Borges - Sciascia

Lo que el maestro le enseña al discípulo

No es sorprendente el influjo de Borges en un escritor cualquiera. Tampoco es sorprendente el influjo de Borges en un escritor italiano. Lo que sí sorprende es que el argentino haya dejado rastros en la obra de uno de los mejores escritores sicilianos del siglo XX, Leonardo Sciascia, de quien este año se cumplen cien años de su nacimiento. Borges falleció en 1986, Sciascia en 1989. Leyendo al autor de La desaparición de Majorana pueden encontrarse referencias, pero sobre todo trucos, que llevan indiscutiblemente la firma del gran escritor argentino.

Autor de una obra única, fecunda y vigente, Sciascia fue uno de los mayores autores del siglo XX italiano. Mientras en el mundo se conmemoran los 100 años de su nacimiento, en PERFIL diseccionamos su profunda lectura del escritor argentino. Foto: pablo temes

A Borges le gustaba decir que Irlanda había aportado una parte notable de la gran literatura en idioma inglés. Se podría decir que Sicilia ha hecho altretanto para la literatura italiana, especialmente en el siglo XIX y en el XX. La lista puede llegar a ser larga, con escritores conocidos y otros olvidados: Giovanni Verga, Giuseppe Antonio Borgese, Luigi Pirandello, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Vitaliano Brancati, Elio Vittorini, Vincenzo Consolo, Gesualdo Bufalino. Y por supuesto. Leonardo Sciascia. Y por él podemos volver a Borges, que Sciascia tanto había estudiado y emulaba. A raíz de que este año se celebra el centenario del nacimiento de Leonardo Sciascia, es una buena ocasión para recordar su admiración por Borges y cómo con cierta frecuencia lo cita y lo incluye en su estrategia narrativa. 

A principios de los años 50, Sciascia inició una colaboración con Il Raccoglitore, el suplemento quincenal de cultura de La Gazzetta di Parma, editado desde 1951 a 1959. El origen del interés de Sciascia en Borges se remonta a aquellos años, cuando un amigo español le regala la colección Poemas (1922-1943) que Losada editó en Buenos Aires en 1943.

No es de extrañar que su segundo encuentro sea con la traducción italiana de Ficciones, editada por Einaudi en 1955 con el título La biblioteca di Babele, que Sciascia reseña. En el texto el joven Sciascia lo compara con Poe, con Max Beerbohm y menciona dos veces a Alberto Savinio, quien también, según el escritor siciliano, tiene el placer de la cita, verdadera o apócrifa. Estos detalles y la referencia al texto titulado El enigma de Edward Fitzgerald son parte de los recuerdos que teje Sciascia en un artículo que escribe para celebrar los ochenta años de Borges, sin saber que poco tiempo después iban a encontrarse. Ocurrió en el verano de 1980, cuando Borges fue a Roma para recibir el premio Balzan. Es de imaginar cómo Borges habrá sido requerido por periodistas culturales, escritores admiradores suyos y simples curiosos. En esa ocasión Rita Cirio, columnista y crítica de teatro de L’Espresso, el semanario italiano más alerta, organizó un almuerzo para que Sciascia conociera a Borges. Fue en un salón apartado del hotel Excelsior de vía Veneto, uno de los íconos de La Dolce Vita, donde Marcello Mastroianni acompaña a Anita Ekberg después del paseo nocturno poschapoteo en la Fontana di Trevi. 

Rita Cirio tuvo la intuición de llevar un grabador y a raíz de ese acto subrepticio tenemos un registro de la conversación. Entre los escritores que se aludieron en esa ocasión, Dante, Ariosto, Croce y Salgari, vale la pena mencionar uno, que Sciascia intuye que Borges no conoce, porque en realidad fue, o por lo menos sigue siendo, un escritor secreto: el hermano de Giorgio de Chirico, Alberto Savinio, el escritor, el músico y también pintor, aquel que inmediatamente había acudido a la mente de Sciascia cuando éste leyó el primer texto de Borges.

Si se observa cómo Sciascia piensa a Borges, los elementos que permiten notar ese contagio aparecen en los artículos, notas, observaciones y comentarios sobre sus propias lecturas en los innumerables volúmenes, como por ejemplo Nero su nero o Fatti diversi di storia letteraria e civile, compilaciones sobre hechos diversos de la política y de la cultura, o en palabras de Sciascia delle cose viste e sentite, delle cose vissute e in parte sofferte. 

