Cuando a principios de este mes el Gobierno cubano informó que repatriaría a los más de 8.000 médicos que desplegó en Brasil, los medios, los médicos y los expertos en salud pública se alarmaron. ¿Qué sería de los pacientes que los médicos expatriados habían estado atendiendo en las partes del país donde los servicios públicos ya eran precarios, en el mejor de los casos, y las únicas personas de blanco eran pastores pentecostales?
Que el éxodo fuera provocado por otro arrebato del presidente electo derechista, Jair Bolsonaro, solo agravó las preocupaciones. Bolsonaro no solo ofendió a Cuba al acusarla de promover el trabajo esclavizado, ya que mantiene alrededor del 70 por ciento de los honorarios de los médicos contratados y no permite que sus familias se unan a ellos en Brasil, sino que además no contó con un plan alternativo para los servicios que prestaban. Millones de pacientes pobres quedarían sin ayuda, se dijo, invitando así a un desastre de salud pública. "Este es un día triste para la salud brasileña y la política exterior", lamentó el exministro de salud, Alexandre Padilha.
Dos semanas después, los Casandra (figura de la mitología griega a quien no se le creían sus vaticinios, entre ellos el engaño del Caballo de Troya) parecen haberse equivocado en el diagnóstico. Si bien Brasil tendrá que luchar para reemplazar su ayuda importada, llenar esas batas blancas está resultando ser menos desalentador. Poco después de que el gobierno publicara anuncios buscando ayuda, llegaron muchas postulaciones para los reemplazos; para el 26 de noviembre, el Ministerio de Salud de Brasil anunció que había llenado el 97 por ciento de las vacantes en unos 2.800 municipios.
Ahora parece que el verdadero perdedor es Cuba. Para apreciar el golpe a La Habana, considere los signos vitales de la isla. Olvídese del azúcar, los cigarros y los hoteles de lujo en el Malecón: los médicos viajeros se han convertido en la marca global más reconocida de La Habana.
Durante los últimos 50 años, los trabajadores médicos profesionales han sido la tarjeta de presentación más formidable del régimen de Castro, expandiendo la atención primaria y atendiendo emergencias en sociedades necesitadas en todo el mundo en desarrollo. Según un recuento reciente, 37.000 médicos cubanos aún administraban atención primaria, realizaban cirugías, traían bebés al mundo, entregaban vacunas y capacitaban a personal médico local en 77 países.
Esa misión ha generado para La Habana el prestigio del poder blando y buena voluntad. Entre otras razones porque la mayoría de los clientes globales de Cuba pagaban casi nada, sus médicos visitantes eran tratados como héroes. Especialistas internacionales en atención médica y medios de comunicación mundiales llenaron a La Habana con elogios, diciendo que la "diplomacia médica" es la mayor exportación de la isla.
Como sucedió, Cuba estaba haciendo reverencias con la punta de la boina de otra persona. Durante décadas, los gobiernos de Fidel y Raúl Castro pudieron brindar servicios médicos pro-bono gracias, en gran medida, al soporte vital del antiguo patrocinador extranjero de La Habana, la Unión Soviética.
Sin embargo, dado que la generosidad de la Guerra Fría terminó hace mucho tiempo, la atribulada economía isleña se volcó cada vez más hacia los clientes que pagaban como una forma de obtener las preciosas divisas. Desde 2013 a 2017, los servicios profesionales representaron el 55 por ciento del total de las exportaciones de bienes y servicios cubanos, estimó el economista cubano Pavel Vidal, quien da clases en la Pontificia Universidad Javeriana en Cali, Colombia. Los médicos lideraron el número.
El internacionalismo médico de Cuba recaudó alrededor de US$9.600 millones en promedio cada año, entre 2011 a 2016, según datos estimados el año pasado por the Economist Intelligence Unit (EIU). Según Vidal, más de tres cuartos de esa cifra provino de solo dos mercados: Brasil y Venezuela.
El final del acuerdo "Más médicos" con Brasil privará a Cuba de unos US$400 millones a US$500 millones al año, según Mark Keller de EIU. Eso es más de lo que Cuba gana cada año a partir de su cosecha comercial característica, el azúcar.
Claro, más de 21.000 médicos cubanos todavía están desplegados en Venezuela, a cambio de petróleo barato y préstamos. Otros 500 médicos fueron enviados a Caracas este mismo mes, un ostensible despliegue de resiliencia. Sin embargo, con la economía bolivariana en la ruina y la producción de petróleo que cae en picada, no está claro cuánto durará ese flujo de ingresos. "Con Nicolás Maduro, Venezuela ya no es un país estable", dijo Keller. "Si el gobierno cambia, sería catastrófico para la economía cubana".
Los destinos de la isla ya están empalideciendo. En los últimos cuatro años, la exportación de servicios profesionales encabezada por médicos de Cuba se redujo de US$10.200 millones a US$7.700 millones, dijo Vidal. Indicó que ese déficit ha empeorado el comercio exterior de Cuba, que ya mostraba un desempeño inferior, y ha socavado unos US$2.500 millones anuales de la economía de la isla para pagar importaciones y cumplir con las obligaciones de deuda externa.
Si se tiene en cuenta la falta de diversidad de las exportaciones y la disminución de los estándares educacionales, la economía interna de Cuba parece aún más precaria. Los médicos que regresan de Brasil serán reasignados al sistema de salud pública de Cuba, donde los salarios en pesos hacen que incluso los sueldos extranjeros embargados parezcan abultados, y quedarán a la espera, quizás, del próximo llamado extranjero. "Cuba aún cuenta con profesionales médicos bien capacitados, pero un país normal no enviaría a sus médicos al exterior por dinero", dijo Keller. Hay algunas dolencias ni siquiera los mejores médicos pueden curar.
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