Esta semana se llevó a cabo una nueva edición, la número 23, de uno de los momentos más esperados por los científicos de todo el mundo con sentido del humor: la entrega de los premios IgNobel. Se trata de una ceremonia que se realiza en la Universidad de Harvard y en la que se premian investigaciones y descubrimientos reales, publicados en respetadas revistas académicas, pero con una particularidad: los IgNobel, a diferencia de su tradicional premio homónimo, destacan ideas, comprobaciones y experimentos bizarros, inútiles o curiosos.
La entrega, que se complementa con sketches, charlas satíricas, personajes disfrazados y altas dosis de humor sutil, se ha ido popularizando a tal punto que muchos Premios Nobel “reales” y profesores destacados han entregado distinciones y dado miniconferencias en estas ceremonias. Incluso, en el año 2007, el reconocido investigador argentino Diego Golombeck recibió un IgNobel por sus estudios sobre cómo el Viagra puede ayudar a los hamsters a recuperarse del jet lag.
Este año, entre otros ganadores, el IgNobel de Medicina se lo llevó un equipo japonés que estudió los efectos de hacerle escuchar ópera a un grupo de pacientes trasplantados: ratones. El IgNobel de Psicología lo obtuvo un equipo de franceses e ingleses que publicó un estudio en el British Journal of Psychology, donde comprobó que la gente que piensa que está borracha también tiende a pensar que es atractiva.
Por otra parte, el galardón a la Salud se lo llevó un estudio publicado en la revista American Journal of Surgery que describía qué técnicas quirúrgicas se usaron para hacerle frente a una epidemia de amputaciones de penes que se registró en Tailandia durante la década del 80.