El vértigo político argentino deja poco espacio para el respiro. Y Javier Milei, que ha hecho de la aceleración un estandarte como político y presidente, es tan autor como víctima. En menos de un mes, el Gobierno pasó de celebrar un blindaje a su gobernabilidad a asomarse a un conflicto de poderes con el Congreso, de imprevisibles derivaciones.
Tras la nueva marcha masiva en todo el país a favor de la universidad pública, funcionarios oficiales activan con ahínco por estas horas contactos con diputados “dialoguistas”. La sospecha extendida en los despachos de la Casa Rosada es que se cayeron varios soldados de los “87 héroes” que respaldaron el veto al aumento jubilatorio, por lo que se exponen a la confirmación legislativa del nuevo financiamiento a la educación superior, vía la obtención de los dos tercios de los votos.
¿Qué cambió? El contexto político. Amén de que el Gobierno repite el mantra del equilibrio fiscal como argumento central y casi único, el costo para las arcas estatales entre una y otra ley difiere: 0,4 puntos del PBI de las jubilaciones contra el 0,14 de las universidades.
Números al margen, la movilización social, partidaria, gremial e institucional que tiene el reclamo contra los recortes universitarios está a años luz –por muchos motivos– de la pelea jubilatoria, una caja que ha sido manoteada por todas las administraciones.
Extendidas a lo largo y ancho de toda la Argentina, las universidades públicas no solo siguen siendo un escalón clave en la aspiración de progreso social. También tienen peso real en los territorios donde se desarrollan. Por eso a los legisladores se les hará más difícil darles la espalda y ratificar el veto. Y menos ante la paulatina alza del malestar social que marcan las encuestas que mira el Gobierno.
Javier Milei se expone más que a una protesta
De hecho, al revés que en el acto multitudinario de abril en Plaza de Mayo, el del miércoles en Buenos Aires se hizo mirando al Congreso, porque hacia allí estaba dirigida la presión de la protesta. Hasta lo hizo explícito en su discurso la presidenta de la Federación Universitaria Argentina, la cordobesa Piera Fernández: “Pedimos a nuestros representantes en el Congreso, muchos de ellos egresados de la universidad pública, que sostengan la ley en el recinto”.
Semejante apremio parece tener cierto impacto. Al menos en algunos de los cinco diputados del bloque UCR que con orgullo invirtieron su voto en el veto jubilatorio. También en Innovación Federal, que agrupa a los ocho representantes de los oficialismos provinciales de Salta, Misiones y Río Negro. Lo mismo en las bancas por Santa Cruz y Neuquén. O en las 16 de Encuentro Federal que lidera Miguel Pichetto. Ni hablar de los férreos votos de Unión por la Patria y la Coalición Cívica.
Este escenario se ensombrece aún más para el Gobierno ante las señales ambiguas de su hasta ahora aliado de hierro, el PRO. Si bien el jefe del bloque, Cristian Ritondo, reconoció que todavía les falta aunar posturas, fue Mauricio Macri el que disparó las mayores alertas oficiales.
En el mileísmo primero llamó la atención que el expresidente hubiera evitado pronunciamiento alguno antes y después de la marcha. Ni siquiera ante la promulgación formal del veto, como sí había hecho con las jubilaciones. A la inquietud sobrevino el desaliento, cuando se difundió una reunión de Macri con senadores PRO y se hizo filtrar su respaldo a la universidad pública, al mismo tiempo que una frase hiriente: “Para qué ir a comer milanesas si después no cumplen nada”. Mensaje para el Presidente.
Dos apuntes al respecto. El primero, que durante su gestión, Macri mantuvo el nivel de inversión estatal en educación superior. El segundo, que el viernes salió rápido a replicar ese textual contado por terceros el propio Guillermo Francos, en un inusual modo tosco: “Tiene que preguntarse cuánto se gasta y no si come milanesas”. Se suma un tercero. Mucha atención al creciente malestar del jefe de Gabinete, con ajenos y propios, internas palaciegas incluidas. ¿Pega el portazo?
El macrismo explicita que la relación del PRO con el Poder Ejecutivo atraviesa su peor momento. A las supuestas promesas incumplidas se suman controversias en la Legislatura porteña, rupturas y fusión del bullrichismo en las cámaras bonaerenses con LLA y cruces públicos entre Macri y Patricia Bullrich. Para el oficialismo estaría lejos de ser la mejor ocasión para depender del apoyo amarillo.
El grado de deterioro se exhibirá en la participación (o no) del PRO en el habitual encuentro de coordinación legislativa de los lunes en Casa Rosada, junto a los libertarios y los mileístas de Oscar Zago. El martes está prevista la reunión de bloque, con pronóstico de tormentas fuertes: al menos un tercio del bloque preferiría avalar la ley universitaria y nadie descarta que voten divididos. ¿Será el detonante para consagrar la fractura entre bullrichistas y macristas?
Con el propósito de evitarlo, trascendió un cónclave reservado que habrían tenido Macri y el asesor premium Santiago Caputo, bajo el clásico paraguas de “limar asperezas”. Al parecer, sin éxito. El expresidente debió tomar nota que además de la ausencia de milanesas, tuvo que lidiar con uno de sus principales censores en lo alto del poder. Seguro que eso motivó el posteo demoledor de su alter ego, Fernando de Andreis: “Como el escorpión que mata a la rana que lo está ayudando a cruzar el río, no pueden resistirse, está en su naturaleza”.
Este estado de convulsión alimenta la expectativa opositora de provocar un cimbronazo político al Gobierno. De ahí su apuro por tratar el veto este miércoles 9.
El “operativo seducción” oficial a los diputados corre con esta desventaja extra, la del escaso tiempo. Pero además con otra. Ya se le dificulta negociar con los gobernadores que influyen sobre sus legisladores, al haber descuidado compromisos asumidos con ellos para sancionar la ley Bases y el paquete fiscal.
Tal vez este nivel de dificultades explique por qué el Ejecutivo deja trascender algunas iniciativas que huelen a amenazas, globos de ensayo o, lisa y llanamente, a operaciones.
Por ejemplo, días atrás hizo circular que en Capital Humano se estudia un proyecto para transferirles a las provincias cada universidad nacional que esté en su territorio. El jueves, que buscarán reglamentar el cobro a universitarios extranjeros. El viernes, que podrían recurrir a la Justicia si el Congreso convalida la ley. Una suerte de loop del dislate.
La torpeza o brutalidad con la que Milei elige dar ciertas batallas nublan hasta logros económico-financieros de su gestión, como el éxito del blanqueo y las bajas de la inflación, del dólar y del riesgo país. Pero acaso también desnuden tanto su fortaleza como su debilidad. Ese “todo o nada” puede servir para ganar elecciones. Y resultar un temblor para gobernar un país demasiado agobiado por las penurias.