Análisis político

La solución no está en el problema

Los tucumanos no quieren que Juan Manzur vuelva a gobernar, tampoco quieren que Osvaldo Jaldo gobierne, quienes viven en Tucumán sólo quieren que haya un recambio.

Juan Luis Manzur Foto: cedoc

Los tucumanos no quieren que Juan Manzur vuelva a gobernar, tampoco quieren que Osvaldo Jaldo gobierne, el fracaso de la política clientelar y violenta es total, y quienes viven en Tucumán sólo quieren que se vayan todos, que haya un recambio.

El raquitismo del gabinete es tal que el propio Alberto Fernández le ofreció al alicaído gobernador riojano, Ricardo Quintela, integrar el Gobierno y lo rechazó. 

Asumido Manzur, quise indagar junto con mi socio sobre lo que sentirían los tucumanos ahora ya sin su gobernador en su tierra, así que decidimos llamar a 1.300 tucumanos desde DATTALAB, la consultora que dirijo junto a Juan Colin: el 83% tiene una mezcla de miedo y decepción sobre la política local. El 72% no quiere que vuelva Manzur a Tucumán y sólo el 10% es feliz. Ese es el resultado del feudalismo más violento que se tenga memoria junto con el siempre peor Gildo Insfran y sus camisas negras.

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La infidelidad en la política es tal que tanto Manzur como Quintela habitan el mismo laberinto. Sus construcciones de poder son tan pobres y espasmódicas que no duran una elección. Quintela rechazó sumarse al gobierno porque su gestión terminaba en el momento que su vice, Florencia López, llegase a la casa de las Tejas. El desastre del quintelismo lo posiciona como el peor gobernador del país junto con Alicia Kirchner y Axel Kicillof según el monitoreo de la consultora CB donde el riojano supera el 50% de imagen negativa habiendo sido quien más dinero recibió del gobierno nacional desde asumido.

A la hora de votar, no se preguntan los riojanos ¿dónde está el dinero que se trasfiere? Por qué hay filas de personas los fines de semana a la noche con la boleta de luz para que los punteros del gobernador repartan billetes. Porqué Quintela debió recurrir a su ex mujer para ser ministro y ahora candidata a diputada, ¿nadie quiere encarnar el quintelismo? ¿Siguen las compras injustificadas de bares, restaurantes y edificios? Tal es así, que en la misma manzana de la casa del gobernador se construye un edificio que es sabido del propio Quintela, reminiscencias de una forma de hacer política.

Sobre Manzur, sucede algo paradojal. Los tucumanos son claros, no quieren que los gobierne, pero lo votan. ¿Lo votan?. ¿Alguien puede dar fe de que en Tucumán hay elecciones democráticas y que el resultado que anuncian los noticieros a las 18 es el que los ciudadanos eligieron con sus boletas?

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La política doméstica sigue atravesada por personajes menores, de poco pelaje en el caso de Quintela, dirigentes violentos, populares discursivamente pero profundamente conservadores en sus actos. Son perseguidores de la prensa libres, enriquecedores de propios entornos, interpretadores subjetivos de la norma y el derecho (Quintela no es ni siquiera universitario, nunca terminó sus estudios) y doman sociedades que votan soñando terminar con su hambre.

Así entonces, Alberto Fernández cometió el peor de los errores, buscar la solución dentro de los problemas.