La quema de grandes cantidades de madera de bosques puede reducir la contaminación por gases de efecto invernadero, pero solo junto con políticas que promueven que árboles nuevos absorban rápidamente el dióxido de carbono.
Esa es la conclusión de una nueva investigación publicada en Science Advances, que busca contrarrestar la opinión predominante de que la biomasa puede empeorar el cambio climático.
Compañías de energía en Estados Unidos y Europa, incluida Drax Group Plc, una vez la mayor planta de energía de carbón del Reino Unido, están recurriendo a combustibles de biomasa recogidos de bosques o granjas como una forma para abandonar el carbón. Si bien la madera es la mayor fuente de biomasa, también puede provenir de otra materia orgánica, como desechos de cultivos o incluso basura. Ese material luego se quema para hacer funcionar turbinas de vapor que producen electricidad (y calor como subproducto) que se puede canalizar hacia los hogares. También se puede convertir en biocombustible para el transporte.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5° Celsius, el mundo tendrá que depender tanto de combustibles de biomasa como de la creación de nuevos bosques. Sin embargo, el rol de la biomasa a base de madera en la lucha contra el cambio climático es controvertido. Una serie de informes científicos han determinado que talar árboles para obtener energía libera carbono a la atmósfera más rápido de lo que la próxima generación de árboles puede absorber.
La contabilidad del carbono es compleja, especialmente cuando se trata de bosques, porque depende del tipo de suelo, el clima, los tipos de árboles, cómo se transporta la madera y dónde y cómo se quema. Sin embargo, los autores del nuevo artículo, liderados por investigadores de las Universidades de Maine y Ohio y el Instituto de Tecnología de Georgia, Atlanta, hallaron que la alta demanda de bioenergía puede aumentar la cantidad de dióxido de carbono almacenada en los bosques. Eso se debe a que una mayor rotación alentaría una mayor replantación y un mejor manejo forestal, afirman.
Para lograr un beneficio climático neto, la biomasa debe regirse por políticas climáticas “eficientes” que tienen en cuenta tanto la cantidad de dióxido de carbono que absorben los bosques como la cantidad que liberan cuando se talan y se queman.