TEATRO

Bala Perdida, una comedia incómoda sobre la Argentina menemista (y la de hoy)

Heredera de Esperando la carroza, la obra va ya por su tercera temporada. Entrevistada por PERFIL, la directora resalta el trabajo en conjunto de la Compañía Teatral ARDE y la importancia del humor “que no tapa”.

Bala Perdida obra de teatro de la compañía ARDE Foto: Prensa

Por una serie de desgracias cotidianas me había perdido la noche del estreno de la tercera temporada que actualmente se presenta en el Centro Cultural Thames y había llegado con ansiedad a la sala, tras ver a un accidentado con sangre corriéndole por la cara y a mi amiga con la presión baja. El recinto tampoco estaba libre de tensión y hasta alguien se cayó de su silla. En la puerta te recibían con una escarapela (obligatoria) que anticipaba el código patriótico e institucional de la obra y la sala llena prometía, de mínima, una experiencia movilizante.

Bala Perdida es una comedia, pero no de las que te entregan contradicción sin incomodarte. Es una sátira de aquella Argentina de los 90 que exhibía clasismo, misoginia y violencia verbal como moneda corriente. Es una obra dinámica, creada a partir de ejercicios de una improvisación ácida que llevan al grotesco a su máxima capacidad política. La historia transcurre únicamente en la caótica dirección de un colegio público de Constitución y con el impulso de cuatro arquetipos incorrectos, extremistas, absurdos, que aun así dejan espacio para otros personajes: San Martín, una tatarabuela inglesa y el mismo público.  

En una serie de citas, Dolina recuerda a Borges, quien explica que Schopenhauer dijo que el humor es “poner una cosa allí donde no va”. Bala Perdida hace el recorrido inverso: una y otra vez, pone las cosas en donde —trágicamente— siguen estando. El señalamiento es chocante. Desde la primera escena te recibe una directora racista, mersa y conservadora, mal bronceada y mal maquillada, autoritaria y cipaya en una relación laboral y de brutal simbiosis con una portera lesbiana y peronista, vulgar y de Boca. 

Susana, la directora de la escuela en Bala Perdida

Los estereotipos son llevados hasta su punto de quiebre y todo recuerda a aquella frase de Jacobo Langsner, autor de Esperando la carroza: “El punto esencial de lo que escribo se apoya en la hipocresía de la clase media a la que pertenezco”. Mirtha Legrand, Crónica, el 1 a 1, Puerto Pollensa y Evita Perón aparecen como estandartes de lo argentino como motor de la identidad, esa amalgama furiosa y conflictiva de tensiones irresolubles que nos guían como un ciego guía a otro ciego. 

En entrevista con PERFIL, Fernanda Giménez, directora de la obra, reveló que el grotesco “salió espontáneo en la improvisación, pero desde ya es un código que nos queda cómodo a todas, que nos permite generar el tipo de material que nos parece interesante. El grotesco nos permite trabajar con la corporalidad de los actores, con poder exagerar y llevar a cierto límite el cuerpo, los ritmos en escena, nos parece muy divertido. Nosotras nos divertimos mucho haciendo teatro, hay ensayos en los que no podemos avanzar porque estamos riéndonos todo el tiempo y eso me parece muy importante”.

La risa del público es constante, pero proviene de distintos lugares. Incomodidad, diversión y confusión se entremezclan tras una misma broma. La obra representa a cuatro mujeres, pero también a toda la institución educativa, con sus conflictos internos de conducción, los externos, de financiamiento, y los morales, de hasta dónde debe (y puede) ordenar la vida de sus protagonistas. “Cuando sacamos la obra no sabíamos si la gente se iba a reír de esto, porque nos hacía reír a nosotras. Por suerte hay mucho público para todos los gustos, así que tuvimos muy buena recepción”. Como sucede con los mejores proyectos de comedia, “era arriesgarse a ver qué iba a pasar”. 

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Pero el texto puede, al mismo tiempo, entenderse como una crítica a cualquier organización estatal y, al mismo tiempo, una sátira absolutamente actual sobre los tiempos neoliberales que corren. Sin embargo, la obra antecede a la era Milei: “La creamos en 2017 y el ejercicio salió mucho antes de que asumiera, pero sí supimos siempre que había algo simbólico en lo que estábamos proponiendo que era bastante atemporal. Hay un montón de referencias claras de lo que corresponde a lo nacional y popular que anclan mucho en la década de los 90, de hecho todas las que estamos actuando nos criamos en esas escuelas de los 90”, explicó la directora. 

“Es una educación cruda que nos tomamos con humor. Siempre vamos a mostrarlo con un humor que no tapa, que revela y expone un montón de cosas que siguen pasando ahora. Sí obviamente se resignifica todo porque nos encontramos con esta sorpresa de que claramente hay un montón de coyuntura y análisis socioeconómico que se ven reflejadas en esa década, por eso la obra cobra un doble sentido y profundiza mucho más el mensaje que queremos contar. Pero fue hecha antes, y eso creo que es anecdótico: hace seis años empezamos a armar una obra que hablaba de los 90 y de repente hoy cobra una fuerza mucho mayor”, agregó en diálogo con este medio. 

La escenografía es simple y efectiva: un escritorio, un teléfono rojo cargado de amenazas de bomba, la bandera argentina en un rincón y un cuadro enorme de San Martín que sirve de autoridad, interlocutor y hasta figura patriarcal en una escuela comandada por mujeres. “San Martín es un protagonista más, es una presencia importante. No es casualidad que sea un masculino entre todas esas mujeres, que organiza el acto y la estructura de la obra, todo”, analiza entre risas Giménez y reconoce que le recuerda “a las publicidades de los 90, donde aparecían hombres rodeados de mujeres”. 

