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pandemia de coronavirus

Francia y España descartan volver a una cuarentena generalizada

El presidente francés, Emmanuel Macron, y su homólogo español, Pedro Sánchez, no volverían a las restricciones generales de permanecer en casa, incluso ante un aumento de los casos de covid-19.

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Los presidentes Pedro Sanchez y Emanuel Macrón. | Agencia Europa Press

Nadie quiere nuevamente una cuarentena nacional por coronavirus. El presidente francés, Emmanuel Macron, y su homólogo español, Pedro Sánchez, han descartado restricciones generales de permanecer en casa, incluso ante un aumento de los casos de covid-19. Sus motivos son claros: otra ronda de cuarentenas generalizadas afectaría la economía y dividiría a la sociedad, y también significaría admitir la derrota de políticos y funcionarios de salud pública que, como Sánchez, insisten en que estamos “mejor preparados” para controlar la epidemia de lo que estábamos en los oscuros días de la primavera.

La estrategia menos draconiana que consiste en combinar medidas preventivas, mientras se espera que aparezca una vacuna, es admirable. Pero aquí también hay límites. Las políticas relativas a los tapabocas son cada vez más estrictas y complicadas, convirtiéndose en focos de confusión y hostilidad. Las restricciones a los viajes internacionales, que no siempre han sido efectivas o fáciles de aplicar, se están acumulando de nuevo. Y si bien las pruebas y el rastreo son vitales para mejorar nuestra capacidad de detección de casos, sigue habiendo brechas en los recursos. España está acudiendo al Ejército para apoyar en sus esfuerzos.

El enredo de normas será más difícil de hacer cumplir a medida que pasa el tiempo. La historia sugiere que los edictos epidémicos eventualmente irritan a los ciudadanos. Esto se ha evidenciado desde la gripe española de 1918-19 hasta en Nápoles en el siglo XIX, donde los residentes, como lo cuenta el historiador Frank Snowden, protestaron contra las reglas contra el cólera al comer grandes cantidades de fruta que las autoridades podían confiscar. Tales medidas tienen una vida útil.

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Se debe poner un nuevo énfasis en lo curativo además de lo puramente preventivo. Si bien las vacunas cobran gran importancia en la imaginación colectiva, encontrar un tratamiento para el virus sería realmente algo revolucionario. Probablemente sería más barato y más rápido de fabricar que una vacuna y disminuiría los riesgos. Detener la infección o la muerte borraría los rasgos más terroríficos del covid-19.

Lamentablemente, tras siete meses de esta pandemia, ha habido poco progreso. Somos mejores en el tratamiento de casos graves, pero no por mucho. Un documento publicado el mes pasado por el comité asesor científico del Gobierno francés citó que la dexametasona, un fármaco antiinflamatorio de bajo costo que se evidenció reduce las muertes entre los pacientes que necesitan asistencia respiratoria, y el medicamento para la artritis tocilizumab, han mostrado efectividad.

Este no es un virus ordinario, con múltiples posibles puntos de ataque, incluida la provocación de una respuesta inmune descontrolada. Encontrar un tratamiento requiere recursos. El Instituto Milken cuenta con 316 tratamientos actualmente en estudio en todo el mundo, junto con 203 vacunas.

Sin embargo, se ha perdido el tiempo. Los ensayos clínicos apresurados, destinados a producir resultados más rápido, solo han sembrado confusión y avivado la publicidad. Hasta ahora ha habido más decepciones que éxitos, con la hidroxicloroquina, medicina contra la malaria, o las terapias contra el VIH, incluido lopinavir.

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El resultado es que los hospitales aún están realmente a merced del virus. Predominan los síntomas más leves y hay más experiencia en el tratamiento del covid-19 con una tasa de mortalidad global que ha caído a 3,5% aproximadamente, pero las sugerencias de que el virus ha mutado a una forma mucho menos virulenta aún no son concluyentes. Las hospitalizaciones y las muertes, aunque aumentan mucho más lentamente que los casos, comienzan a repuntar en países como Francia y España. Julien Carvelli, médico de cuidados intensivos en el Hospital La Timone en Marsella, me dice que su preocupación es la mezcla que se va a generar entre pacientes con covid-19 y otros pacientes a medida que se acerca el invierno.

Hay formas de mejorar la búsqueda de un tratamiento, como los ensayos clínicos adaptativos. Una mayor cooperación internacional también aumentaría su tamaño y evitaría la duplicación. Es increíblemente desalentador que los ensayos de varios países en Europa como el “Discovery”, liderado por Francia, hayan fallado en alcanzar la masa crítica. Lograr que los países trabajen juntos es más difícil que diseñar zonas de exclusión aérea, pero las recompensas finalmente serán mayores.

El precio para el desarrollo de medicamentos para covid-19, como la reutilización de genéricos, podría ascender a US$200 millones por tratamiento (una fracción de los US$1.000 millones que puede costar producir una sola vacuna). Eso es tanto más atractivo dado que el covid-19 podría terminar requiriendo un cóctel de diferentes terapias. Jeffrey Aronson, farmacólogo clínico en el Centro de Medicina Basada en la Evidencia de Oxford University, el mes pasado comparó el uso de una combinación de medicamentos para una estrategia que ataca al virus por todos los frentes. Consiste en evitar que el virus ingrese a las células, evitar que se reproduzca una vez que ingresa y cambiar la respuesta inmune del cuerpo al aumentarla o suprimirla en momentos relevantes.

Lograr que los países trabajen juntos es más difícil que diseñar zonas de exclusión aérea, pero las recompensas finalmente serán mayores

Nada de esto significa que se dejen de lado los profilácticos más inmediatos, como los tapabocas y el distanciamiento social. Pero la investigación científica debe ser apoyada y coordinada como parte del plan. Si se espera un nuevo repunte en los casos este otoño, los ensayos con pacientes deben estar listos.

En lugar de permanecer atrapados en un debate binario sobre cuarentenas tontas o inteligentes, el enfoque debería estar en encontrar un tratamiento que haga obsoleto todo tipo de cuarentena. Y podría estar justo frente a nuestras narices, ahora cubiertas por tapabocas.