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Crisis en Venezuela

Los venezolanos se debaten entre el hambre y la tortura

Detalles del debate sobre la crisis en Venezuela, desde adentro.

Opposition-Led National Assembly Meets As Latin American Nations Call For New Venezuelan Elections
Opposition-Led National Assembly Meets As Latin American Nations Call For New Venezuelan Elections | Bloomberg

En vísperas de lo que podría ser la mayor protesta contra el gobierno en años, Caracas ha estallado en un acalorado debate. Ocurre en todas partes, en cafés, en supermercados y en Whatsapp.

Hambrientos, arruinados y agotados, después de años de implacable colapso económico, la gente está más enojada que nunca con el régimen de Nicolás Maduro, sin duda. El debate es sobre si valdrá la pena atender el llamado del líder de la oposición, Juan Guaidó, y salir a protestar el miércoles, en un intento por expulsar a Maduro de su cargo.

Después de días de escuchar la pregunta lanzada de un lado a otro, básicamente puedo colocar a los Caraqueños en dos bandos: "¿Por qué molestarse?" y "No podemos permitirnos no hacerlo".

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Quienes dicen que no tiene sentido recuerdan las manifestaciones de 2017, las cuales atrajeron a millones a las calles de todo el país. Más de 100 personas murieron y miles fueron arrestadas cuando las fuerzas de seguridad se movieron implacablemente para restablecer el orden. Rápidamente, surgieron historias de brutales torturas a los detenidos. En el momento en que las protestas se desvanecieron, la oposición se dividió y fue oprimida, y el control autoritario de Maduro sobre el poder fue mayor que antes.

¿Por qué arriesgar la vida? Así lo resume mi amigo Roberto, que se gana la vida vendiendo partes importadas de automóviles. "Maduro está blindado", dijo el otro día. "Salir a la calle no tiene ningún resultado".

El argumento del otro lado es que ahora es el momento. Esta vez es diferente, dicen. Maduro está bajo una agresiva presión internacional para renunciar, por parte de Estados Unidos, Brasil, la Organización de los Estados Americanos, y también de una repentinamente revitalizada oposición. Guaidó, el jefe de la Asamblea Nacional, ha estado dando discursos, organizando mítines y pidiéndole a los líderes mundiales y al ejército que lo reconozcan como el legítimo jefe de estado.

Los venezolanos de todas las tendencias se han reunido a su alrededor. La situación del país es tan miserable –escasez de agua, estantes vacíos en las tiendas, apagones, hiperinflación y así sucesivamente–, que todo el mundo está harto. La marea parece haber comenzado a cambiar en los barrios de clase trabajadora y marginales que alguna vez fueron sólidos bastiones chavistas.

"No teníamos ese apoyo en 2017", asegura mi amiga María, quien trabaja en mercadeo para una cadena de comida rápida. Maduro, dice, tiene un tipo diferente de pelea entre las manos esta vez.

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Bien podría tener razón. Rebeliones espontáneas se han desatado alrededor de Caracas y siguen apareciendo grietas en la lealtad de las fuerzas armadas al presidente, al menos en los rangos más bajos. El lunes, cerca de dos docenas de guardias nacionales asaltaron puestos militares en Caracas, robaron armas y mantuvieron a otros soldados cautivos brevemente; los videos publicados en las redes sociales muestran a los guardias discutiendo con sus rehenes acerca de por qué no rompen filas, dado el estado del país.

Amigos del extranjero me siguen enviando mensajes de texto preguntándome: "¿Es real esta vez?" Todo lo que puedo decirles es que no he percibido nada como este tipo de entusiasmo, incluso ansiedad, por la disidencia activa desde que regresé a Caracas en 2017. No puedo decirles lo que pasará, porque el debate aún continúa.

Hay mucho miedo mezclado con toda la pasión por la revuelta. El miércoles mostrará cuán poderoso es el control del miedo tiene sobre los venezolanos. Las protestas comenzarán alrededor de las 10 de la mañana de aquel país.