“Vos tenés la vaca atada, le dicen. Por escribir una colunita semanal te ligás un salario straordinario, aportes a lobra social, ginasio gratarola. ¿Cuánto tardá, dcime, en escribir esas colunitas? Sho telasago en die minuto, telas hago.”
Como el populismo es virtud y la pedagogía una vía muerta, calla y otorga. Encima, la afirmación precedente combina verdades y falsedades; carece de sentido desglosar sus componentes. Escribir una columna sobre el arte, oficio o sacrificio de escribir columnas suena un poco, ¿cómo habría que decirlo? ¿Trompe l’oeil? ¿Redundante? ¿Pretensioso o perifrástico? Sin embargo, a nivel de la estructura, e’cir, cada cosa habla primordialmente de sí misma como forma, se pone a sí misma de objeto. Pero no tiene sentido abordar el tema desde la forma cuando la forma lo que indica siempre es la prevalencia visual del tema. O sea: cada semana hay temas, miles, millones de temas, pero es básicamente uno el que se impone: el Gobierno. Que roba o no roba, que avanza, que retrocede, que nos salva o que nos hunde. El periodismo político desarrolla su nado olímpico, ensobrado o no, con ese asunto. Pero, ¿un columnista literario semanal? Sería absurdo competir con esos profesionales que tienen programado el discurso a la medida de la exigencia del eventual amo, sobre todo el más tiránico, que hasta puede ser la opinión propia. Por eso, un columnista literario primero debe buscar lo que quiere decir, hasta que descubre que en el curso de un mes ha agotado los temas de su preferencia y entonces debe lanzarse a pedalear en la vasta llanura del Universo.
¿Qué hace, entonces? Primero exhibe su singularidad, su inteligencia. Eso le impone, de nuevo, un objeto distinto de sí mismo, algo sobre lo que desplazarse. La inteligencia es un dispositivo cuya dentadura no muerde todo lo que se le ofrece. Para columnistas o periodistas profesionales, el plato está servido de antemano, un menú compuesto por las noticias del día, que se dividen entre los hechos puros, lo ocurrido –por ejemplo, muertos de frío en Mar del Plata, mientras los grupos de tareas del intendente patean a los indigentes, o servidores del orden que le vuelcan los termos a un vendedor callejero de café al tiempo que le expropian las medialunas–, o la hermenéutica delirante que apostrofa los rituales de entrada y salida balconeante de la expresidenta vuelta prima donna carcelaria.
El resto es mucho, pero hay que encontrarlo. Y en esa búsqueda quizá el columnista se pasa la semana. La vaca está desatada.