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En apenas 70 minutos hay lugar para el absurdo, la comedia física, lo musical y hasta la crueldad más dolorosa. Pero a la salida de la función, el comentario más repetido es que "lo mejor son las actuaciones". Formadas en el Sportivo Teatral, Virginia Flammini (Susana), Carolina Huerta (Perla), Mariana Terrafino (Teresa) y Belén Borghi (Berenice) son las actrices de Bala Perdida y, en el caso de Huerta y Flammini, también las dramaturgas del proyecto. 

Giménez considera que el humor de la Compañía Teatral ARDE que conformaron “no tapa, al revés: expone todo. No tenemos ningún problema con eso, nos identifica mucho la ironía y nos legitima para poder hablar con honestidad sobre cómo son las cosas”. “En este proceso nos dimos cuenta de que somos muy fuertes como grupo, si mañana necesitamos más actores o actrices o técnicos los llamaremos, pero sí generamos una compañía para darnos identidad como grupo creativo que produce, escribe, actúa, dirige el teatro”, destaca. 

 

Entrevista con Fernanda Giménez, directora de Bala Perdida: “Acá falta una respuesta” 

Giménez es una artista visual, actriz y docente universitaria interesada en los proyectos inmersivos. En comunicación con PERFIL, comentó que en principio Bala Perdida surgió de la improvisación en la escuela del Sportivo Teatral del que ella en realidad no formaba parte. Cuando la invitaron a participar iba a encarnar al personaje de la inspectora del Ministerio que causa revuelo en la oficina de aquella escuela, pero finalmente le propusieron la dirección de este primer proyecto autogestivo del grupo. 

“Me pareció un desafío espectacular, me tiré de cabeza, no sabía cómo iba a hacer, pero dije que sí porque me motivaba mucho aprender algo nuevo, darle vida, ayudar a generar la puesta y dirigirlas a ellas que son muy talentosas”, relató. En cuanto al equipo formado íntegramente por mujeres, contó que “fue espontáneo, lo que sí pasó es que en el proceso se generó una sinergia entre nosotras cuatro, nos dimos cuenta de que estábamos en una mesa chica, redonda, todas mujeres, eso potenció el trabajo porque realmente nos identificaba tener un grupo creativo y de producción teatral que nos terminaba de dar el motor que necesitábamos”. 

“Ahora estamos haciendo Bala, pero muchas de las chicas escriben, entonces están en talleres de dramaturgia y traen los materiales a la compañía y los vemos en conjunto, ya pusimos en escena un work in progress. Se generó algo buenísimo y estamos trabajando en paralelo en otras obras”, adelantó. “Carolina, Mariana, Virginia y yo somos parte de Arde, y nosotras estamos todo el tiempo generando y charlando teatro, van a venir cosas nuevas, no sé cuándo, pero sí. Cuando termine el año seguramente nos sentaremos a charlar cómo seguimos”, completó. 

La Compañía Teatral ARDE, de izq. a der., Borghi, Terrafino, Huerta, Flammini y Giménez

Además, al ser consultada sobre el proceso de confección de Bala Perdida, detalló: “Trabajamos el primer acto con mucha improvisación y nos dimos cuenta de que nos faltaba un segundo acto para hacerlo obra. Entonces empezamos a buscar dramaturgos porque las chicas estaban actuando y no estaban estudiando dramaturgia de lleno como lo están haciendo ahora, yo estaba dirigiendo, y nadie se sumaba. Cuando íbamos a sumar a una dramaturga e iba a venir a ver la obra, llegó la pandemia y nos quedamos sin segundo acto”. 

“Cuando terminó la pandemia (que para el teatro fue terrible) y volvimos a compartir en sociedad, para nosotras era una cuota pendiente. Después de casi dos años, ninguna había soltado el proyecto. En la primera reunión decidimos no seguir buscando un dramaturgo y terminar de escribirlo nosotras. Ahí fue cuando Virginia y Carolina se anotaron en el taller de dramaturgia de Mariano Saba, nuestro exprofesor, y ahí se sentaron a terminar de escribir la obra”, aclaró. 

 

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“Una vez escrita la obra, pusimos el cuerpo, empezamos a ensayar y fue mutando. Esa es la ventaja de cuando el dramaturgo es actor, hay algo de esa complicidad entre los dos roles que empieza a potenciar el proyecto. También hay un código demasiado establecido entre nosotras que nos permitía improvisar un montón. Así fue creciendo cada vez más”, recordó. Según Giménez, Bala Perdida no viene a responder los interrogantes que abre, sino a compartirlos y señalar que “acá falta una respuesta”. 

Por último, reconoció que en esta tercera temporada atraviesan una sensación de ciclo cumplido: “Cuando terminamos de pasar la obra completa pensamos en el estreno, así hicimos dos temporadas en el Centro Cultural Morán en dos años distintos, estuvo muy bueno como primera experiencia, se dio todo espectacular. Pero había un deseo de volver adonde nació la obra. Esa sala donde hoy se hace la obra fue donde nació el ejercicio de improvisación. Hay algo muy simbólico de un sueño cumplido, de volver a hacerla en el lugar que la vio nacer en el Sportivo Teatral”. 

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Sábados de septiembre a las 22:30

Teatro C.C. Thames - Thames 1426