Parias del universo, uníos
Estados Unidos a mediados de siglo XIX parecía la Nueva Atenas. Sin embargo, entre la multitud, en los bosques, en los cantos silvestres de los pájaros, en las mentes de los hijos e hijas del Mayflower, un corazón delator ensordecía los sueños. La serie de primerizos relatos de Nathaniel Hawthorne, varios agrupados originalmente en Historias contadas dos veces, anidan crepusculares en la cuidada edición nacional de Wakefield y otras alegorías. Para los peregrinos en castellano que conocen su alma oscura, para los cuenta sílabas, junto al fuego y el carbón chispeante, a la luz de la luna, aquí los abraza Hawthorne.
La corrupción y el misterio del hombre, la impronta calvinista, son los tópicos que recorrerá el escritor americano, que como Henry David Thoreau o Henry Melville caminaba tierra virgen: la literatura norteamericana. Delante, pionero, estaba Hawthorne. Escuchemos a Melville, el autor de Moby Dick: “No digo que Nathaniel de Salem sea más grande o igual de grande que William de Avon. Pero la diferencia entre ambos de ningún modo resulta inconmensurable. No mucho más, y Nathaniel de veras sería William”: William es Shakespeare.
Semejante ponderación encuentra certezas, en particular shakespeareanas, porque en los cuentos de Hawthorne un hombre es todos los hombres. Se trata de seis alegorías imperfectas traducidas por diversas voces, que empiezan con el terrible vacío contemporáneo de Wakefield, trama refractada luego en Henry James y Juan Carlos Onetti. Imperfectas debido a que su vuelo alegórico, como decía su discípulo Borges, no resulta una distracción moralista, sino una muestra de la volubilidad del lenguaje. Y del poder de una imaginación que desborda tiempo y personajes, modas y autoridades.
“Como me gustaba este tipo de espectáculos, e imaginando, además, que la iluminación de la hoguera podría revelar alguna hondura de la verdad moral hasta entonces oculta en la niebla o la oscuridad, me pareció conveniente viajar hasta allá y estar presente”, confiesa el narrador de El holocausto de la Tierra; una marca de Hawthorne reconocible también en su obra capital, La letra escarlata. Y si en este cuento duda “si lo que llamamos un hecho real es solamente un resplandor fosfórico y una parábola de mi propio cerebro”, en su célebre novela fragua una autobiografía que se asemeja a las manchas de Rorschach. No por eso se pierde en este relato de anticipación: aquí el humor y el ensueño son una cuota que alimentaría a Mark Twain del ajuste de cuentas a su pares y la advertencia a los progresistas del puritarismo de lo correcto.
El velo negro del pastor parte de la imagen de un religioso cubierto con un inquietante trapo. Como tantas otras de la selección, parece algo sensacionalista, para luego entrar en penumbras horrorosamente comunes y angustiantes. Sueños en los bordes de las pesadillas, pisando los talones a su amigo Poe, sueño americano que tiene un águila, recordaba Nathaniel Hawthorne, que mata a sus hijos.
Wakefield y otras alegorías
Autor: Nathaniel Hawthorne
Género: cuentos
Otras obras del autor: La letra escarlata; La casa de los siete tejados; Historias contadas dos veces; El artista de lo bello
Editorial: Serapis, $ 21.000
Traducción: Lelia Chiapero, Gervasio Fierro, Paola Azcoiti, Gastón Navarro, Malena Zubizarreta y Julia Sabena Serapis
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