COLUMNISTAS
GOBIERNO Y OPOSICIÓN

Después de Macri

Es época de balances, que nunca son unidireccionales y son parte de la disputa simbólica que supone la política.

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‘Como me atraganto la realidad’ Mauricio Macri | DIBUJO: PABLO TEMES

El jueves pasado, el presidente Mauricio Macri brindó su última cadena nacional. Allí aprovechó para fijar los tópicos con los que espera que se evalúe su gestión, pero también condicionar la medición del éxito del próximo gobierno. Al respecto, Macri remarcó varias veces que su gobierno había sentado las bases de la economía y de la democracia y la calidad institucional.

Sin embargo, entre los puntos mencionados el Presidente omitió no solo su promesa de “pobreza cero”, con la que esperaba ser evaluado como presidente, sino también una consigna que se mencionó reiteradamente durante la campaña en 2015: “Mantener todo lo que estaba bien y resolver lo que estaba mal”. Esa idea no contenía en sí misma la de “pesada herencia”, eufemismo con el cual el Gobierno intentaba justificar las desavenencias de sus decisiones. Más que un resumen de su gestión, Macri buscó posicionarse como el principal opositor al gobierno que se inicia el próximo 10 de diciembre. Este posicionamiento no es casual, sino que se produce en el marco de la reciente ruptura del interbloque de Cambiemos en la Cámara de Diputados y las críticas que dirigentes de Cambiemos están difundiendo en diferentes entrevistas periodísticas.

Ese mismo jueves, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) dio a conocer los números de la pobreza e indigencia: el 41,8% de la población está bajo la línea de la pobreza, cerca de 18 millones de argentinos no tiene para comer ni satisfacer sus necesidades básicas. Esta cifra representa un crecimiento del 10% respecto del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La gravedad de estos datos es mayor si se considera que el 60% de los menores de 17 años es pobre y el 15% indigente, y que esa indigencia creció 90% en los últimos cuatro años. Siete millones de chicos son pobres. Es evidente que los cambios en la política social reivindicada por el Presidente en la cadena nacional no han sido muy efectivos.

El mismo día, la Universidad Metropolitana por la Educación y el Trabajo (UMET) publicó el documento “¿Por qué no se pudo? Claves para entender un proyecto fallido desde la raíz”. Con el parafraseo de la consigna de “Sí se puede”, sociólogos ofrecen datos de cómo comprender el gobierno de Cambiemos. Un balance con datos fundamentados en investigaciones empíricas de mediano plazo. La caracterización común que atraviesa el documento es que el principal problema de la gestión gubernamental fue subordinar la definición de la política pública a los intereses de las elites económicas. En la introducción al documento, Nicolás Trotta –su coordinador y todavía rector de la UMET– sostiene que a priori la idea de “mantener todo lo que estaba bien y resolver lo que estaba mal” no implicaba una orientación neoliberal, aunque sí podía deducirse por su “confianza ciega en el mercado como ordenador de la vida económica”. El gobierno de Macri llevó adelante un programa neoconservador que no solo deja números alarmantes respecto de la pobreza, sino también el deterioro de la industria, la profundización de la desigualdad, la brutal transferencia económica de sectores populares a altos y una inflación de alrededor del 300% desde 2015. El avance de este programa tiene alcances diferentes según los sectores, pero su orientación es indudable.

Sobre el neoliberalismo. Ahora bien, el neoliberalismo no es solo un programa económico, es también lo que los sociólogos llamamos “un dispositivo de gobierno”, es decir, un modo particular de entender la relación entre Estado y sociedad a través de políticas públicas universales y focalizadas. Retrata el modo en que el Estado y sus instituciones se proponen organizar la sociedad, sus grupos sociales, sus sectores y las conexiones entre ellos. Y en este sentido el Gobierno también hizo avances. Aunque sobran ejemplos, me interesa remarcar tres. El primero se trata de las reformas laborales por sectores o convenios colectivos, luego de que el Gobierno no lograra aprobar el proyecto de ley de reforma laboral en 2017. Segundo, la llamada “uberización de la economía”, manifestada sobre todo en la creación de empleo informal; en el documento mencionado se informa que entre 2015 y 2019 se han creado 670 mil puestos de trabajo, 87 mil en el sector público y 583 mil en el privado; de estos últimos, el 35% son puestos asalariados informales y el 65% no asalariados (autónomos, monotributistas, etc.). Tercero, el agravamiento de la situación de los trabajadores no asalariados que obtienen sus ingresos de la combinación de trabajos precarios, changas y programas sociales. La gestión de Carolina Stanley frente al Ministerio de Desarrollo Social fue clave para la desarticulación de la dimensión productiva de los programas sociales, su individualización mediante transferencias condicionadas de ingresos y el reforzamiento del lenguaje neoliberal: meritocracia, emprendedurismo, capacitación.

En el plano de los derechos también hubo cambios significativos, el deterioro de la prestación del servicio de salud, la contracción del sistema de seguridad social –debido, entre otras cuestiones, a la suspensión de las moratorias jubilatorias–, la desidia respecto del abordaje de la violencia de género y el intento sistemático de desarticulación del consenso en torno a los derechos humanos, sobre la utilización de las fuerzas de seguridad para la represión y el disciplinamiento social.

El balance podría seguir, podríamos encontrar otras áreas donde el Gobierno también pudo avanzar en su orientación neoliberal y otras donde, pese a su intención, no pudo por la resistencia de actores involucrados. Durante 2019, se ha discutido bastante en ámbitos académicos y políticos si el Gobierno había tenido éxito o no en su proyecto, tal vez sea muy pronto para tener certezas absolutas al respecto. Lo que sí podemos saber es que esos balances nunca son unidireccionales, son parte de la disputa simbólica que supone la política, donde intervienen el hasta ahora gobierno, sus opositores de siempre y también sus detractores recientes.

 

* Investigadora adjunta Conicet. Citra/UMET. Profesora FCS/UBA.