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El defecto fatal en acuerdo sobre el brexit de May

La semana pasada, Theresa May dio a conocer su proyecto de acuerdo con la Unión Europea sobre los términos de la salida de Gran Bretaña. La reacción fue exactamente como se esperaba. Los que están a favor de permanecer en la Unión Europea se desesperanzaron porque el trato es mucho peor que permanecer en el bloque, lo cual, por supuesto, es cierto. Los partidarios de salir del bloque se desesperanzaron porque el trato de brexit es una salida solo de nombre, lo que también es cierto. Pero eso est

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La primera ministra británica, Theresa May, expulsó a 23 diplomáticos rusos por el ataque al exespía Sergei Skripal y su hija en la localidad inglesa de Salisbury. | AFP

La semana pasada, Theresa May dio a conocer su proyecto de acuerdo con la Unión Europea sobre los términos de la salida de Gran Bretaña. La reacción fue exactamente como se esperaba. Los que están a favor de permanecer en la Unión Europea se desesperanzaron porque el trato es mucho peor que permanecer en el bloque, lo cual, por supuesto, es cierto. Los partidarios de salir del bloque se desesperanzaron porque el trato de brexit es una salida solo de nombre, lo que también es cierto. Pero eso estaba destinado a suceder, ¿verdad? Cualquiera que sea la variante del anteriormente ridiculizado plan de Chequers, que May había presentado para aprobación ante la UE, la respuesta de ambas partes habría sido exactamente la misma.

Sí, habría sido la misma. Sin embargo, esta reacción instintiva oculta un punto vital. Este acuerdo, a pesar de su parecido con el plan de Chequers, trastoca fundamentalmente ese enfoque anterior. Esto ya no es una concesión defectuosa pero justificable. Es una capitulación.

Recuerde que las negociaciones serias sobre la relación económica a largo plazo del Reino Unido con Europa no han comenzado realmente. A pesar de su excesiva extensión, el proyecto del acuerdo se ocupa casi exclusivamente de los términos de la salida de Gran Bretaña: lo que debe, los acuerdos que se aplicarán durante un período de transición de 21 meses antes de que el brexit entre en vigencia, los derechos de los ciudadanos de la UE que viven en Gran Bretaña y viceversa, y qué medidas se tomarán durante la transición, y después de ella, para garantizar que no se necesitará una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Se agregará una sección corta sobre la forma de la futura asociación económica, pero, a diferencia del resto del acuerdo, esto no será vinculante y representará poco más que una declaración de intenciones.

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El llamado acuerdo de “backstop” para Irlanda del Norte ha tenido un papel fundamental durante todas las negociaciones. Desde el principio, uno de los mayores errores de Gran Bretaña fue dejar que este tema tomara tanta importancia. Por su naturaleza, el backstop tuvo que extenderse más allá de la transición y conectar los términos de la salida a la relación futura, aún por determinar. Pero la pregunta era, ¿hasta qué punto daría forma y limitaría el resultado final?

La nueva característica es que el backstop no solo contempla un acuerdo que es en gran medida desventajoso para el Reino Unido, sino que lo obliga, en efecto, a soportarlo indefinidamente, hasta que la UE decida lo contrario.

En este nuevo texto no hay límite de tiempo para el backstop ni hay cláusula de salida. Los términos son que, a menos que la UE diga lo contrario, Gran Bretaña permanecerá en una relación que le acomoda bastante a la UE, como parte de una unión aduanera reducida al máximo (que evita que el Reino Unido concrete sus propios acuerdos comerciales), obligada por restricciones a varios "niveles de su campo de acción" (que imposibilitan que Gran Bretaña desarrolle su propia política en una serie de asuntos económicos), con una especie de frontera entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido, y sujeta a las sentencias del Tribunal de Justicia Europeo en una amplia gama de temas. Gran Bretaña tendría que aceptar las normativas de la UE, pero sin derecho a voto, sin voz en las políticas y sin opción de renunciar.

Una vez que Gran Bretaña haya accedido a esto, ¿qué motivo hay para que la UE acepte cualquier otro tipo de acuerdo? ¿Por qué buscar otras soluciones al problema de Irlanda del Norte -por ejemplo-, a un acuerdo de libre comercio integral más soluciones tecnológicas para mantener la frontera abierta? Europa tendrá la facultad de prolongar indefinidamente cualquier negociación de este tipo, y probablemente decidirá hacerlo. ¿Por qué acordar una asociación comercial que sea más del agrado de Gran Bretaña y menos de Europa, una vez que el Reino Unido se ha dejado encadenar a esto a perpetuidad?

En esta etapa de las negociaciones, ambas partes deberían haber declarado simplemente que evitarían volver a poner una frontera dura en la isla de Irlanda, y dejarlo hasta ahí. Cuán difícil resulte el problema fronterizo es un asunto incierto hasta que los términos de la relación a largo plazo estén claros. No había ninguna razón para sospechar que el Reino Unido renunciaría a ese compromiso, porque su interés por evitar una frontera dura, y cualquier exacerbación de la ira sectaria en el norte, es mayor que el de Irlanda y mucho mayor que el de la UE. Si fuera necesario decir algo más que eso, el backstop necesitaba un límite de tiempo o una cláusula de salida, y tenía que ser igualmente objetable por ambas partes como una exención permanente, un resultado que ambos verían como último recurso y se esforzarían por evitar.

El texto no proporciona nada de esto. Como resultado, según los términos que May ha aceptado, el backstop no es un backstop en lo absoluto, sino que comprende la totalidad del acuerdo, el mejor acuerdo a largo plazo que Gran Bretaña puede esperar ahora, tal como está, antes de las negociaciones sobre esa futura relación económica que ni siquiera han comenzado.

Todas las partes en esta epopeya de incompetencia han fracasado. Eso es un hecho en el caso de Gran Bretaña, por supuesto. Pero el gobierno de Irlanda y los engreídos negociadores de la UE también han fracasado.

Ya sea que el parlamento británico rechace este acuerdo o que, de alguna manera, May logre encadenar a su país a él, ninguno de los dos resultados estabilizaría la relación entre la UE y el Reino Unido de una manera que promueva los intereses de Europa.

Si el parlamento británico rechaza el acuerdo, como parece probable y como debería ser, la UE sufrirá graves daños colaterales por el dolor infligido a Gran Bretaña. Por un lado, se encontrará diciéndole a Irlanda que instale una nueva frontera en el norte, burlándose de su insistencia de que no se podía contemplar ninguna concesión en este punto. Si, por otro lado, Europa gana y el acuerdo se aprueba, su victoria se convertirá en cenizas en el corto plazo. La UE habrá convertido a un posible amigo y socio (la quinta economía más grande del mundo y un valioso aliado militar y de inteligencia) en un subordinado humillado, preparado para la venganza. Esa situación seguramente terminará mal, para ambos lados.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.