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Alberto Fernández necesita una misión convocante que lo identifique

El gobierno debe convencer de que su existencia tiene un porqué, para que un plan o una medida económica funcione.

Columna González 19.10.2020 Foto: Columna González 19.10.2020

Pueden existir malos gobiernos que tengan en claro su misión. Pero no existen buenos gobiernos que no hayan descubierto la suya. 

La misión es el “para qué” de un Presidente. No es un plan. Los planes son posteriores. Antes las sociedades necesitan entender bien cuál es el espíritu que los motivó y el que justifica todos los esfuerzos.

Todavía no se sabe si Alberto Fernández podrá ser el constructor de un relato que lleve su impronta. Lo que sí se sabe es que a esta alianza multiperonista le falta un relato propio y unificado.

El problema del Presidente es cómo definir "la misión" de un gobierno, cuando este gobierno está integrado por grupos y líderes que tienen misiones distintas o, en algún caso ni siquiera tienen misión.

Fernández esbozó desde la campaña electoral un principio de misión: y fue la de un gobierno antigrieta. Era algo. Y eso quedó bien escenificado con el comienzo de la pandemia y su luna de miel con Horacio Rodríguez Larreta. Fue el momento en que su imagen positiva rondó el 80%.

Entonces la pregunta es: ¿Por qué un Presidente que parecía haber encontrado un relato racional, por el que recibía gran aprobación social, comenzó a enviar mensajes contradictorios que le restaron popularidad? Hablo, por ejemplo, de las advertencias a la Corte, de la reforma judicial sin consenso, o de la no negociada quita de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires.

La respuesta es que cuando Alberto Fernández intenta convertirse él en síntesis de los distintos relatos que conforman su gobierno, el resultado no da una síntesis superadora, sino la falta de un relato y  una misión precisa.

La semana pasada, Gustavo Beliz, en un discurso que pasó medio desapercibido, planteó lo que parece ser un intento por darle forma albertista esa misión.

El secretario de Asuntos Estratégicos planteó el objetivo de un “capitalismo solidario”, lo tituló, y le sumó dos ideas fuerza fáciles de comunicar: la antigrieta y la anticorrupción. Se refirió a que no hay futuro con una sociedad fracturada por el odio y propuso una relación de transparencia entre el Estado y los empresarios.

Está claro que eso no es un plan económico, pero sí puede mostrar un principio de camino para ser transitado por la mayoría del oficialismo y de la oposición; y que, sin dudas, sería bien recibido por la mayor parte de la sociedad.

Lo que quiero decir es que, sea como fuere, el Gobierno necesita mostrar una misión convocante que lo identifique. Cualquiera, la que crea mejor. Porque en medio de esta emergencia excepcional y para que un plan o una medida económica funcione, antes este Gobierno debe convencer de que su existencia tiene un porqué.