Para decirlo borgianamente, hay contagios visibles y contagios invisibles. Hay contagios de modo y de forma, y hay contagios como cuando Sciascia directamente menciona una cita de Montaigne: “No hago nada sin placer”, para luego decir que “cuatro siglos después de Montaigne, en ésta época en la que leer es más una fatiga y para poquísimos un placer, Jorge Luis Borges habla de los libros y de la lectura aún en la esfera del placer; pero con una idea suya de los libros y de la lectura mucho más compleja, sutil y misteriosa que la de Montaigne. Una idea ya incomparablemente representada en el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”: un libro no existe en sí mismo, y no solo por el hecho obvio de que su verdadera existencia, más allá de su fisicidad, consiste en ser leído, pero sobre todo porque es diferente para cada generación de lectores, para cada lector individual y para el mismo lector individual que lo relee”.

A partir de esta visión que tiene Sciascia de cómo lee Borges, acaso se podría empezar por las observaciones que Sciascia hace acerca de la narrativa policial. Si bien coincide con Borges en colocar el origen moderno del relato en Edgar Allan Poe, Sciascia considera que se podría también remontar a la historia de la casta Susana en el Libro de Daniel, en la que dos viejos jueces intentan abusar de Susana, pero como ella los rechaza, la acusan de adulterio. El hecho de que Daniel interroga a los dos viejos separadamente y así logra descubrir que mienten, para Sciascia es el germen de la estrategia de interrogación del detective. Sciascia llega a esta teoría porque su fuente es la historia apócrifa de Susana, incorporada a la Biblia católica como canónica. Borges también hace mención al Libro de Daniel, si bien ambos escritores leen biblias diferentes y con distinto objetivo. Lector entusiasta de la King James, versión que excluye la historia apócrifa de Susana, por considerarla seudo-epigráfica, en el cuento “El Evangelio según Marcos” introduce una velada referencia. Sin embargo, Daniel aparece no en cuanto detective, sino en cuanto lector. El relato transcurre en un establecimiento agropecuario perteneciente a Daniel, primo del protagonista Baltasar Espinosa. Como nota la biblista Flavia Soldano, Baltasar es el nombre babilónico que le asignan en aquella ciudad a Daniel. Por lo cual tenemos a un Daniel ausente, el del Viejo Testamento, y a otro presente, el del Nuevo, en la versión de Marcos. Si volvemos a la visión de cómo lee Borges, su cuento tiene una resolución inesperada: al escuchar la lectura de la pasión y muerte de Jesús, en los paisanos resurge el fervor religioso de su pasado calvinista en letargo, y deciden crucificarlo a Baltasar; éstas también pueden ser las consecuencias de la lectura.

Como sabemos, Borges escribió tres relatos estrictamente policiales, de los cuales los más conocidos y citados son “La muerte y la brújula” y “El jardín de los senderos que se bifurcan”, pero también hibridizó el género cuando escribe “El tema del traidor y del héroe”. Esa es la forma que Sciascia captura en varias de sus obras, algunas rigurosamente policiales, donde el contexto político imaginado define el móvil de ciertos personajes, como El día de la lechuza, El contexto, Todo Modo, entre otras, pero también tenemos artefactos que surgen a partir de hechos de la realidad, que contienen una intriga y un misterio, sin que estrictamente exista el registro de un crimen. En este caso, podemos mencionar La desaparición de Majorana y Autos relativos a la muerte de Raymond Rousell. 

Durante el apogeo del régimen fascista, Ettore Majorana, un científico definido por Enrico Fermi como un genio en la categoría de Galileo y Newton, según la mirada de Sciascia, vive atormentado porque tiene conciencia de la dirección que está tomando la investigación alrededor de la energía nuclear. Por esta razón decide abandonar su carrera y desaparecer. Es pertinente notar que algunos físicos teóricos, Franco Rasetti entre ellos, que huyen de Europa hacia Estados Unidos, abandonan sus investigaciones y deciden cambiar de campo, algunos optan por la biología o por alguna rama de las ciencias naturales.

Sciascia analiza las cartas familiares, los mensajes y telegramas e incluso algunos posibles rastros que podrían llevar a un monasterio cartujo, con la eventual esperanza de que Majorana se hubiese recluido allí. Un elemento notable es el hecho que también apareciese en el relato la posible presencia en el monasterio de un miembro de la tripulación del Enola Gay, el avión B29 que lanzó la bomba sobre Hiroshima. 

No hay duda de que el tema es intrigante y polémico especialmente para los físicos, que se incomodan por el hecho de que un escritor se haya ocupado del asunto. El físico Erasmo Recami, que muere el 14 de julio de 2021 en Brasil, publica en 1987 una colección de cartas y de testimonios, entre los cuales encontramos la versión de que Buenos Aires hubiese sido un posible destino de Majorana. Esa vuelta de tuerca no es para nada sorprendente, dado que este país es un destino ineludible para quien pretende borrar sus rastros: tal el caso del personaje de la novela de Pirandello, Matías Pascal que, cuando inventa una nueva identidad, elige haber nacido en Argentina de padres italianos, muy convenientemente ya difuntos. 

