Venezuela vive en estado de expectativa y aprehensión en tanto los 28 millones de habitantes que siguen en el país se preguntan “¿Qué viene ahora?”
En 2017, violentas protestas envolvieron Caracas y el país, amenazando con derrocar el régimen autocrático del presidente Nicolás Maduro. Las marchas cerraron amplios sectores de la ciudad, los manifestantes arrojaron cócteles Molotov y heces humanas a los efectivos de la Guardia Nacional y los combatientes paramilitares que se movían en motos. Hubo unos 125 muertos, entre ellos Juan Pablo Pernalete, un estudiante herido por el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno, y David Vallenilla, baleado por la policía militar.
Un año después de las protestas, los venezolanos poco a poco han retomado su rutina diaria mientras la economía se desintegra con la hiperinflación. El dinero casi no vale nada y los habitantes tienen dificultades para encontrar medicamentos, alimentos y razones para creer que su vida mejorará.
Por qué la inflación de 1.000.000% que proyectó el FMI para Venezuela parece baja
Más abajo, conocerán a dos personas que pasaron 2017 librando una dura batalla en las calles y cómo cambio su vida.
Rafaela Requesens, 26 años
Entonces: presidente de la federación de estudiantes. Ahora: estudia Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela.
Gané la presidencia de la federación de estudiantes de la Universidad Central en febrero y ya en marzo comenzamos las primeras protestas.
Al principio me dejé llevar por el sentimentalismo y los ideales… hasta que vi mataban al primer joven. Allí me di cuenta de que eso podía ocurrirme; nunca pensamos que eso podía suceder. Fue traumático ver cómo nuestros compañeros en Caracas y el resto del país eran asesinados, verlos encarcelados y torturados. Fue muy duro… y ver que hoy, en 2018, Venezuela está mucho más tranquila que antes es sorprendente y frustrante.
Este año consiste en levantarme, ir a la universidad, estudiar. Pero también me concentro en levantar el ánimo de los venezolanos, seguir trabajando por el país y no olvidar a los jóvenes que murieron. Ahora trabajo en una fundación para ayudar a los niños desnutridos.
Hay días que siento que no puedo seguir, pero veo la tristeza del país y eso me da fuerzas. Veo a niños muertos de hambre comer de la basura, veo gente que muere por falta de medicamentos, así que debo seguir luchando. Me quedo porque nací aquí: mi vida está aquí, mi familia. No critico a los que se fueron pero para mí es dejar un espacio vacío para el régimen y permitirle ganar.
Erick Izaguirre, 28. Entonces: manifestante diario. Hoy: Estudiante de Derecho de la Universidad Metropolitana de Caracas.
Mi rutina era levantarme temprano todos los días y salir a protestar, día tras día. Yo era parte de la resistencia. Nos quedábamos hasta altas horas de la noche esperando a los heridos en las clínicas. Llorábamos mucho. Nuestros días eran no sólo de resistencia en la calle sino también en la mente.
Por el contrario, 2018 es un año en el que todo parece sin esperanza, sin vida, hay menos gente; hemos sufrido el mayor éxodo de la historia de la región. Ni siquiera hay tránsito. Sólo me levanto temprano para estudiar, trabajar y luchar para no perder la esperanza, para ayudar a otros… y también sigo luchando por mi hijo. Tengo un pequeño bebé que me necesita.
Todos los días recuerdo cuando murió Juan Pablo Pernalete. Era de nuestra universidad y yo estaba allí mismo en el momento en que murió. A veces me despierto en la noche con pesadillas sobre eso. También tengo varias cicatrices, en la espalda y el pecho, y tengo una lesión en el tobillo que a veces me molesta y me hace difícil caminar.