Una disputa política en Bissau, la somnolienta capital de Guinea-Bisáu, amenaza con obligar a uno de los países más pobres del mundo a convertirse nuevamente en refugio para las bandas que trafican cocaína hacia Europa y abrir la puerta a los militantes islamistas.
Hoy, el único signo de la crisis es un vehículo blindado de pacificadores africanos junto al palacio colonial portugués donde vive el presidente José Mario Vaz, quien está enfrascado en una dura lucha por el poder con su propia agrupación política, el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), y ha despedido a seis primeros ministros desde que tomó el poder en 2014. La inestabilidad ha afectado a este país de África Occidental desde su independencia en 1974, y ningún presidente terminó su mandato desde las primeras elecciones multipartidistas en 1994.
El atolladero político llevó a los donantes extranjeros a suspender al menos US$1.200 millones en ayuda y debilitó a un Estado plagado de corrupción desenfrenada. Así, el país costero volvió a ser propicio para los narcotraficantes que hace más de una década comenzaron a usarlo como centro para enviar cocaína a Europa.
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"Una prolongación de la crisis sin duda limitará nuestra capacidad para detener a los contrabandistas", dijo en una entrevista Cipriano Cassama, presidente de la Asamblea Nacional Popular y posible candidato a la presidencia.
Conexión yihadista
Ahora las autoridades locales temen que los militantes islamistas de la región aprovechen el dinero de las drogas para financiar sus operaciones. Tienen evidencia de que yihadistas extranjeros buscaron refugio en Guinea-Bissau y reclutaron miembros, dijo Domingos Correia, el subdirector nacional de la policía judicial.
Los presuntos integrantes de una célula local de al-Qaeda en el Magreb islámico dijeron en interrogatorios judiciales hace dos años que a menudo descargaban cargamentos de cocaína de aviones procedentes de Sudamérica con destino a Mali, añadió.
"Las drogas que fluyen por aquí también podrían financiar a estos grupos", dijo Correia. "La amenaza es seria porque tenemos considerables vulnerabilidades políticas".
La raíz de la crisis es una lucha de poder entre el presidente y su exprimer ministro y jefe del PAIGC, Domingos Simões Pereira, por la gestión de las donaciones extranjeras. El Ejército, que históricamente ejerció una enorme influencia sobre la política, se ha mantenido neutral ante las amenazas de sanciones por parte de organizaciones extranjeras.
Cooperación de seguridad
La atención internacional que redundó en las sanciones y el arresto de comandantes militares y aumentó la cooperación en materia de seguridad ayudó a detener el flujo de cocaína que pasaba por el país en los últimos años.
Pero sigue habiendo riesgos de recaída.
Las fuerzas de seguridad aún enfrentan una corrupción generalizada y una escasez de equipos, lo que dificulta su capacidad para vigilar a un país más grande que Bélgica, dijo el Departamento de Estado de Estados Unidos en su informe denominado Estrategia Internacional para el Control de Narcóticos de 2018.
A pesar de una caída en la cantidad de cocaína incautada en los últimos años, el flujo de drogas que atraviesa el país probablemente siga siendo significativo, ya que los traficantes cambian de ruta y utilizan métodos menos rastreables para contrabandear el polvo blanco, dijo Antero Lopes, que encabeza el subprograma Estado de Derecho e Instituciones de Seguridad en la misión de la ONU en Bissau.
"Guinea-Bisáu es víctima del narcotráfico a causa de la vulnerabilidad de sus instituciones", dijo. "La delincuencia organizada también corroe la estabilidad y la democracia, es un callejón sin salida".