Fuera De cuadro

El doctor de los volcanes

Dr. Atl. Rayos de sol (1933). Foto: cedoc

En su Autobiografía, José Clemente Orozco escribe: “La pintura mural se encontró en1922 la mesa puesta”. Quienes se habían encargado de tenderla desde comienzos del siglo XX fueron Justo Sierra y Gerardo Murillo, el Dr. Atl.

Pero, sobre todo, fue este singular artista que había nacido en Jalisco en 1875 el que alentó a los jóvenes de esos tiempos para que rompieran con las formas tradicionales, se lanzaran a las paredes e hicieran la revolución, al menos en términos artísticos. Entre sus alumnos destacaron figuras como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, además de Orozco,  a quienes alentaba a salir de la norma y a expresar libremente sus inquietudes estéticas.

Por su parte, él la hizo de las dos maneras. En 1910 organizó una exposición paralela de artistas mexicanos en repudio a la que se había convocado para celebrar el aniversario de la Independencia. Luego partió hacia Europa y a su regreso se unió al bando de Venustiano Carranza. 

Escritor, pensador y gran conocedor de volcanes, Dr. Atl debe su nombre a “atl”, término náhuatl para denominar la palabra agua, que se le ocurrió durante el viaje a Europa en medio de una tempestad terrible. La sugerencia de anteponerle el título de Dr.  se la debe a nuestro Leopoldo Lugones. El encuentro fue en París y lo refiere así: “En París me encontré a Lugones, el gran poeta argentino, quien me dijo ‘Eso de Atl solo está muy feo, ¿por qué no te pones algún título?’ ¿Título de qué, de príncipe, de rey, de qué? Soy doctor en Filosofía. ‘¡Dr. Atl!’, exclamó Lugones. 

Murió en 1964, después de haber trepado a los grandes volcanes, haberlos pintados, admirado a Hitler, amado a la inefable Nahui Ollin, perdido una pierna y pasar a la historia del arte y el pensamiento como un ser revoltoso e inclasificable.