COLUMNISTAS
CUARENTA años de democracia

Crisis de representación y juventudes

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Alfonsín. En cuarenta años se tienen derechos conquistados y también deudas pendientes. | cedoc

Cumplimos cuarenta años de democracia con derechos conquistados y deudas pendientes, con la posibilidad de elegir a nuestros representantes políticos, pero con una clara crisis de representación de la sociedad que tiene como principales protagonistas a los jóvenes.

Posiblemente, esto se deba a que una gran parte de la política tradicional, por un promedio alto de edad o por usos y costumbres de la vieja guardia, maneja un código de comunicación y agenda que no se condice con las necesidades de las juventudes.

Es que estos políticos, crecieron y se formaron en otra sociedad, donde las nuevas tecnologías no existían, los proyectos de vida eran menos autónomos y las temáticas existenciales y novedosas que hoy son de interés, como la salud mental, la ciudadanía digital (delitos virtuales, gamers, empleo digital) o el buen trato a los animales, antes eran ignoradas.

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En este sentido, la heterogeneidad de las juventudes también genera distintas formas de participación ciudadana que, progresivamente, se alejan de la política tradicional para buscar nuevos espacios y liderazgos, ya sea en los centros de estudiantes (secundarios o universitarios), en las comisiones jóvenes de sindicatos, de asociaciones civiles, de colegios profesionales o uniones industriales. Es decir, vemos cómo en organizaciones de todo tipo, el sector joven busca empoderarse e impulsar su propia agenda.

Las juventudes generan distintas formas de participación ciudadana

Ahora bien, la militancia de las ideas no se circunscribe solo al territorio y la organización colectiva. De ahí que con mayor frecuencia, surjan influencers, desde los clásicos youtubers, a intagramers o tiktokers, que logran masificar ideas en las redes sociales. Por lo cual, las opciones de participación ciudadana son muchas, lo que aumenta la libertad de expresión bajo diferentes formatos; pero por otro, un desafío que intima a la dirigencia política a desarrollar nuevos canales de escucha e integración ciudadana.

Esto es algo muy importante que desde el Estado se debe tomar nota: no hay mayor descontento que no sentirse escuchado y desde hace tiempo, hay orejas estatales con sordera. Un funcionario, un mostrador, que no empatiza contribuye a una sociedad de mecha corta  que vive en ebullición. Esto es algo que hoy lo vemos a diario en todo el mundo, incluso en sociedades que parecían estables como Francia o Chile y han tenido estallidos sociales.

Otra cuestión que debe saldar el Estado es el factor tiempo. Vivimos en la era de las telecomunicaciones, donde todo está al alcance de un touch. Sin embargo, hay una idiosincrasia burocrática de papel, tramiteríos y diversos obstáculos, que responde al siglo pasado. Esto también genera una lejanía con una franja etaria que jamás podría verse representada con estos usos y costumbres.

Por lo cual, el desafío de aggiornamiento urge. Esto no significa que debe ser todo nuevo (dirigentes, infraestructura, etc.) sino que se deben promover espacios para escuchar y darle participación a colectivos que, hasta el momento, no eran protagonistas de la opinión pública y que, con mucha peregrinación callejera y virtual, se ganaron su lugar.

Claramente, debemos empatizar y abrazar a los jóvenes, que con una expectativa de vida cada vez mayor y la posibilidad de elegir a representantes políticos desde los 16 años, se han convertido en la franja poblacional más populosa y han decidido tomar el protagonismo: ya no quieren un futuro mejor sino ser parte fundamental de un presente que los represente.

*Abogado y Director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Cámara de Diputados de la Nación.