Historia ¿para qué?
El prefijo “para” antecede al siempre en el título. Curioso. Según el diccionario señala un fin, algo que parece de pelos con la propuesta de Smirnoff de retornos pretorianos y bucles temporales.
En literatura se trata de contar historias. Por alguien, en el mejor de los casos, que tenga necesidad de escribir para nadie. No hablamos de buenas ideas diseñadas para audiencias, quizá útiles en el marketing o la publicidad. Nadie debería leer relatos soliviantados en una buena idea, ajenos a la épica y a la emergencia. Cuentos de la historia para siempre, de Alejo Smirnoff, transfigura héroes y emperadores, reinas y conquistadores, que rebosan de buenas ideas frotando el pasado en el presente, recargados del resplandor de la eterna memoria post it de las redes y la muralla.
En el segundo libro del autor de Cuentos de la historia, para hoy, profundiza la veta de ficcionalizar hechos históricos en búsqueda de demostrar “con mayor claridad cómo el pasado puede repetirse” y suma precavido a mujeres, entre ellas Cleopatra y Juana de Arco. Una en versión felina, y la otra, sibila; ambas lejanas. Tan distantes como los únicos argentinos que salen del polvo de la historia en estos dieciséis episodios rampantes, Rosas y Sarmiento, envueltos en la grieta llanura sin horizonte, sin nada que los haga ver con otros trajes en este relato distópico, años luz a los desbordantes próceres de Michel Nieva y Sergio Bizzio. Ausente de épica y emoción incluso a las narrativa histórica de su modelo Felipe Pigna y, yendo atrás, Héctor Pedro Blomberg.
En “Salem”, dos mujeres, dos tiempos, una sola instantánea, “la Martha del pasado se ha difuminado. Es más, la actual se sobresalta al mirarse a sí misma. Desprovista de su blue jeans y portando un vestido largo, austera, con una cofia blanca de la Nueva Inglaterra del siglo XVII en la cabeza. Ambas no eran distintas personas, sino una única alma obligada padecer el mismo martirio tres siglos después. La Martha unificada toma conciencia de algo peor. Siente en su cuerpo el fracaso del mundo entero. Que todos viven hoy, nuevamente, en Salem”. Efecto black mirror que consolida un gusto maratonizado, sin extravíos, declaración vacua de loables principios y sentimientos de tribuna.
El prefijo “para” antecede al siempre en el título. Curioso. Según el diccionario señala un fin, algo que parece de pelos con la propuesta de Smirnoff de retornos pretorianos y bucles temporales. “Mira hacia el pasado y serás capaz de ver el futuro”, dice en la cita introductoria Marco Aurelio. El pasado entendido por el romano como imaginación, anticipación y aspiración del futuro, en el sentido de Cervantes de “émula del tiempo”, excediendo el presente, y menos un “palomón sucio y húmedo más dentro del Caballo de Troya” –del cuento “La nave de madera” de esta selección–, signo de los tiempos donde se declama injusticia sin abrir el tercer ojo del lector.
En “Duchamp en México”, César Aira, demiurgo de mil historias para nadie, giro Jonbar, recurso que manipula Alejo Smirnoff en estos cuentos perecederos, imagina que a la brevedad las publicaciones se comprarán para “hacer algo con ellas”, no para leerlas ni discurrir qué o por qué se lee. Que no sea para siempre.
Cuentos de la historia para siempre
Autor: Alejo Smirnoff
Género: cuentos
Otras obras del autor: Cuentos de la historia para hoy
Editorial: PAM!, $ 24.000
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