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Salud

¿Hospitales preparados para la segunda ola de covid?

A medida que los casos aumentan nuevamente en Europa, la presión sobre los recursos de cuidados críticos está llevando a implementar cierres económicos a nivel local y regional.

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Se cumplen 200 días de cuarentena en Argentina. | NA

La brutal experiencia de la primera ola de covid-19 humilló a muchos países ricos donde incluso generosos sistemas de salud se vieron abrumados por un virus desconocido. Así como brotes anteriores enseñaron en Asia la dura realidad sobre cómo lidiar con las pandemias, las lecciones de este nuevo coronavirus abundan en Occidente: Italia ha aumentado su capacidad de cuidados intensivos, Francia está pagando mejor a los trabajadores de la salud y España está construyendo un nuevo hospital para hacer frente a la pandemia.

Gracias a estas y otras medidas, los confinamientos a nivel nacional se presentan como una excepción. Sin embargo, a medida que los casos aumentan nuevamente en Europa, la presión sobre los recursos de cuidados críticos está llevando a implementar cierres económicos a nivel local y regional.

Los pacientes de covid-19 ocupan más de un tercio de las camas de cuidados intensivos en la región de París. Ocurre algo parecido en Madrid. Se están implementando estrictas medidas, como el cierre de bares, gimnasios y otros negocios, para frenar el aumento de los casos y los ingresos hospitalarios. A pesar de que la tasa de hospitalización es mucho más baja que en la primera ola, los Gobiernos sienten que no tienen otra alternativa que tomar medidas ahora. Les preocupa hasta dónde puede llegar esa cifra en un mes.

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Institut Pasteur, en Francia, estima que podría haber 11.000 pacientes de covid en cuidados intensivos para noviembre. Eso no solo supera la capacidad máxima del país en una emergencia pandémica, sino que supera el punto más alto, en abril.

Dado que los indicadores de los hospitales alimentan las estimaciones de los Gobiernos para que evalúen la implementación de medidas estrictas, existe frustración de que se esté poniendo tanto énfasis en las decisiones para cerrar bares o restaurantes en lugar de enfocarse en expandir la capacidad hospitalaria. Según Christophe Prudhomme, médico de urgencias en París, si Francia hubiera duplicado estructuralmente su capacidad de hospitalización a 12.000 camas, para ahora, la tasa nacional de ocupación por covid-19 sería de alrededor de 10% —un nivel que no requiere medidas de confinamiento adicionales— y no del 20%, que es lo que ocurre en este momento. ¿Estamos cerrando el comercio en lugar de construir más camas?

La pregunta es más compleja de lo que parece. Las camas UCI no siempre se prestan bien para los análisis de costo-beneficio a los ojos de las autoridades gubernamentales. El costo diario de una de esas camas puede ir desde cerca de 2.000 euros (US$2.347) hasta más del doble de ese valor, según Rosanna Tarricone, profesora asociada de gestión de atención médica de la Universidad Bocconi, en Milán. No se necesita solo un colchón y equipo médico, sino también el personal para operarlo. Y, lo que es más importante, es un desembolso que podría salvar vidas, pero sin contrarrestar la propagación del covid-19.

Por lo tanto, los encargados de política monetaria enfrentan una especie de “paradoja de Jevons”, fenómeno donde una mayor oferta de un servicio puede aumentar la demanda en lugar de reducirla. Construir más camas sin controlar el ritmo de los nuevos contagios solo serviría para ocuparlas sin hacer nada para abordar el problema central. Y cuando las epidemias disminuyen, la presión para reducir los costos recae en lo que, repentinamente, son camas vacías.

Sin embargo, hay límites a los estrictos análisis de eficiencia en estos tiempos caóticos. Los Gobiernos se han mostrado capaces de romper todo tipo de tabúes económicos, desde subvencionar a trabajadores despedidos hasta otorgar préstamos de forma conjunta a nivel europeo. Descartar los hospitales como otro “elefante blanco” de infraestructura parece extremo.

Una respuesta podría ser asignar mejor los recursos hospitalarios que ya existen, en lugar de aumentarlos permanentemente en todas partes. Durante la primera ola del covid-19, Francia usó trenes especiales para trasladar pacientes en todo el país, e incluso a través de la frontera con Alemania y Luxemburgo. La cooperación transfronteriza tiene aún más sentido ahora, ya que algunos países se están viendo muy afectados, mientras que a otros, como Italia o Alemania, les está yendo mucho mejor. Philippe Juvin, jefe de servicios de emergencia del Hôpital Européen Georges-Pompidou, en París, propuso crear una reserva europea de personal médico y recursos que podrían enviarse desde los países menos afectados hasta aquellos que se están viendo saturados.

Otra forma de aliviar la tensión en las unidades de cuidados intensivos puede ser la reorganización de los propios hospitales. Corea del Sur, que resistió las medidas de confinamiento por el covid-19 a través de una extensa vigilancia y pruebas, utilizó la estrategia implementada durante el brote del coronavirus MERS en 2015 para asignar pacientes en función de la gravedad de los síntomas y la disponibilidad de camas. Los pacientes fueron compartidos entre instalaciones comunitarias, hospitales destinados específicamente para covid-19 y otros lugares. Las instalaciones comunitarias, por ejemplo, alojaron a pacientes que reportaban su temperatura corporal y cualquier cambio en los síntomas utilizando una aplicación móvil o el teléfono mientras estaban allí, lo que facilitó la respuesta in situ y la eventual transferencia al hospital.

Esto haría necesario evaluar cómo se utilizan los recursos de una manera que no es fácil para los países occidentales que se salvaron de mortales pandemias durante décadas. Tampoco es un sustituto de las medidas preventivas. Los sistemas de prueba y seguimiento están casi al borde del colapso en varios países; también podrían hacerlo, por ejemplo, con estándares comunes a toda Europa y tecnología para aplicaciones de seguimiento de contactos.

No obstante, si alguna vez hubo un momento para considerar la atención médica como un beneficio para la sociedad y la economía, en lugar de un obstáculo para las finanzas públicas, ese momento es ahora. Si queremos aprender a vivir con el virus, debemos pensar en camas hospitalarias, no solo en bares.