Entre los acérrimos defensores de la libertad de prensa cuando ésta aún se estaba gestando estuvo Manuel Belgrano. Con Mercedes Sanguineti emprendimos el desafío de iluminar el costado menos conocido del creador de la bandera: su perfil de intelectual, sus batallas de ideas en el quiebre entre la Colonia y la Independencia. En este devenir se destacan el educador, el economista, y muy especialmente el periodista.
Personaje clave del periodismo anterior a la Gazeta de Buenos Ayres, el creador de la bandera fue partícipe de los tres emprendimientos de prensa de relevancia que hubo entre 1800 y 1810. El Telégrafo Mercantil funcionó entre 1801 y 1802 bajo las órdenes de Cabello y Mesa, coronel y abogado de Extremadura. Escribieron en él Belgrano y su primo Castelli, además del deán Gregorio Funes y José Chorroarín. Su extinción se dio en octubre de 1802, a raíz de la publicación de algunos artículos polémicos.
Cuando el virrey Del Pino lo retiró de circulación abrió la puerta a una nueva publicación: a fines de 1802 apareció el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio de Juan Hipólito Vieytes. Se lanzó el 1º de septiembre de ese año con la intención de que se difundiera en el virreinato del Río de la Plata, la capitanía de Chile, Charcas y el virreinato del Perú.
Su director escribió en el prospecto de su hoja de prensa: “Organo por donde se transmitan al Pueblo las útiles ideas de los compatriotas ilustrados, no son mis hombros sólo suficientes para sostener el peso de este colosal edificio”. Belgrano estaba al lado del promotor del periódico.
Aunque el fin original fue proponer la prosperidad económica a través de la agricultura, la industria y el comercio, el periódico terminó tocando temas de interés general; por ejemplo, fue ferviente defensor de la introducción de la vacuna contra la viruela.
No es casual que los discursos o memorias de Belgrano en el Consulado se publicaran en el Telégrafo y en el Semanario, lo que además muestra que los personajes que los editaban coincidían en objetivos y estaban vinculados socialmente. Hasta podría decirse que Belgrano fue fuente de inspiración para Vieytes, y viceversa. Mitre (en su rol de historiador) llega a afirmar que las ideas publicadas en el Semanario “eran un desarrollo de las ideas popularizadas por Belgrano en sus Memorias económicas”.
Desde mediados de la década de 1790 hasta 1810, estos nombres (Belgrano, Castelli, Vieytes y Moreno) aparecen unidos a una misma obra intelectual y de propaganda. Para difundir las ideas ilustradas, y los conceptos que llevarían luego a la autonomía respecto de la metrópolis española, estos dirigentes debieron transitar entre los escritorios de funcionarios, la prensa, las tertulias y el campo de batalla.
El Correo de Comercio de Belgrano fue la cuarta publicación formal de Buenos Aires: nacida el 3 de marzo de 1810 bajo los auspicios del virrey Cisneros, ha sido interpretada por algunos historiadores como un pretexto de Belgrano para difundir ideas y generar reuniones a favor de la emancipación.
El Correo fue básicamente un semanario económico: su foco fue traer al Río de la Plata las nuevas doctrinas que se debatían en Europa, pero pensadas desde la realidad local. Fue, a su vez, un cauto desafío a las políticas económicas españolas en el Plata, de las que Belgrano se venía quejando en voz baja en el Consulado. En el primer ejemplar ya critica a las teorías mercantilistas en boga.
En el número del 11 de agosto de 1810, cuatro de las cinco páginas están dedicadas a un texto titulado “La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública”. Según leemos allí, la libertad de prensa “es necesaria para evitar la tiranía, para moderar la arbitrariedad y los abusos, para garantizar la libertad civil, las instituciones públicas y para mejorar el gobierno de la Nación”.
*Periodista e historiador. Autor de Belgrano, la revolución de las ideas.