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Ciencia y fantasía

16-4-2023-Logo Perfil
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Titulado Sirenas y tritones en la edad de la razón, un texto de Vaughn Scribner publicado en Public Domain se dedica a poner en foco el, por decirlo de alguna manera, fantasioso estado mental de los intelectuales occidentales del siglo XVIII, pese al aura cientificista con la que se cataloga a la Ilustración. Para ello, recurre a artículos periodísticos, entre otros documentos, y cuenta, por ejemplo, que “el 6 de mayo de 1736, se informó en Pennsylvania Gazette sobre un monstruo marino avistado en las Bermudas, cuya parte superior tenía la forma y el tamaño de un niño de 12 años, mientras que la parte inferior se parecía a un pez”, o que en “un número de 1769 de la Gaceta de Providence se informó que una tripulación inglesa vio un monstruo marino con aspecto de hombre que rodeaba su barco, seducido por la figura que, en la proa, emulaba a una bella mujer”.

Según Scribner, los filósofos del siglo XVIII representaron al mismo tiempo la aparición de la ciencia racional y “la persistencia del asombro” que llevó a los naturalistas a aplicar metodología científica moderna a la búsqueda de sirenas y tritones. En tanto la expansión imperial de Occidente crecía aparejada a expediciones de botánicos y cartógrafos enviados por doquier al Nuevo Mundo, la simpatía por las criaturas fantásticas fue haciéndose destinataria de inversiones provenientes de millonarios e instituciones influyentes, como la Royal Society de Londres. Gracias a estos avales, los naturalistas desplegaron una gran cantidad de estudios –presentados como serios– para terminar diciendo que los sirenos no solo eran “prueba de las raíces acuáticas de la humanidad”, sino puntas de lanza de teorías vinculadas a las diferencias raciales, biológicas, taxonómicas y geográficas del mundo natural.

El resultado del dinero invertido rindió frutos en varios campos de la investigación y el pensamiento, validando una de las fantasías más populares de la historia universal. Hoy, cuando la ciencia ocupa un lugar aún más preeminente en nuestras sociedades que en aquellas que colgaron de la razón para ejercerla solo en parte, tal vez sea sensato permitirse al menos un poco de desconfianza. Tal vez, algo de lo que aceptamos como “científico”, en el futuro, no sea más que otro canto de sirena.

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