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Dónde está el valiente

<strong>Por Roberto García | </strong>El fallo que desestimó la denuncia del fiscal permite al Gobierno desplegar sus planes hacia las elecciones.

HUELLAS
| Pablo Temes

Si se trata de oportunidades, no fue la más propicia la resolución del juez Daniel Rafecas rechazando in limine la denuncia del ex fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta por el acuerdo no nato con Irán (en rigor, el rechazo fue contra la versión atenuada y corregida por el fiscal Gerardo Pollicita). La medida de Rafecas alegró a la Casa Rosada, aunque apareció teñida de sospechas, condicionamientos, ciertos compromisos de lodo judicial y, por si fuera poco, justo en la misma jornada en que trascendía otra información relevante: las amenazas personales y familiares que recibió Nisman para que no presentara su escrito involucrando al Gobierno, a las que el muerto no hizo caso en su momento. Si se cotejan las dos decisiones en la confrontación informativa, Nisman y Rafecas, uno queda como un valiente.

Tal vez no corresponda esa comparación desdorosa que surge de las noticias, al menos para uno de los protagonistas, circulante hoy en Comodoro Py, donde algunos rabiosos –entre los más irritados, el fiscal Pollicita, a quien no esperó cuando éste lo fue a visitar– claman contra el juez, asegurando que procedió contra lo que había barruntado con anterioridad y con un trámite de urgencia inexplicable cargado de errores formales, al menos poco profesionales para un magistrado en un caso de tamaña envergadura, que hasta volvieron suspicaz su autoría. Por no mencionar, aunque él se apresuró a negarlas, las insoportables presiones que padeció del Gobierno –de acuerdo con voceros de la oposición política– debido a su fragilidad en el cargo ante el Consejo de la Magistratura. Espuma, claro, de quienes aguardaban otro resultado. Pasto eventual para teóricos del acomodaticio Derecho que pasarán meses debatiendo sobre encubrimiento o tentativa, el nuevo curso en que habrá de empantanarse la denuncia quizás endeble que planteara Nisman, y el posterior escándalo sin solución que generó su muerte dudosa.

Oxigenación. Para el Gobierno, lo de Rafecas fue un respiro, casi una oxigenación. Anticipo de una recuperación que, piensa Cristina, se fortalecerá este domingo con su discurso en el Congreso. Se pegó además a la refacción ministerial en la que el promovido Aníbal Fernández como jefe de Gabinete, ahora, puede justificar ante su familia la razón por la cual obsequió tres años más de cómodo mandato en el Senado por este poderoso cargo de duración efímera. Un canje. Son disponibilidades únicas que se avecinan para el experimentado funcionario, aparte del egocentrismo característico del “yo puedo”.

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Aunque para esa excusa, ya basta con la mandataria; ante los tormentones, suele repetirle a su claque la misma frase. Sin embargo, la omnipotencia pareció exigua en los últimos cincuenta días: se hundió el Gobierno en las encuestas y un gran beneficiado fue Mauricio Macri, quien, de proseguir con el ascenso de los últimos dos meses, sumando de a dos puntos por mes, podría acceder a la presidencia sin necesidad de una segunda vuelta. Al menos es lo que opinan especialistas de los números que, hace poco tiempo, le otorgaban la misma posibilidad al cristinismo. O a Daniel Scioli, si fuera lo mismo que el cristinismo.

Para la dama, es fundamental detener su propia caída. Aníbal Fernández, en ese aspecto, puede ser clave: lo necesita para alinear la provincia de Buenos Aires, mantener vivos a los intendentes propios, necesitados o ávidos (parece que no alcanzan las ayudas de Julio De Vido). Ya que, si los vientos no favorecen a Cristina en el orden nacional, al menos hay que buscar un verosímil refugio físico hacia el futuro, léase como alternativa democrática según unos, léase como aguantadero, según otros. Y allí, en ese distrito fundamental, Macri hasta ahora no descubrió siquiera un referente para ocupar parte del territorio, donde además de tener los votos que dicen los encuestadores, tendría que poder contarlos. Una orfandad evidente para quien ya se presume de ganador aunque los números, tal vez, podrían reflejar una singular repetición de antaño: presidente de un partido, gobernador bonaerense de otro (ejemplos: Fernando de la Rúa, Carlos Ruckauf). Es que en la provincia, donde sólo hay segunda vuelta para presidente, la primera instancia es clave: allí los intendentes se juegan el pellejo, les costará apartarse de la asistencia de la Rosada. Pronóstico entonces de convivencia difícil, sobre todo si el oficialismo retiene, además de la provincia, unos 65 diputados y unos veinte senadores. Con esa batería de defensa, Cristina entiende que no habrá partido judicial ni fiscal atrevido que la complique en el futuro.

Cristina y Magnetto coinciden en preferir como próximo presidente a Mauricio Macri

Ni Macri, si fuera ganador. Mucho menos si la necesita para gobernar, lo que en principio será caro por obligación. El peronismo, cualquiera sea su vertiente, no regala nada. Este dominio actual de Macri en la población, fruto de pactos, hurtos políticos (Reutemann, Carrió) y corrientes favorables, señala también el curioso interés objetivo de dos enemigos indeseables, una coincidencia impensada: Cristina por un lado y Héctor Magnetto (Clarín & Cía) por el otro. Ambos se aplican en guiñar sus ojos al ingeniero boquense. A Ella porque carece de un sucesor confiable y le conviene protagonizar la oposición, ser única para negociar o condicionar, tarea harto compleja si Scioli o Sergio Massa fueran presidentes: los peronistas, como se sabe, no aceptan doble conducción si una está en el poder. A la vez, el empresario mediático se ha desanimado de las experiencias justicialistas en el Gobierno, a pesar inclusive de que cimentó su desarrollo económico gracias a ese partido. Se imagina otra propuesta, otro candidato, y para tal fin debe mantener con vida tanto a Scioli como a Massa, auxiliarlos, otorgarles el mismo espacio, quizás más a uno que a otro (obviamente, no se encariña con las frases del gobernador tipo “voy a hacer lo mismo que Cristina”). Pero divididos al fin, una forma de que se neutralicen y no ganen para repetir la tendencia que le provocó enormes y cuantiosos dolores de cabeza.

 Será un gusto ver a los dos, Cristina y Héctor, salir del brazo del civil junto al padrino Mauricio.