El límite al gasto público en el acuerdo de Washington para elevar el techo de la deuda federal añade un nuevo obstáculo a una economía estadounidense que ya está afectada por las tasas de interés más altas en décadas y un menor acceso al crédito.
El acuerdo provisional elaborado por el presidente Joe Biden y el titular de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, durante el fin de semana —suponiendo que el Congreso lo apruebe en los próximos días— evita el peor de los escenarios, un default que desencadenaría el colapso financiero. Pero también podría, aunque solo fuera de forma marginal, aumentar los riesgos de una recesión en la mayor economía del mundo.
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En los últimos trimestres, el gasto federal ha contribuido a sostener el crecimiento de Estados Unidos frente a vientos en contra, como el desplome de la construcción residencial, y es probable que el acuerdo sobre el límite de la deuda amortigüe al menos ese impulso. Dos semanas antes del acuerdo sobre el techo de la deuda, los economistas habían calculado que la probabilidad de una recesión en el próximo año era del 65%, según una encuesta de Bloomberg.
Para los responsables de la política monetaria de la Reserva Federal, el límite al gasto es una nueva consideración a tener en cuenta a la hora de actualizar sus propias proyecciones de crecimiento y la tasa de interés de referencia, cuya publicación está prevista para el 14 de junio. A fines de la semana pasada, los operadores de futuros no preveían cambios en las tasas de interés en la reunión de mediados de junio, con un último aumento de 25 puntos básicos pronosticado para julio.
“Esto hará que la política fiscal sea un poco más restrictiva, al mismo tiempo que la política monetaria es más restrictiva y es probable que lo sea aún más”, dijo Diane Swonk, economista jefe de KPMG LLP. “Tenemos ambas políticas moviéndose a la inversa y amplificándose mutuamente”.
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Se espera que los límites de gasto se apliquen a partir del año fiscal que comienza el 1 de octubre, aunque es posible que surjan pequeños efectos antes de esa fecha, como la recuperación de las ayudas de covid o el impacto de la eliminación gradual de la condonación de la deuda estudiantil. Sin embargo, es poco probable que estos efectos se reflejen en las cuentas del PIB.
Factor “artificio”
Tobin Marcus, estratega sénior de política estadounidense de Evercore ISI, también advirtió que será importante evaluar hasta qué punto los límites de gasto son “puro artificio”, ya que los negociadores intentaron salvar las diferencias mediante maniobras contables.
Aun así, dado que se espera que el gasto para el próximo ejercicio fiscal se mantenga en torno a los niveles de 2023, la restricción que imponga el acuerdo entraría en vigor en un momento en el que la economía podría estar en contracción. Los economistas encuestados por Bloomberg preveían una caída anualizada del producto interno bruto del 0,5% tanto en el tercer como en el cuarto trimestre.
“Los multiplicadores fiscales tienden a ser más altos en una recesión, por lo que si entráramos en una recesión, la reducción del gasto fiscal podría tener un mayor impacto en el PIB y el empleo”, dijo Michael Feroli, economista jefe para EE.UU. de JPMorgan Chase & Co., en una respuesta enviada por correo electrónico a preguntas.
Según la hipótesis de base de JPMorgan, EE.UU. entraría en recesión en el segundo semestre de 2023.
En la medida en que la economía se desacelere, la política fiscal podría funcionar en tándem con la política monetaria para sofocar la inflación, que según un informe de la semana pasada se mantiene muy por encima del objetivo de la Fed.
“Es un acontecimiento importante: hace más de una década que los responsables de las políticas monetaria y fiscal no reman en la misma dirección”, dijo Jack Ablin, director de inversiones de Cresset Capital Management. “Quizás la restricción fiscal sea otro ingrediente que pese sobre la inflación”.
A pesar de los aumentos de tasas de la Reserva Federal de unos 5 puntos porcentuales desde marzo del año pasado —el eje de la campaña de endurecimiento monetario más agresiva desde principios de la década de 1980—, hasta ahora la economía estadounidense se ha mostrado resistente.
El desempleo está en su nivel más bajo en más de medio siglo, en un 3,4%, gracias a una demanda de trabajadores históricamente alta. Los consumidores aún tienen un exceso de ahorros que pueden utilizar, según reveló recientemente un estudio del Banco de la Reserva Federal de San Francisco.
Los funcionarios de la Reserva Federal tendrán que tener en cuenta una serie de consideraciones, porque aparte del impacto del acuerdo en las perspectivas económicas, tendrá algunas implicaciones para el mercado monetario y la liquidez.
El Tesoro ha agotado su saldo de caja para seguir haciendo pagos desde que alcanzó el límite de deuda de US$31,4 billones en enero, y una vez que la próxima legislación suspenda el techo, aumentará las ventas de letras del Tesoro para reconstruir esa reserva a niveles más normales.
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Esa ola de nuevas emisiones de letras del Tesoro drenará efectivamente la liquidez del sistema financiero, aunque su impacto exacto podría ser difícil de evaluar. Los funcionarios del Tesoro también pueden organizar su emisión para minimizar las perturbaciones.
Con la Fed eliminando liquidez por su cuenta, mediante la liquidación de su cartera de bonos a un ritmo de hasta US$95.000 millones al mes, se trata de una dinámica que los economistas seguirán de cerca en las próximas semanas y meses.
A largo plazo, es casi seguro que el alcance de la restricción fiscal que han elaborado los negociadores no influya demasiado en la trayectoria de la deuda federal.
El Fondo Monetario Internacional señaló la semana pasada que EE.UU. necesitaría ajustar su presupuesto primario —es decir, excluyendo los pagos de intereses de la deuda— en unos 5 puntos porcentuales del PIB “para situar la deuda pública en una senda decisivamente descendente a fines de esta década”.
LD