Pirandello es un precursor en este juego de las partes que veremos se reiterará en la obra de Sciascia. Dado que es cierto, como dice Borges, que los escritores crean a sus precursores, adonde podemos observar otra conexión entre Pirandello, Borges y Sciascia, es en la biblioteca de Matías Pascal. En ella aparecen libros inventados como un tratado muy licencioso titulado Dell’arte di amar le donne, en tres tomos de Anton Muzio Porro, (1571), que, ante el horror del bibliotecario y sacerdote amigo de Matías Pascal, trenza amistad debido a la humedad que los pegotea, con Vita e morte di Faustino Materucci, monje benedictino de Polirone, supuestamente beato, biografía editada en Mantua (1625). 

En el caso de Borges lo localizamos revisando minuciosamente la Encyclopedia Britannica, en particular la 11ª edición, pero en el de Sciascia y Pirandello pasan a la hemeroteca, porque es a partir de las noticias de los periódicos donde encuentran la señal que dispara la intriga.  En relación a este tipo de relato me animaría a comenzar por El teatro de la memoria. Sciascia toma el caso del “Desmemoriado de Collegno”: el 6 de febrero de 1927 La Domenica del Corriere publica un artículo titulado “Chi lo conosce?” con la foto de un hombre internado en el manicomio de Torino. Primero una y tiempo después otra familia lo reclaman. Como ocurre frecuentemente en la narrativa sciasciana, la Justicia adquiere protagonismo y se inicia una causa para establecer su identidad. La disputa a dirimir era si se trataba de Mario Bruneri (un obrero gráfico de Torino condenado por estafas y una innumerable retahíla de fechorías) o bien Giulio Canella, un refinado profesor y filósofo veronés, como él aducía ser y como la mujer del desaparecido profesor Canella insistía en querer creer. Por más que la Justicia establece con pruebas científicas que se trata de Bruneri, la señora Canella se niega a aceptar esa realidad y prefiere seguir con el impostor en su lecho, con quien en el ínterin que ha durado la causa, ha tenido dos hijos.

 Los lectores de Historia universal de la infamia recordarán una trama similar en “El impostor inverosímil Tom Castro”, donde el hombre del título es instigado a tomar el lugar del joven hijo de Lady Tichborne, que muy probablemente murió en el naufragio del vapor Mermaid, en el océano Atlántico durante un viaje entre Río de Janeiro y Li-verpool. Ahora bien, la fuente de Borges es un artículo de la Encyclopedia Britannica, que como en otros ocasiones, servirá de disparador para la construcción de un relato. El artículo es “The Tichborne Claimant” firmado por Thomas Seccombe, quien también firmó setecientas entradas del Dictionary of National Biography, como se puede apreciar un especia-lista en el tema, pero a la manera de Vidas imaginarias (1898) de Marcel Schwob y de Vidas breves (1669-1696) de John Aubrey, Borges usa los personajes que le hizo conocer Seccombe para armar su propia versión de los hechos.

Tanto Sciascia como Borges (como por otra parte también Vladimir Nabokov, en Desesperación) hacen hincapié en que el aspecto del simulador no se parece en nada con la persona que pretenden sustituir, y justamente es la voluntad de Lady Tichborne como la de la señora Canella, que desean obstinadamente que el aparecido sea el ser querido que no ha vuelto. 

Si volvemos por un instante a Majorana, en una carta que le escribe desde Roma a un colega que está en Leipzig trabajando con Werner Karl Heisenberg, entre varias cosas que le informa, le menciona que irá al teatro a ver la pieza de Pirandello Como tú me deseas, basada en el episodio del “Desmemoriado de Collegno” que tanto cautivó a Sciascia.

Otra obra de Sciascia de inspiración borgiana es El caballero y la muerte, que por supuesto está basada en el grabado de Durero, “El caballero, la muerte y el diablo”. Además del hecho de que Borges siempre tuvo en su cuarto una reproducción del grabado de Durero, lo menciona en estos versos del poema “Yesterdays” que publica en La cifra (1981): 

"Soy cada instante de mi largo tiempo, cada noche de insomnio escrupuloso, cada separación y cada víspera.

Soy la errónea memoria de un grabado que hay en la habitación y que mis ojos,  hoy apagados, vieron claramente: El Jinete, la Muerte y el Demonio…"