En las primeras horas de la tarde del 22 de octubre, el día de la primera vuelta electoral en Argentina, Patricia Bullrich ya sabía que había perdido la candidatura a la presidencia.
Eliminada de la segunda vuelta, Bullrich, la candidata proempresa del principal bloque opositor Juntos por el Cambio, no podía dormir esa noche. A las 4 de la madrugada envió un mensaje a Mauricio Macri, líder del bloque, en el que le decía que quería apoyar al outsider Javier Milei, según una persona con conocimiento directo.
Bullrich, que ganó fama de dura durante su período como ministra de Seguridad en el gabinete de Macri, llamó al expresidente cuando se enteró de que elementos de Juntos por el Cambio planeaban apoyar al otro candidato, Sergio Massa, de la coalición peronista gobernante, dijo otra persona cercana a Bullrich. Quería adelantarse a las noticias, así que ella y su compañero de fórmula salieron a respaldar públicamente a Milei, lo que provocó airadas acusaciones de que estaba destruyendo a su propio bloque.
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“No podemos mantenernos neutrales”, dijo Bullrich en una rueda de prensa en la sede de su partido. Otro ciclo de peronismo del tipo propugnado por Cristina Fernández de Kirchner, la polarizante expresidenta vista por los partidos de la oposición como el símbolo de todo lo que está mal en el país, “condenaría a Argentina a una mayor decadencia”, dijo. “El país está en peligro”.
Fue una apuesta que puso a Bullrich en sintonía con la mayoría de los argentinos, que acogieron los planes radicales del economista libertario para rescatar al país de su espiral de decadencia, dando a Milei el mayor margen de victoria en una elección presidencial en décadas. Un portavoz de Bullrich declinó hacer comentarios sobre sus conversaciones privadas en aquel momento.
El impacto sobre el electorado de la alianza
“La pregunta del millón: ¿a la base electoral le cayó bien la alianza Macri-Bullrich-Milei? Sí”, dijo Facundo Cruz, consultor político. “Ya sea si ellos dos leyeron bien el escenario o sus propios electores se les adelantaron, la matemática muestra una confluencia casi exacta entre los dos espacios políticos”.
Sin duda, la alineación de la candidata de Juntos con un outsider como Milei no pudo suavizar su imagen de anarquista dispuesto a dinamitar cosas. Pero ayudó a quitarle fuerza al alarmismo impulsado por la campaña de Massa y a eliminar parte del estigma de votar por él, incluyendo a los moderados y a aquellos en la comunidad empresarial que buscaban dirección después de que su candidata preferida —Bullrich— fuera eliminada.
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A pesar de lo contundente de la victoria de Milei, la falta de apoyo de su partido en el Congreso es una debilidad fundamental, y otorga a Juntos lo que seguramente será un papel importante a la hora de ayudar al nuevo Gobierno a aprobar su plataforma, a la vez que da forma a la política desde dentro.
Otro momento clave se produjo 36 horas después de que Bullrich llamó a Macri, cuando fue invitada a una cena con el exmandatario y el futuro presidente electo en la residencia de Macri en las afueras de Buenos Aires.
Una estrategia arriesgada para Milei
Al recordar la reunión en una entrevista de radio, Macri dijo que cuando Bullrich llegó, bromeó “aquí viene la ‘montonera’”, en referencia a su antigua adhesión al grupo guerrillero peronista de izquierda que estuvo activo durante la dictadura argentina de los años 70, un coqueteo juvenil que Milei utilizó para atacarla durante la campaña. “La que tira bombas”, dijo Milei. Se rompió el hielo y Milei y Bullrich se abrazaron.
En la cena, a la que también asistió Karina, hermana de Milei y organizadora de la campaña, el libertario pidió ayuda para ganar las elecciones. Para Milei fue un riesgo verse tan cerca de una encarnación de los políticos tradicionales contra los que había arremetido, pero ayudó a suavizar su imagen y a conseguir los votos que necesitaba para ganar.
Milei, Macri y Bullrich se abrazaron tras el triunfo: "Lo hicimos, gracias por tanta grandeza"
A Milei también lo ayudó la campaña de Massa, que trató de presentarlo como peligrosamente fuera de control, “un gran error estratégico” que le salió mal el día de las elecciones, dijo Andrei Roman, director de la encuestadora AtlasIntel, con sede en São Paulo, que predijo correctamente la victoria de Milei en la segunda vuelta. Para Roman, el debate televisivo del 12 de noviembre fue un hito, no porque Milei cambiara la tendencia —claramente perdió ante Massa—, sino porque la forma en que perdió le hizo parecer más moderado y que aceptaba sus errores, mientras que Massa apareció como el político de carrera que es, empeñado en hacer lo que fuera necesario para ganar.
Mientras que Milei obtuvo el 30% de los votos en octubre y Bullrich el 24%, Milei consiguió plasmar ambos en un 56% de apoyo en la segunda vuelta del domingo, superando a Massa, que se quedó con el 44%.
Pero el dilema central sobre cómo satisfacer las expectativas de su base más joven e indignada, y al mismo tiempo conservar al electorado más moderado de Bullrich, no ha desaparecido y dará forma a su Gobierno mientras lucha por equilibrar su marca de excentricidad radical con el consenso de la corriente dominante. Esto se extiende a la selección de los miembros del gabinete, ya que los ministros son los encargados de llevar a cabo su agenda.
El resultado electoral sugiere que la mayoría de los votantes confían en que Milei logre lo imposible, y al mismo tiempo cambie las cosas después de vencer a la maquinaria peronista de Massa.
En palabras de Mariel Fornoni, directora de la encuestadora Management & Fit de Buenos Aires: “Evidentemente, a último momento, la gente que dice ningún candidato me representa, termina eligiendo lo que más representa el cambio y se la juega”.