como una salida laboral frente a los límites del empleo privado para absorber mano de obra.
“Cuando uno mira la investigación empírica, tanto del presente como de largo plazo, lo que observa es que tenemos un sector consolidado en el mercado de trabajo que se integra por fuera del sistema de empleo. Y tenemos que entender –por eso digo que es un lente privilegiado– que el mercado de trabajo cambió: no es el mismo que conocimos hace 30 años”, subraya Quirós.
Trabajadores “orquesta”
La escena que el equipo reconstruyó en Río Cuarto resume la dinámica de muchas trayectorias laborales en la economía popular. Quirós la describe así: una mujer de alrededor de 40 años que vive en esa ciudad termina de hornear panificados de madrugada, a primera hora los vende en una feria popular, por la tarde atiende al público en una ferretería cuando la llaman, a la noche cuida a una pareja de adultos mayores cinco días a la semana y, en paralelo, revende productos por catálogo a través de WhatsApp. “Es una persona que está haciendo malabares. Nosotros hablamos de trabajadores orquesta”, sintetiza la antropóloga.
La expresión no es solo una metáfora: según el informe, el 60% de quienes se desempeñan en la economía popular son pluriactivos, es decir, combinan dos o más ocupaciones. Y esa pluriactividad no es el pluriempleo clásico entre dos trabajos asalariados, sino un “pluricuentapropismo” que los obliga a moverse entre distintas ramas, horarios e infraestructuras.
El otro rasgo clave es la sobreocupación. El 73% trabaja, en promedio, un 45% más de horas que una jornada estándar de 8 horas, y entre quienes tienen más de una actividad, la sobreocupación es todavía más extendida. Buena parte de esas jornadas transcurre en viviendas particulares: 4 de cada 10 unidades productivas funcionan en la casa, con personas que producen, venden, gestionan redes, hacen administración y logística en el mismo espacio donde crían a sus hijos.
“Se trabaja mucho y se gana poco”
Si la primera cara de la economía popular es el “se trabaja mucho”, la otra cara es el “se gana poco”. El estudio muestra que el 51,6% de las personas que trabajan en este sector integra hogares que no llegan a cubrir una canasta básica total, es decir, se encuentran en situación de pobreza por ingresos. La incidencia de la indigencia también es más alta que en el resto de los ocupados.
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La mayor parte de estos emprendimientos vende a mercados de cercanía –clientes particulares del barrio, ferias, redes familiares– y fija precios “a ojo”, sin poder trasladar a la tarifa los costos ocultos del trabajo: horas dedicadas a redes sociales, armado y desarmado del espacio productivo, traslados, fallas de equipamiento. En esa ecuación, la cuenta suele dar negativo.
Quirós lo sintetiza en una frase que interpela al conjunto del mercado de trabajo, no solo a la economía popular: “Hoy, en la Argentina, uno de cada tres trabajadores es pobre; en la economía popular, uno de cada dos. La incidencia es mayor. El trabajo no te garantiza salir de la pobreza. Esto no es una novedad de hoy ni de Milei: son problemas estructurales que tenemos que mirar”.
La antropóloga advierte, además, que muchas trayectorias oscilan entre la economía popular y empleos asalariados precarizados: “En esas entradas y salidas que vamos siguiendo, vemos cuáles son los empleos realmente existentes para estas poblaciones. Y lo que se observa es que, muchas veces, son malísimos: oportunidades de trabajo pésimamente pagadas, discontinuas, inestables, con condiciones de destrato, con exigencias de horas extras, sin previsión. Si se sigue generando empleo chatarra, no hay solución de fondo”.
Más allá de los “planes vs. trabajo”
El informe cordobés también interviene en un debate recurrente: la oposición entre “planes” y “trabajo”. “Uno de los aportes de estas investigaciones integrales, que combinan estudios cualitativos y cuantitativos, es que nos permiten mostrar el carácter contrafáctico de ciertos mitos del sentido común”, sostiene Quirós.
Uno de esos mitos es la idea de que recibir asistencia social equivale a “vivir del Estado” y no trabajar. “En estos sectores, los programas de asistencia funcionan como complemento de los ingresos laborales. Hay estudios recientes que muestran que en los hogares que perciben asistencia social, esa asistencia representa alrededor del 3,5% del ingreso total del hogar. El resto proviene de ingresos de trabajo. La equivalencia entre ‘recibir ayuda social’ y ‘no trabajar’ es falsa”, subraya.
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Desde esa evidencia, la investigadora cuestiona una parte importante del menú de políticas públicas disponibles: “Muchas políticas que se vienen diseñando en términos de ‘formalizar el empleo informal’ o de mejorar las llamadas ‘condiciones de empleabilidad’ de las personas no están atendiendo al hecho de que esas personas trabajan. No están fuera del mercado de trabajo: trabajan. Lo que necesitan no es que les enseñen a hacer un CV, sino mejores condiciones para desarrollar los trabajos que ya tienen y generar mejores ingresos”.
Entre los problemas concretos que detecta el informe aparecen el acceso a financiamiento para equipamiento y vehículos, la falta de espacios adecuados de trabajo y almacenamiento, la sobrecarga de tareas de cuidado y las barreras para tramitar créditos o programas por requisitos difíciles de cumplir o plataformas digitales poco amigables. Solo una minoría de los trabajadores de la economía popular declara alguna vinculación estable con políticas o programas estatales.
Un espejo para el resto del mercado laboral
Aunque el foco está puesto en las economías populares, la lectura de Quirós apunta más lejos. La combinación de pluriactividad, sobreocupación, salarios planchados y trayectorias zigzagueantes entre cuentapropismo y empleos precarios también atraviesa al empleo formal, estatales con segundos trabajos, freelancers y trabajadores de aplicaciones que reclaman marcos regulatorios y figuras contributivas específicas.
“Más allá de los cambios de gobierno de los últimos 30 años, hay una realidad instalada como rasgo consolidado del mundo laboral argentino”, insiste la antropóloga. Mirar la economía popular como un lente no es reducir el problema a los pobres, sino poner bajo la lupa el modelo de trabajo que se está expandiendo.
En un contexto donde se discuten reformas laborales, monotributos especiales para trabajadores digitales y regulaciones para plataformas, el informe cordobés deja una advertencia de fondo: la clave no es solo “generar más empleo”, sino qué tipo de empleo se genera y con qué ingresos. Porque, como muestra la foto de la economía popular, se trabaja mucho y se gana poco, y cada vez son más los trabajadores para los que el empleo, por sí solo, ya no es un pasaporte de salida de la pobreza.
Segundo Informe Técnico
El Estudio interdisciplinario de la economía popular en la provincia de Córdoba presentó su segundo Informe Técnico, resultado del primer relevamiento empírico, de enfoque cuali-cuantitativo, sobre las economías populares cordobesas. La investigación fue coordinada por un equipo compuesto por Julieta Quirós (IDACOR, CONICET - UNC), Karina Tomatis (Universidad Nacional de Córdoba) y Claudia Kenbel (ISTE, CONICET - Universidad Nacional de Río Cuarto).
Datos Clave del Sector
En la provincia de Córdoba, las actividades de la economía popular son el sustento de una de cada cuatro personas económicamente activas. Este sector se caracteriza principalmente por la pluriactividad, la sobreocupación y la frecuente alternancia entre el cuentapropismo y los trabajos asalariados precarizados.
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