El italiano Vincenzo Peruggia robó del Museo del Louvre, París, la obra pictórica Mona Lisa de Leonardo da Vinci el 21 de agosto de 1911. Dos años y poco más de cien días después el cuadro fue recuperado cuando intentaba venderlo a un galerista. El dato curioso: este ladrón nació y murió un 8 de octubre, en 1881 y 1925. A cien años de su muerte, los sucesos recientes –que forman parte de esta nota– tienen la apariencia de un homenaje a semejante precursor.
Y es que Vincenzo impuso todo un estilo, con notorio realismo y simplicidad: nada en él llamaba la atención, pasó inadvertido durante la sustracción, ocultando el cuadro sin despertar sospechas. El robo a una institución “custodiada”, que la literatura y el cine convirtieron en espectáculo, ofreció un cariz entre romántico y aventurero al perpetrador, con habilidades y tecnología de superhéroe fantástico (Tom Cruise en la primera Misión imposible, por ejemplo). Pero la realidad es muy distinta.
La imagen policial muestra a dos sospechosos vestidos de negro, con capuchas y pasamontañas, en bicicleta, que el 11 de septiembre por la madrugada forzaron la entrada al Museo y Galería de Arte Royal Albert Memorial en Exeter, Gran Bretaña. El botín: 17 relojes de bolsillo antiguos de finales del siglo XVIII y un trabuco de principios del siglo XIX. Los dos sospechosos forzaron la puerta de entrada y nada se supo de ellos.
Confirmando la reiteración metódica, el pasado jueves la policía británica difundió imágenes de las cámaras de seguridad que muestran a cuatro hombres con bolsas caminando por las calles de Bristol, tradicional balneario, entre la 1 y 2 de la mañana del 25 de septiembre. Todos de tez blanca, vistiendo ropas comunes, con barbijos, parecían volver de alguna reunión en pub o de una cena con amigos en el barrio. Acababan de saquear más de 600 objetos en el depósito del Museo de Bristol, pertenecientes a la colección del Imperio Británico y la Commonwealth.
Los objetos sustraídos: artículos militares (medallas, insignias y pins), joyas (collares, brazaletes y anillos), artículos de arte decorativo (marfil tallado, objetos de plata y figuras de bronce) y piezas de historia natural, incluyendo especímenes geológicos. No hay detenidos ni rastros de los objetos robados.
Sí existe un sospechoso detenido por la policía de San Pablo, Brasil, identificado como Felipe dos Santos Fernandes Quadra, de 31 años, con antecedentes penales por hurto, robo y tráfico de drogas. Junto a un compinche, identificado y que permanece prófugo, el domingo 7 de diciembre a la mañana ingresaron armados a la Biblioteca Municipal Mário de Andrade.
En un video de cámaras de seguridad callejera publicado en X, se los ve cruzando una avenida llevando cada uno el extremo de una lona repleta de objetos. Vestidos modestamente, el traslado lo hacen como si llevaran un chancho desde la carnicería hacia el auto. Pero el botín era algo más que comestible: ocho grabados originales de Henri Matisse (1869-1954) y cinco del artista brasileño Candido Portinari (1903-1962). Nada se sabe sobre el destino de las obras, ya denunciadas ante Interpol.
La misma biblioteca fue objeto de un robo en 2006. Esa vez se sustrajeron ilustraciones pintadas a mano por el artista suizo Johann Jacob Setinmann (1800-1844). Se recuperaron en 2024, la policía federal del Brasil las encontró en poder de un coleccionista brasileño que había adquirido las piezas legalmente en una casa de subastas de Londres.
Ahora volvemos a Europa, a Francia, donde los cultores del estilo Vincenzo han trabajado con inusitado fervor, generando el “caso del año” al robar 100 millones de dólares en joyas históricas del Museo de Louvre. El botín valuado: tiara, collar y un pendiente de la parure de zafiros de María Amalia de Nápoles y Sicilia y de Hortensia de Beauharnais; collar de esmeraldas y un par de pendientes de esmeraldas del parure de María Luisa de Austria; broche relicario, un gran broche de lazo de ramillete y tiara de Eugenia de Montijo.
Vestidos de obreros de mantenimiento, la mañana del domingo 19 de octubre, dos ladrones ingresaron a la Galería Apolo por el balcón del segundo piso del edificio del museo que da al río Sena. Munidos de amoladoras a batería, rompieron vitrinas y sustrajeron el contenido. Tardaron siete minutos, luego bajaron por la escalera hidráulica de mudanzas que habían colocado para subir y escaparon en motos que los esperaban. La resonancia del caso fue excepcional, al punto que tiene su propia página en Wikipedia, donde se lee, con cruel humor negro, “desenlace: muertos, 0; heridos, 0; desaparecidos, 0; arrestados siete (tres en libertad, cuatro en prisión provisional)”. Mientras de las joyas, nada se sabe.
De la noche de ese mismo domingo al lunes, mientras la alarma del robo al Louvre ocupaba a la policía, ladrones ingresaron a la Maison des Lumières, en Langres, sustrayendo parte del tesoro numismático dedicado a Denis Diderot, muchas y valiosas monedas de plata y oro. Antes, el 5 de septiembre, alrededor de las 3.15 horas, varias personas ingresan por una ventana al Museo Nacional Adrien Dubouché, ubicado en Limoges, sustrayendo piezas de porcelana china por un valor estimado de 11 millones de dólares. A días de esto, muestras de oro fueron robadas en el Museo Nacional de Historia Natural de París.
Otros antecedentes se remontan a noviembre de 2024. A plena luz del día, usando guantes, capuchas y cascos, ese mes cuatro sujetos ingresan al museo Cognacq-Jay de París, llevándose tabaqueras más otros objetos tras romper una vitrina con bates de béisbol. También del Museo Hieron de Borgoña sustrajeron obras de arte del siglo XX valuadas en millones de euros, esta vez cubriendo el escape a los tiros. Algo inusual para el estilo Vincenzo.