Álvaro Uribe se une a CFK y Bolsonaro en el club de expresidentes con prisión domiciliaria: dice que es una "venganza política"
La condena al expresidente colombiano a 12 años de prisión domiciliar marca el fin de una larga y polémica carrera que definió la política local durante una generación. La defensa anunció que el 11 de agosto presentará una apelación del fallo ante el Tribunal Superior de Bogotá.
Un juez sentenció este viernes al expresidente de Colombia Álvaro Uribe a 12 años de arresto domiciliario después de ser declarado culpable de manipulación de testigos. La máxima pena impuesta a Uribe, de 73 años, marca la primera vez en la historia de Colombia que un expresidente es condenado por un delito y sentenciado.
Uribe fue declarado culpable de dos cargos: interferir con testigos (pedir a los paramilitares de derecha que mintieran sobre sus supuestos vínculos con él) y "fraude procesal". Pero el exmandatario insiste en que es inocente y se espera que apele el fallo. "Me ha tratado de la peor manera posible", le dijo a la jueza Sandra Heredia en la audiencia de sentencia.
Uribe gobernó Colombia de 2002 a 2010 y dirigió una implacable campaña militar contra los cárteles de la droga y el ejército guerrillero de las FARC. Sigue siendo popular en Colombia, a pesar de ser acusado por los críticos de trabajar con paramilitares armados de derecha para destruir a los grupos rebeldes de izquierda.
Uribe, de línea dura con la ley y el orden, fue un aliado cercano de Estados Unidos y mantiene vínculos con la derecha estadounidense. El expresidente, además, todavía ejerce un poder considerable sobre la política conservadora en Colombia, jugando a ser el "kingmaker" en la selección de nuevos líderes del partido.
La condena de Álvaro Uribe: ¿Venganza política?
La investigación contra Uribe comenzó en 2018 y tuvo numerosos giros y vueltas, con varios fiscales generales tratando de cerrar el caso. Ganó un nuevo impulso bajo la fiscal general Luz Camargo, elegida por el actual presidente Gustavo Petro, él mismo un ex guerrillero y un archienemigo político de Uribe.
Durante el juicio, declararon más de 90 testigos y los fiscales presentaron evidencia de al menos un excombatiente paramilitar que dijo que Uribe lo contactó para cambiar su historia.
El expresidente también está siendo investigado en otros asuntos. Declaró ante los fiscales en una investigación preliminar sobre una masacre paramilitar de agricultores en 1997 cuando era gobernador del departamento occidental de Antioquia.
También se presentó una denuncia en su contra en Argentina, donde la jurisdicción universal permite el enjuiciamiento de crímenes cometidos en cualquier parte del mundo.
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Esa denuncia se deriva de la presunta participación de Uribe en las más de 6.000 ejecuciones y desapariciones forzadas de civiles por parte del ejército colombiano cuando era presidente. Uribe insiste en que su juicio por manipulación de testigos es producto de una "venganza política".
La defensa de Uribe anunció que el 11 de agosto presentará una apelación del fallo ante el Tribunal Superior de Bogotá. Según el equipo jurídico del exgobernante, "esta no es una decisión definitiva: la presunción de inocencia de Uribe permanece intacta y aún existen recursos pendientes".
Ante la apelación, el Tribunal Superior tendrá dos caminos: "confirmar la decisión de la jueza", es decir la condena, o "revocar el fallo de primera instancia y absolverlo", dice Henao.
Uribe insiste en que la grabación con una cámara instalada en un "reloj espía" para registrar el soborno de uno de sus abogados fue manipulada y no puede usarse como prueba. La defensa del exmandatario también sostiene que las interceptaciones a su teléfono son una violación a la privacidad.
Sin importar cuál sea la decisión del Tribunal Superior de Bogotá, si cualquiera de las partes apela, el caso podría volver a donde todo empezó: la Corte Suprema de Justicia.
En caso de estar en desacuerdo con la decisión del tribunal, la defensa, la fiscalía o el ministerio público pueden presentar un recurso de casación ante la corte, que tiene hasta cinco años para dar un dictamen, explica Henao. Una vez lo haga, no habrá espacio a ninguna acción adicional.
¿Quién es Álvaro Uribe?
Hijo de un hacendado y nacido hace 73 años en Medellín, Uribe llegó al poder cuando el país ardía por el enfrentamiento entre guerrilleros, paramilitares y fuerzas del Estado.
Logró una cuestionada reforma constitucional que le permitió reelegirse y gobernar ocho años consecutivos, en los que se convirtió en el verdugo de las extintas FARC, a las que acusa de haber matado a su padre.
De hablar pausado y oratoria convincente, también es conocido por acaloradas declaraciones y una famosa llamada telefónica filtrada a la prensa, en la que insulta a su interlocutor y amenaza con golpearlo.
De la mano de Estados Unidos, con el Plan Colombia como brazo financiero y militar, lanzó una ofensiva sin precedentes contra las FARC. "A esos bandidos les llegó la hora de la derrota total", dijo en 2003 Uribe, que también fue senador (1986-1994 y 2014-2020) y gobernador del departamento de Antioquia (1995-1997).
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Al tiempo que mejoró la percepción de seguridad, su gobierno fue cuestionado por miles de asesinatos cometidos por militares durante la lucha contra las guerrillas. Han sido documentados más de 6.000 "falsos positivos", civiles acribillados y vestidos como guerrilleros para inflar resultados de combate y recibir recompensas.
De los 8 millones de víctimas que por entonces dejaba el conflicto armado -entre desplazados, muertos y heridos-, el 40% se registraron durante su mandato.
Con una popularidad que rondó el 80% durante su gobierno, Uribe abandonó el poder en 2010, después que la justicia vetara un referéndum para postularse a un tercer mandato consecutivo.
Tras su salida de la presidencia, Uribe regresó al Congreso y rompió récords: en 2018 se convirtió en el senador más votado en la historia colombiana y prometió servir al país "hasta el último día" de su vida. Así se reafirmó como padre de la derecha moderna al frente del partido Centro Democrático, bastión opositor y semillero de sus herederos políticos.
Pese a escándalos de corrupción, espionaje y vínculos con paramilitares que enredan a su círculo cercano, en marzo amasaba una popularidad del 52%, según una encuesta de Bloomberg.
Hasta los más críticos de Uribe vieron en él un actor clave en la desmovilización de las FARC tras ocho años de golpearlas sin clemencia. Estuvo detrás de la elección de su sucesor, Juan Manuel Santos (2010-2018).
Pero entonces ocurrió lo impensable: Santos, que luego ganaría el Nobel de la Paz, decidió negociar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y Uribe lo acusó de traición.
En 2014, tomó las riendas de la oposición desde el Senado y orquestó la elección de su delfín Iván Duque, que gobernó entre 2018 y 2022.
Desde entonces Uribe cosechó apoyo con su rechazo al acuerdo que desarmó a las FARC, y más recientemente con sus críticas al primer gobierno de izquierda de Colombia, del exguerrillero Gustavo Petro.
ds
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