La peor crisis hídrica en Brasil en casi un siglo acelera la inflación y repercute en la economía, lo que plantea un desafío más para el banco central y los planes de reelección del presidente Jair Bolsonaro.
Las facturas de electricidad aumentarán hasta un 15% el próximo mes por los bajos niveles de agua en los embalses hidroeléctricos, lo que obliga al Gobierno a recurrir a plantas de energía más caras que funcionan con gas natural, diésel o carbón, según cálculos de la Fundação Getulio Vargas, un grupo de expertos brasileño. Los precios de los alimentos también están al alza dado que agricultores pierden parte de sus cosechas a causa de la sequía.
Combinados, estos factores ya serían suficiente problema en un país donde la inflación es superior al 8%, el ritmo más rápido en cinco años y más del doble de la meta del banco central. XP Investimentos SA estima que representarán un punto porcentual de los aumentos de precios este año.
Pero la situación en Brasil es más complicada porque el Gobierno ha pospuesto parte de los aumentos anuales a los que tienen derecho las distribuidoras de energía en aras de aliviar el impacto económico de la pandemia.
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El resultado es que Bolsonaro tiene pocas opciones, y algunas seguramente perjudicarán su popularidad en las elecciones presidenciales del próximo año y la mayoría impactarán la economía en mayor o menor grado.
“El Gobierno puso una bomba de tiempo para 2022”, dijo Adriano Pires, director del Centro Brasileño de Infraestructura. “Necesitamos ver cómo van a manejar esto; los Gobiernos tienden a mantener los precios hasta las elecciones y luego miran qué hacer”.
Economistas aún no tienen estimaciones precisas de cuánto aumentarán los precios de la electricidad el próximo año, ya que eso dependerá no solo del clima —crítico en un país que depende de las plantas hidroeléctricas para generar hasta el 70% de su electricidad—, sino también de cómo manejará el Gobierno los crecientes costos derivados del mayor uso de las termoeléctricas.
Este año, las lluvias en Brasil han sido las más escasas desde que comenzaron a registrar datos en 1931. Los reservorios de agua en las regiones sudeste y centro-oeste del país, donde se encuentran sus centrales hidroeléctricas más grandes, entraron en la estación seca en marzo con solo el 35% de su capacidad. Si las lluvias regresan en noviembre, el nivel de los reservorios podría estar poco por encima del 7%, según estimaciones del Gobierno.
Desafío político
El Gobierno de Bolsonaro quiere evitar a toda costa un racionamiento eléctrico similar a aquel implementado por Fernando Henrique Cardoso hace dos décadas, uno de los factores que contribuyó al declive de su popularidad y la posterior elección de Luiz Inácio Lula da Silva en 2002.
La idea fue reforzada por la viceministra de Energía, Marisete Dadald. “No estamos hablando de racionamiento, estamos trabajando arduamente para garantizar el suministro eléctrico a quienes lo necesitan”, dijo en una entrevista.
Una de las alternativas consideradas es firmar acuerdos con la industria para reasignar la producción en los horarios en que hay menos demanda de electricidad, dijo Dadald.
Problema de inflación
Por ahora, Brasil no necesita imponer un racionamiento de energía. A diferencia de 2001, el país tiene suficiente capacidad de generación termoeléctrica para compensar las pérdidas de las hidroeléctricas. El problema es su precio: en promedio, la termoelectricidad es tres veces más cara que la energía generada por centrales hidroeléctricas.
Pires estima que las centrales termoeléctricas pueden permanecer en uso hasta al menos abril de 2022, cuando el Gobierno reevaluará si suficiente lluvia ha devuelto los depósitos de agua a niveles seguros antes de la temporada seca del próximo año.
Aneel dijo que su escenario base contempla el uso de centrales termoeléctricas hasta octubre, sin descartar una fecha posterior. Su director general, André Pepitone, dijo que todo dependerá de la cantidad de lluvias, que han estado por debajo del promedio durante los últimos siete años. Consideró “alarmista” hablar de una bomba de tiempo para 2022, y dijo que hay herramientas que se pueden utilizar para suavizar el aumento de los costos de generación.
“Nuestro escenario es que 2022 no traerá sorpresas adicionales”, dijo en una entrevista.
Se pronostica que la inflación de Brasil cerrará en 5,9% en 2021 y 3,78% en 2022, por encima de los objetivos de 3,75% y 3,5% para cada año, respectivamente, según economistas encuestados por el banco central. Para intentar reducir estas expectativas, el banco central dejó la puerta abierta para un mayor aumento de la tasa de interés de referencia en agosto, luego de tres alzas consecutivas de 75 puntos básicos.
No obstante, el grado de incertidumbre para la inflación de 2022 sigue siendo alto en medio de preocupaciones de que las lluvias puedan permanecer por debajo de los promedios históricos una vez más.