Está tan cerca. Y tan lejos. Luis “Toto” Caputo tiene un momento de lucimiento próximo. Será el 9 de enero, cuando deba cumplir con el primero de los mayores compromisos financieros del país para la segunda parte de la gestión de Javier Milei. Ese día deberá pagar aproximadamente US$ 4.300 millones por el primer vencimiento de los cupones de los bonares y globales, los títulos reestructurados por Martín Guzmán cuando ejercía como ministro de Economía de Alberto Fernández y renegoció la deuda con privados por unos US$ 66 mil millones en octubre de 2020.
Todo sería una fiesta si el apoyo de los bancos americanos estuviera operativo
Luego habrá otro vencimiento, el 9 de julio, por unos US$ 4.200 millones, y finalmente dos más en 2027 que replican los de 2026. En total, Caputo deberá afrontar pagos por aproximadamente US$ 18 mil millones. Según el mercado poselectoral del 26 de octubre, se descarta que esos vencimientos se cumplirán en tiempo y forma. Al menos eso refleja el riesgo país, que durante la última semana coqueteó con perforar los 600 puntos. Con el Tesoro de los Estados Unidos –vía Scott Bessent– de respaldo, nadie duda de que el país pagará. Y también que cumplirá los siguientes compromisos.
Todo sería una fiesta financiera para los bonos locales si el famoso plan de apoyo de los bancos norteamericanos –unos US$ 20 mil millones, con garantía del Tesoro estadounidense y diseño del J.P. Morgan– ya estuviera operativo. Pero problemas de calendario lo impiden. No se llegará a tiempo para definir el esquema general, y la novedad del jueves por la noche es que probablemente habrá que recurrir a un monto sensiblemente menor, apenas suficiente para cubrir el vencimiento de enero, con un mecanismo de securitización más acotado. Es decir, un crédito más caro y quizá con una tasa incluso superior al riesgo país de 600 puntos básicos.
Lo que perjudica a Caputo es el tiempo. Conseguir el total de los fondos para todos los vencimientos antes del pago de enero es, para la velocidad de Wall Street, una utopía. Los bancos prestamistas requieren semanas para analizar la posibilidad del rescate total y la operación de préstamos securitizados con garantías del Tesoro estadounidense. Nada de esto puede hacerse rápido, aun con bonos del Tesoro como respaldo. Y menos con el espantoso currículum de la Argentina en el mundo financiero. En definitiva, lo único seguro es que el dinero que proveerán los bancos privados alcanzaría para cubrir el pago de enero. Para el resto, habrá que ver cómo evoluciona la sintonía fina que diseña el Palacio de Hacienda para 2026.
A esto debe sumarse el examen de enero ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), que llegará al país para evaluar el cumplimiento de las metas de 2025 bajo el programa de Facilidades Extendidas, con el inevitable waiver por no haber logrado incrementar las reservas del Banco Central en US$ 4 mil millones.
La idea de Caputo era presentar antes de fin de año el acuerdo con los bancos privados, disipar el temor de un potencial default durante la gestión Milei y anunciar el retorno al mercado internacional de deuda voluntaria. Pero no podrá ser. El pago de enero, en el mejor de los casos, se concretará con dinero que solo cubrirá ese vencimiento. La estrategia original era más ambiciosa: tampoco sería necesario aceptar el préstamo norteamericano, ya que su sola presentación abriría las puertas a nuevas colocaciones de deuda. Los US$ 20 mil millones de los bancos privados más los US$ 20 mil millones del swap con el Tesoro estadounidense serían una vidriera internacional de US$ 40 mil millones que permitiría mejorar plazos y tasas respecto de la reestructuración de Guzmán, donde se acordó un interés del 3,07%. Hoy, la Argentina pagaría más del 9% anual en dólares.
En síntesis, la estrategia de Caputo entró en un impasse técnico, a la espera de cerrar negociaciones con fondos privados. El vencimiento se acerca y nadie puede frenarlo. Con el nivel actual de reservas del BCRA, tampoco puede pagarse con dólares propios. Y con los mercados aún cerrados, se deberá recurrir a dólares prestados en un mecanismo de rescate, término que el Gobierno intenta evitar. En la Casa Rosada y en Economía molesta profundamente que se hable de “salvatajes” provistos por Estados Unidos. Si se habilita el retorno a los mercados internacionales, será con un fin concreto: pagar deuda corriente reestructurada o emitida para cumplir con importadores (los Bopreales). Ni un dólar para otro destino: así lo ordenó Javier Milei, y en Economía acatarán.
Para el primer semestre de 2026 se espera un cambio drástico de política. Se abandonará la fallida estrategia de este año de no comprar dólares hasta que la divisa toque piso. Así, el Tesoro podría recomponer reservas y enfrentar el vencimiento del 9 de julio por más de US$ 4 mil millones sin recurrir de inmediato a ayuda externa.
La estrategia del ministro entró en un impasse técnico a la espera de los fondos privados
Si igualmente se necesitara asistencia de Donald Trump en 2026 para cubrir el vencimiento de enero, habría dos opciones: un simple swap de monedas o una recompra de bonos en poder del Estado a través del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. En ambos casos, según la visión oficial y la de la mayoría del mercado, no sería necesaria una ley, ya que no se incorporaría nueva deuda, sino que se recambiarían vencimientos cortos por largos. Pero para ello habría que replicar la tasa de Guzmán (3,07%). Si no, en términos reales, habría mayor endeudamiento. Salvo que el 9 de enero se pague con reservas, algo imposible.
Este miércoles 26, Caputo tendrá un examen financiero clave: renovar los aproximadamente 15 mil billones de pesos de letras que vencen ese día, en medio de una baja de tasas. El Banco Central las redujo del 22% al 20%, y eso debería reflejarse en la licitación del miércoles. El ministro diseñó un mix de bonos seductores, con vencimientos hasta abril de 2027. Será una jornada atrapante para los amantes de las tasas de interés, en tiempos donde se buscan oportunidades en moneda local mientras los plazos fijos apenas empatan a la inflación. Habrá que ver el humor de los tenedores de las letras.