A fines de la década pasada el mundo respiró aliviado con la derrota de Estado Islámico (ISIS) en Siria e Irak, países donde había logrado establecer un califato del tamaño de Gran Bretaña a costa de sanguinarias matanzas. Hoy, los servicios de inteligencia occidentales y de países árabes están extremando las medidas ante el resurgimiento de células dormidas de estos yihadistas.
Los remanentes de ISIS están descentralizados ya que las cúpulas fueron desmanteladas, pero muestran una capacidad de reorganización alarmante que obliga a los gobiernos a diseñar una nueva estrategia de seguridad.
El atentado en Bondi Beach, Sydney, durante Hanukkah, perpetrado por un padre y su hijo radicalizados, subraya la persistencia de la ideología de ISIS.
La emboscada letal del 13 de diciembre pasado en Palmira, Siria, donde asesinaron a dos militares y un civil estadounidenses y el ataque del día siguiente en el noroeste sirio contra fuerzas de seguridad, que dejó cuatro muertos, confirman los temores de las distintas agencias de inteligencia.
A esto hay que agregar que no se trata solo de una amenaza regional, sino que el problema es global: a principios de noviembre pasado el FBI arrestó en Michigan a dos inmigrantes que planeaban un ataque masivo contra clubes y bares LGBT en Detroit durante el fin de semana de Halloween.
Este caso demuestra que las células dormidas en Occidente están activas y pasaron de la autorradicalización a la planificación táctica coordinada, buscando objetivos de alto impacto.
Caída y resurgimiento. El proceso de derrota territorial de ISIS tuvo diferentes etapas. En Irak, tras la liberación de Mosul en julio de 2017, el gobierno iraquí proclamó la victoria oficial sobre la insurgencia. En Siria, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), con apoyo de la coalición internacional, tomaron Baghouz en marzo de 2019, el último reducto territorial de ISIS, poniendo fin al control geográfico de la organización.
Sin embargo, desde 2019 hasta 2024, el grupo no desapareció, sino que mutó en una estructura insurgente de células dormidas que esperaban el colapso de las estructuras estatales para resurgir.
La caída del gobierno de Bashar al-Assad en diciembre de 2024 ha proporcionado a ISIS el “vacío de poder” necesario para reactivarse. El grupo está utilizando esta transición para captar nuevos combatientes mediante tres ejes:
1. Infiltración institucional: aprovechando la falta de controles en el nuevo gobierno provisional para infiltrarse en las fuerzas de seguridad.
2. Narrativa de resiliencia: promueven la idea de que, mientras otros gobiernos caen, su “califato espiritual” permanece incólume.
3. Explotación del caos: utilizan la inseguridad y la falta de servicios básicos en zonas rurales para presentarse como el único orden capaz de gestionar el territorio.
El epicentro de esta nueva ola de violencia se sitúa en el desierto central de Siria y la región de Palmira. El ataque contra soldados estadounidenses no fue un hecho aislado, sino la culminación de meses de actividades de células dormidas que se infiltraron incluso en las nuevas fuerzas de seguridad sirias.
En respuesta, el gobierno de los Estados Unidos lanzó la Operación Hawkeye Strike este viernes. Este contraataque masivo consistió en el bombardeo de más de setenta objetivos estratégicos, incluyendo depósitos de armas, centros de mando e infraestructura logística. Según el Pentágono, el uso de más de cien municiones de precisión buscaba desmantelar la capacidad operativa de estas células antes de que logren consolidar un nuevo dominio territorial.
Miles de combatientes. La estrategia actual de ISIS se basa en la paciencia y la infiltración. Las estimaciones de inteligencia sugieren que el grupo mantiene entre 5 mil y 7 mil combatientes distribuidos entre Irak y Siria.
Las diferentes células operan bajo un modelo de “franquicia” o unidades autónomas que no dependen de una comunicación constante con un mando central, lo que dificulta enormemente su detección.
Se financian a través de la extorsión a comunidades locales, el contrabando y el control de recursos básicos en zonas remotas. Su objetivo principal es socavar la estabilidad de las nuevas administraciones regionales, demostrando que el Estado no puede garantizar la seguridad básica.
El regreso de ISIS en 2025 se caracteriza por una pinza estratégica: una guerra de guerrillas para recuperar territorio en Siria e Irak, y la activación de células dormidas en ciudades de Occidente.
Los informes de inteligencia señalan que ISIS puede inspirar ataques letales en diferentes países, sin necesidad de una cadena de mando física, utilizando la propaganda digital como su arma de expansión.