Distorsiones Cognitivas: El pan nuestro de cada día

Debemos estar atentos y tratar de identificar cuando algo responde más a una distorsión cognitiva que a un juicio medido y evaluado de la realidad. A continuación, algunos ejemplos.

Distorsión cognitiva Foto: Cedoc

Desde Kant sabemos que nuestro trato con la realidad siempre está sesgado por algo; es decir, no podemos establecer fehacientemente cómo son las cosas, sólo cómo las vivimos.

De ahí que ante un mismo hecho las personas interpretamos la realidad de una manera diferente. Nuestra forma de ver la realidad no siempre es funcional o adaptativa, es decir, puede ser que nuestra forma de percibir, evaluar y valorar una situación afecte negativa y significativamente nuestra salud mental, influyendo también a nivel social, laboral, académico y personal. Las distorsiones cognitivas son maneras erróneas que tenemos de procesar la información.

No quiero decir con esto que cualquier distorsión cognitiva afectará nuestra salud mental; de hecho, todos tenemos en mayor o menor grado distorsiones cognitivas. Eso es normal. Lo que es un signo de alarma es que todas nuestras emociones, conducta y comportamiento estén guiadas por estas creencias erróneas; además no se descarte que podamos estar ante la presencia de alguna condición como depresión o ansiedad, frecuentes males del siglo.

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Por ello debemos estar atentos y tratar de identificar cuando algo responde más a una distorsión cognitiva que a un juicio medido y evaluado de la realidad. A continuación, algunos ejemplos.

Sobregeneralización: es la tendencia a creer que si algo ha ocurrido una vez ocurrirá siempre. Palabras clave: «Todo», «Nadie», «Nunca», «Siempre», «Ningunos». Aquí podría entretenerme bastante poniendo ejemplos que he visto, escuchado y vivenciado. “Todos los de tal partido son unos genios”; “los hombres son violadores”; “las mujeres son oprimidas”; “el colectivo tal tiene menos derechos”.

Afirmaciones de “debería” o “tengo que”: son creencias rígidas e inflexibles acerca de cómo debería ser uno o los demás. Este tipo de pensamientos tienden hacia la excesiva autocritica cuando están centradas en uno mismo. Cuando están dirigidas hacia los demás suelen favorecer hacia la rabia y la agresividad. Palabras clave: “Debo de..”, “No debo de…”, “Tengo que….”, “No tengo que”, “Debe de…….”, “No debe de…”….etc. Por ejemplo, cuando alguien que a priori no nos cae bien hace algo incorrecto o equivocado, ya comenzamos con nuestra exigencia de reproche “mirá qué mal hizo esto o aquello, debería hacer tal cosa”.

Pensamiento polarizado o dicotómico: se trata de ver las cosas como blancas o negras, falsas o verdaderas. No existen medias tintas. Aquí puede verse claramente la radicalidad del pensamiento cuando no se admiten los grises, “todo está mal” o “todo es perfecto”. Es un lugar muy peligroso para estar, ya que no entendemos los matices. Ese pensamiento dicotómico también genera emociones exageradas positivas o negativas, porque responden a juicios sesgados de la realidad.

Un singular laboratorio de sesgos y disonancias cognitivas

Razonamiento emocional: asumir que los sentimientos negativos son el resultado de cosas negativas. Es decir, si me siento mal significa que la situación real es mala. Basar nuestra fe en sentimentalismos es un problema, ya que nuestras emociones son cambiantes, y la realidad no cambia según como nos sentimos; si me siento bien, la situación es buena; si me siento mal, la situación es espantosa.

Maximización y minimización: consiste en magnificar los errores propios y los éxitos de los demás, y minimizar los éxitos y propios y los errores de los otros. ¿Acaso no hay en la idolatría algo de esto?

Inferencia arbitraria: consiste en dar por hecho determinadas suposiciones, aunque no exista evidencia real por ello. Las dos principales serían: adivinación del pensamiento y adivinación del futuro. “La propuesta del político tal lo que busca es…”; “hay una razón secreta en el voto de fulano..”; “va a traicionar a su candidato una vez que se firme el tratado…”

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Falacia del cambio: creer que en un problema con otra persona o circunstancia no podemos hacer nada, a menos que cambie primero esa persona o la circunstancia. Siempre es más fácil depositar el problema afuera; “me va mal en los estudios, porque la escuela no es buena…”

Tener razón siempre: no considerar que cada persona tiene puntos de vistas distintos y tratar de luchar por imponer el propio criterio. ¿Totalitarismo intelectual? ¿Qué ejemplos podríamos poner aquí? ¿Las guerras? ¿Las intolerancias políticas, religiosas o ideológicas? ¿La violencia? ¿Las marchas donde se destruye todo imponiendo ideas?

Ocupa un lugar relevante en la vida personal y en la vida de los pueblos la falacia más abusada de la historia, que es la de la recompensa divina y que consiste en esperar que los problemas cambien por si solos, pretendiendo que las cosas habrán de mejorar con las hojas del almanaque, sin que haya necesidad de aplicar algún empeño creativo, constante y comprometido en el presente para que el futuro no se parezca tanto a lo que tememos y sí a lo que quisiéramos que fuera.

Rehabilitación cognitiva

En fin; se trata, de ir venciendo la blandura, movilizar la zona de confort porque, como bien lo enseñaba Kant, “las personas se adhieren más a las posturas que exigen el menor esfuerzo propio y el menor uso de su propia razón.” Por eso estamos como estamos.